La presión fiscal europea es superior porque los ingresos de sus ciudadanos son más altos, no porque los impuestos progresivos sean más elevados
Suele decirse que la presión fiscal de España se halla por debajo de la media europea, pero el argumento va volviéndose cada vez menos cierto. A día de hoy, la carga tributaria que soportan los ciudadanos equivale a aproximadamente el 39% del PIB (no incluimos en esta cifra otros ingresos no fiscales del Estado), mientras que en la Eurozona se ubica alrededor del 42,5%.
Durante los últimos años, las diferencias se han estrechado. Y no sólo porque el Gobierno de PSOE-Podemos ha mostrado su lado más extractivista subiendo los impuestos siempre que ha tenido ocasión, sino porque la inflación ha elevado los ingresos nominales de los españoles (que no los reales: éstos han sufrido una de las mayores caídas de toda Europa) y, por tanto, los tipos efectivos medios que abonan en el IRPF se han incrementado.
La presión fiscal sube, y estrecha sus diferencias con la europea, esencialmente porque los españoles pagamos más impuestos. No sólo eso, si queremos seguir acercándonos tributariamente a Europa -que no deberíamos querer-, el único camino pasa por incrementar aún más los impuestos. Concretamente dos: el IRPF y el IVA.
Respecto al IRPF, no se trata tanto de que nuestros tipos marginales sean más bajos que los del resto del Continente -que no lo son-, sino de que nuestros ingresos medios son menores. Al ser el IRPF un impuesto progresivo, una misma escala impositiva posee más potencial recaudatorio (no sólo en términos absolutos, sino también relativos) cuando un país cuenta con ingresos altos que cuando exhibe ingresos bajos.
Por ejemplo, imaginemos que tanto Alemania como España tuvieran un tipo del 10% sobre los ingresos personales hasta 25.000 euros y otro del 40% a partir de 25.000 euros. En tal caso, si los ingresos medios de España fueran de 30.000 euros, los españoles abonaríamos 4.500 euros en IRPF, un tipo efectivo medio del 15%; en cambio, si los ingresos medios de Alemania fueran de 50.000 euros, los alemanes abonarían 12.500 euros en impuestos, un tipo efectivo medio del 31,25%. Mismo impuesto con distinta renta, distinta presión fiscal.
¿Y si quisiéramos conseguir la misma presión fiscal con esos diferenciales de renta (dado que nuestros gobernantes no pueden modificar los ingresos del país con un chasquido de dedos)? Pues entonces habría que subir apreciablemente los tipos marginales. Por ejemplo, para que unos ingresos medios de 30.000 euros abonen un tipo efectivo medio del 31,25% sería necesario, en nuestro ejemplo anterior, elevar el primer tramo desde el 10% al 25% y el segundo del 40% al 62,5%. En suma, éste es uno de los motivos por los que la presión fiscal en Europa es mayor: no porque sus impuestos progresivos sean más altos, sino porque sus ingresos medios lo son.
Respecto al IVA, un impuesto que no cabe considerar precisamente progresivo, España es uno de los países con una carga sobre el consumo más baja. Nuevamente, no tanto porque la estructura de tipos sea mucho menor que en el resto de Europa (algo que no tiende a suceder salvo acaso cuando nos comparamos con las socialdemocracias nórdicas que sí exhiben estructuras de IVA más voraces que la nuestra), sino sobre todo por las exenciones que existen en España y por la cantidad de productos que abonan el tipo reducido del 10% en lugar del tipo general del 21%. Para equipararnos a Europa, pues, deberíamos hacer pagar a todos los consumidores un 21% sobre muchos más productos que en la actualidad.
En definitiva, equipararnos fiscalmente a Europa implicaría que todos tendríamos que pagar muchos más impuestos. No solamente los ricos, como habitualmente repiten desde PSOE, Podemos y sus terminales mediáticas, sino el conjunto de la población. Y por eso la presión fiscal se ha incrementado durante los últimos años: porque directa o indirectamente, el Gobierno de PSOE y Podemos le ha subido los impuestos al grueso de la población.