El binomio rentabilidad-riesgo se rompió hace 10 años y los países periféricos todavía necesitan respiración asistida”
El incentivo perverso del BCE
El Banco Central Europeo (BCE) se unirá por fin al grupo de los “guardianes” contra la inflación -la principal misión de su mandato, recordemos-, aunque de una forma menos agresiva que la Reserva Federal (Fed) de EEUU. Este movimiento, traducido en una subida de tipos de 0,25 puntos básicos este mes y de 0,5 unidades en septiembre, previsiblemente, se ha dejado notar con fuerza en las economías europeas. Morgan Stanley, en un informe reciente, apunta que el riesgo de recesión a partir del segundo semestre en la Eurozona “está aumentando claramente”.
Las señales de desaceleración económica son evidentes, y las últimas previsiones indican que España crecerá apenas un 4% este ejercicio. Los países de la zona euro se han acostumbrado a vivir con una política monetaria muy acomodaticia en los últimos 10 años. Concretamente, desde el famoso “whatever it takes” (“lo que sea necesario”) del italiano Mario Draghi. Su relevo en la presidencia de la institución monetaria, la francesa Christine Lagarde, ha recibido una herencia complicada de gestionar.
La respiración asistida con tipos inferiores al 0% y el “rescate silencioso” en forma de compra de bonos por parte del BCE -aproximadamente 5,1 billones de euros en los últimos siete años- han distorsionado el mercado secundario de deuda, que lleva una década funcionando ajeno a la ley de la oferta y la demanda.
El binomio rentabilidad-riesgo se ha roto. Los inversores, en un escenario normal, piden intereses bajos para comprar títulos de países solventes, ya que la expectativa de recuperar el capital a vencimiento es alta. Y, a la inversa, exigen cupones más elevados para adquirir la deuda de aquellas economías cuyas finanzas públicas no están bien gestionadas.
Esta ruptura de las reglas, que supuestamente era temporal, ha provocado unos niveles de endeudamiento público disparatados y un interés político nulo por racionalizar los niveles de gasto público. Gobiernos como el de España han aprovechado la “barra libre” de liquidez para endeudarse y gastar sin control, justo lo contrario de lo que deberían haber hecho tras las quiebras registradas en 2011 y 2012.
Ha sucedido algo parecido en Italia y en Grecia, así como en Portugal. Realmente, el único de los países llamados “periféricos” que ha conseguido salir de este grupo de señalados es Irlanda. Su “receta” tras el rescate de 2010 ha sido bajar impuestos para captar inversión y racionalizar el tamaño del Estado. Lo contrario, en síntesis, que lo que estamos viendo en nuestro país.
La “alerta” que lanzábamos en estas páginas hace dos meses finalmente se ha hecho realidad, y el interés del bono español a 10 años ha superado el 3% en junio. Esto no sucedía desde la primavera de 2014, e implica que el Estado gastará al menos 10.000 millones de euros más en intereses de la deuda este año. Por suerte, en 2022 “solo” vence el 15% del pasivo público en circulación, aproximadamente 200.000 millones.
En este escenario, y a la vista de la reacción del mercado en las economías del Sur de Europa, el BCE ha elegido una vía peligrosa: seguirá comprando deuda de estos países para evitar un rebrote de la crisis sufrida en 2012. El riesgo de esta operación es alto porque el mensaje que lanza es perverso. Si el organismo encargado de la estabilidad monetaria solo mantiene las ayudas a los países que gestionan mal, el incentivo para la racionalización de las cuentas públicas desaparece.
Lo que Europa debería evitar a toda costa es que se produzca una situación como la que vivimos en 2011, con Jean-Claude Trichet al frente del BCE. La institución subió los tipos del 1% al 1,5% entre la primavera y el verano ante la expectativa de que la economía respiraba tras la crisis de las hipotecas “subprime”. La recesión que vino después es histórica, la reversión de la subida dejó el precio del dinero en el 0% y no puede volver a suceder. Sobre todo, porque el volumen de deuda pública de países como España es hoy más del doble que entonces.