A tan sólo cuatro kilómetros del centro de San Sebastián, en la parte nororiental de la ciudad, se encuentra Pasajes (Pasaia, en euskera), una espectacular bahía protegida por el Cantábrico, repleta de casas de pescadores y calles empedradas con mucho encanto. Fue el principal puerto ballenero de Europa entre los siglos XVI y XVIII y se convirtió en la ubicación desde la que, durante siglos, zarparon las grandes expediciones vascas a Terranova, en Canadá.
En Pasajes se encuentra, desde 1997, Albaola Itsas Kultur Faktoria, la factoría de la cultura marítima; un astillero y un museo en el que construyen embarcaciones de interés patrimonial, con una escuela internacional de carpintería de ribera a la que acuden jóvenes de diferentes partes del mundo. “La misión es dar visibilidad a nuestra historia marítima, construyendo relatos a través de los proyectos que estamos desarrollando en la factoría Albaola”, informa su presidente y fundador, Xabier Agote.
Los restos del barco fueron encontrados en 1978 y la réplica es el principal proyecto del astillero y museo Albaola, situado a solo cuatro kilómetros del centro de San Sebastián
El más ambicioso hasta la fecha es, sin duda, la construcción de la réplica de la nao San Juan, ballenero vasco del siglo XVI que naufragó en la costa canadiense y cuyos restos fueron encontrados en 1978, cerca de Red Bay, un pueblo pesquero canadiense. Buscando la excelencia, el proyecto que arrancó en 2014 con el patrocinio de la Unesco ha supuesto la vuelta a los oficios y técnicas navales de entonces a través de documentos históricos de la época. Para ello, se basan en el concepto de integridad conmemorativa desarrollado por la agencia Parcs Canada, con la utilización exacta de los planos, materiales y técnicas de la época.
“Con el mismo rigor científico que se investigó el San Juan durante 30 años, ahora, en la construcción de su réplica, se utilizan los mismos materiales encontrados en el pecio y trabajados de igual manera, artesanalmente y respetando el proceso histórico de construcción”, garantizan desde Albaola.
¿Los materiales? Una quilla de haya de casi 15 metros; 200 robles seleccionados con formas específicas para la estructura; 20 abetos para los mástiles y vergas; 560 metros cuadrados de paño y 6 kilómetros de sogas de cáñamo conforman esta singular embarcación de 28 metros de eslora, 7,5 de manga y 6 metros de puntal conformando 3 cubiertas.
Tras más de treinta años de estudio, es el buque mercante del siglo XVI que mejor se conoce y se ha convertido en el icono que simboliza el Patrimonio Cultural Subacuático de la Unesco
En cuanto esté lista, aún no hay fecha confirmada, contará con un equipo de aproximadamente 30 personas que navegará durante tres semanas hasta la costa canadiense en condiciones similares a las de entonces. “Para nosotros es mucho más fácil ir a Canadá navegando en este barco, a pesar de que no sepamos navegar, porque hoy conocemos cómo es el mundo. Antes, sin tener mapas, cartas de navegación o gps, sin tener nada más que arrojo e instinto, además de una visión en la que no existían los límites, conseguían sus retos más extremos”, asegura Agote, convencido de que será una aventura fascinante.
Al margen de este gran reto, también han trabajado en diferentes ámbitos y otro muy importante es el de la celebración del festival marítimo de Pasaia -la tercera edición se va a celebrar del 9 al 12 de mayo-, un festival bienal que acoge barcos de muchos lugares: “Solemos contar con más de 100 barcos de interés patrimonial que vienen a Pasaia, y tanto en el agua como en tierra hay mucho contenido cultural. Es un proyecto muy importante y ambicioso”.
Una historia de película
Era el año 1985 y, por aquel entonces, Xabier Agote, carpintero donostiarra formado en Estados Unidos, quedó fascinado con una historia que leyó en la prensa internacional y que cambió su manera de ver el mundo. Todo empezó cuando dio con la portada de una conocida revista que mostraba a un arqueólogo submarino exhibiendo piezas y restos de la nao San Juan, el ballenero vasco que zarpó en 1563 desde Pasajes y nunca regresó, ya que durante su vuelta a España fue sorprendido por una fuerte tormenta que lo sumergió en el Atlántico.
Fue 400 años después, a finales de los años setenta, cuando el equipo de arqueología canadiense de Parcs Canada, liderado por Robert Grenier, localizó el naufragio. Encontraron el pecio y lo investigaron en una excavación submarina ejemplar para el mundo de la arqueología marítima. “Gracias a topónimos, a documentos, y a la tradición oral, en Canadá había un conocimiento previo de la presencia de los primeros cazadores de ballenas que llegaron a estas tierras. Las pistas encontradas por Selma Huxley en los archivos de Oñati, Burgos y Valladolid desencadenan la búsqueda de la nao ballenera llamada San Juan”, señalan. Fue en 1978 cuando encontraron el barco y, gracias a la investigación sobre el terreno del grupo de arqueólogos mencionado, hallaron el pecio en las inmediaciones de la localidad de Red Bay, en Labrador, a unos diez metros de profundidad y bajo una gruesa capa de piedras de lastre y sedimentos. “La sorpresa fue aún más grande cuando se dieron cuenta de que la conservación de la madera era óptima, teniendo en cuenta los siglos que habían transcurrido desde su naufragio”, detallan desde Albaola.
Xabier Agote, presidente y fundador de Albaola Itsas Kultur Faktoria: “Antes, sin mapas, cartas de navegación o GPS, sin nada más que arrojo, instinto y una visión sin límites, se conseguían los retos más extremos”
“La lectura de este artículo me abrió la mente y me dio una dimensión intelectual que no tenía. Me encontraba en un momento de duda y el destino me puso en bandeja esta historia de balleneros vascos en la América en el siglo XVI”, señala Agote. “Justo entonces, yo me iba a adentrar en este arte, en la construcción de embarcaciones; y lo que me interesaba hasta ese momento era el objeto artesanal, el barco, lo espectacular que era, lo bien que navegaba, lo curioso de esa construcción y de su estructura. En definitiva, di con un objeto artesanal maravilloso asociado a una historia donde la realidad supera a la ficción con creces”, confiesa nuestro protagonista.
En definitiva, reconoce que esta historia ha marcado su vida e inspiró la creación de Albaola en 1997: “Lo fundé con la determinación de querer dar a conocer las claves del patrimonio marítimo del País Vasco; tanto desde su visión cultural como histórica y, sobre todo, a través de la tecnología”.
“La especialidad de Albaola es contar la historia y darla a conocer a través de la recuperación de las embarcaciones que hicieron posible esa historia marítima. Desde que arrancamos fuimos dando pasos hasta que en 2014 tuvimos la posibilidad de crear el astillero, museo, escuela de carpintería de ribera, que es la factoría de la cultura marítima Albaola”, añade.
“Es un paso cualitativo muy importante que damos y nos ayuda a conseguir esos objetivos, el de dar a conocer o normalizar la cultura marítima vasca de una manera muy activa e implicando a mucha gente, además de pudiendo desarrollar proyectos de bastante envergadura”, concluye Xabier Agote.