España contaba con más de 100.000 cabinas a finales de los 90 y actualmente quedan 15.000 que serán desmanteladas o reutilizadas como puntos de acceso a internet
Desde la caseta del Viena Park, hoy conocido como Florida Park, ubicada en el parque de El Retiro de Madrid, comienza la historia de las cabinas telefónicas que han ocupado un lugar en cada esquina del planeta. Para ello, nos remontamos a 1928, cuando se instaló en España el primer teléfono de uso público y, tras casi un siglo de existencia, está previsto que todas desaparezcan a partir de este año.
“En España se considera un servicio universal obligatorio y, como tal, se ha mantenido, aunque muy pronto todas desaparecerán”, esa es la realidad que José Manuel Huidobro, ingeniero de Telecomunicaciones, consultor de negocios y estrategia, confirma tras sentenciar que hoy en día nadie las utiliza.
La función de las cabinas y la de los teléfonos de uso público ha quedado sobrepasada, obsoleta, y “no es necesaria, aunque sigue existiendo al menos una cabina en cada municipio de más de 1.000 habitantes y otra adicional por cada 3.000”, apunta Huidobro. La última adjudicación a Telefónica se produjo hace dos años para su mantenimiento y la compañía decidió no renovarla, por lo que el 31 de diciembre de 2021, la atribución expiró.
En términos económicos
Aun estando obligada a su conservación, Telefónica no obtiene una rentabilidad económica de estos cuidados materiales, cuyo valor asciende a cinco millones de euros. Más bien, hablamos de una situación de pérdidas, aumentadas por el vandalismo al que éstas se ven sometidas. Así que, de ahora en adelante, la compañía procederá a retirar las casi 15.000 cabinas que aún quedan en España, una vez que éstas hayan dejado de formar parte del servicio universal obligatorio.
En la década de los noventa, en España se podían contabilizar 100.000, pero en 2021 su uso se redujo a una llamada por semana. Entonces, ¿qué ha pasado?
Lo mismo sucedió con las guías telefónicas en papel, ya que ningún operador estaba obligado a ofrecerlas de acuerdo con la Disposición Transitoria Novena del anteproyecto de Ley General de Telecomunicaciones, un Proyecto de Ley aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 16 de noviembre del 2021.
En términos económicos y refiriéndose a la ley, Huidobro explica que “uno de los principales objetivos que promueve, además de mejorar la protección de los usuarios, es el de incentivar las inversiones públicas y privadas con los operadores”. ¿Cómo? Con la creación de un marco adecuado para el despliegue de redes de nueva generación (NGN), con la inversión prevista de 4.000 millones de euros de fondos públicos y aquellas partidas relacionadas con la ciberseguridad.
Recordamos que la inversión prevista dentro del proyecto de ley contribuirá a alcanzar el objetivo de conectividad de alta velocidad al 100% de la población en 2025 y promover el desarrollo de las redes móviles 5G.
Ante la cuestión planteada sobre si compensaría mantener las cabinas en el caso de que la población las utilizase, la realidad es que no resultaría rentable, según sentencia Huidobro. “En ningún caso, pues su uso es ocasional, por no decir inexistente”, revela. Las alternativas, como la existencia de locutorios privados, han relevado su protagonismo en algunas ciudades con gran afluencia de turistas o extranjeros.
“Salvo en situaciones de emergencia, las cabinas no tienen razón de existir”, a lo que el consultor de negocios y estrategia añade que, a esta situación, se le suma que la mayoría de ellas son instalaciones de hace décadas y “no cumplen con la normativa actual en cuanto a accesibilidad, invalidando su uso”. Sin embargo, se concibe la idea de que se le incorporen otros servicios como, por ejemplo, el acceso a Internet o recarga de móviles.
En otros países, como Inglaterra, las famosas cabinas rojas, originalmente combinadas con blanco, se han convertido en un icono turístico y más de 6.000 serán preservadas.
Actualmente, “Telefónica no desvela sus planes de desmantelamiento, pero está llevando a cabo un proyecto piloto en Andalucía, Logroño y Canarias, donde estas estructuras se están usando como puntos de acceso gratuitos de conexión a Internet, de recarga de terminales móviles, de información turística, de soporte de publicidad o de intercambio de libros”. Con estas nuevas alternativas se les podría dar una segunda oportunidad, aunque “seguramente, con la inversión requerida para ello y sin un claro beneficio para la sociedad, no sea viable”, reitera Huidobro.
De cara a un posible plan de desmontaje efectivo para que no quede ninguna cabina a finales del año 2022, “se debería contemplar en primer lugar el estado de aquellas que no tienen ningún uso o estén muy deterioradas, para seguir con las otras. Quizá se podrían dejar algunas adaptadas a los nuevos servicios que se han comentado en puntos estratégicos, como en hospitales y estaciones”, comenta el ingeniero al dar su visión profesional.
A la hora de buscar propuestas ante los efectos de la España despoblada, con zonas de peor cobertura tecnológica, no parece una buena idea utilizarlas como puntos de acceso a infraestructuras. Desde la visión del ingeniero, en referencia a las posibles soluciones, “hay otras muchas más económicas y rápidas de desplegar, como aquellas basadas en la radio o en los satélites”.
"La cabina", de Antonio Mercero
Podría tratarse de un nuevo servicio de las infraestructuras el considerarlas “elementos patrimoniales de la historia de la telefonía”, porque como cree Huidobro, no solo debería tacharse como histórica “La cabina” (1972), de Antonio Mercero. 50 años después, esta famosa cabina roja ya tiene su monumento en la plaza Conde del Valle de Súchil del barrio de Chamberí en Madrid, en homenaje al director.
Su instalación se produjo un mes después de la publicación del proyecto de la nueva Ley General de Telecomunicaciones, con el que el Gobierno anunció la eliminación de la obligación de mantener las cabinas telefónicas como servicio público tras más de un siglo de existencia. Cuando están a punto de morir las cabinas, surge esta. “La Cabina”, última y única.