Este 11 de febrero, la ingeniera que se ha ganado a pulso el calificativo de 'la reina de la robótica' celebra con Capital el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, Elena García Armada
No estudió Filosofía, pero su nombre podría firmar el principio de que el mayor acto de generosidad es plantar árboles bajo cuya sombra no se sentará nunca. Vallisoletana, madre y líder el grupo de jazz Owl es también ingeniera industrial, doctora en Robótica y poseedora de un currículum que la sitúa entre los diez científicos más brillantes de nuestro país. Pero lo que ha convertido a Elena García Armada en la primera española cuyo nombre está entre los perfiles más destacados del mundo tecnológico, no ha sido solo su gran preparación y esfuerzo, sino su altruismo.
Transitando por la senda en la que las mayores alegrías son las que procuramos a los demás, hace trece años se cruzó con una niña con tetraplejia. Levantó la vista de los robots orientados a la industria que entonces diseñaba en el CSIC y miró hacia otro lado de la investigación: la ciencia aplicada a la salud. Aquella pequeña, Daniela, condenada a no poder moverse cambió la vida de la investigadora. Entonces, Elena quiso también cambiar la de los 120.000 niños que padecen enfermedades neuromusculares degenerativas, 2.000 solo en nuestro país, y, como a ellos, a la de los 17 millones afectados en todo el mundo por distintos trastornos que les impiden la movilidad.
Este 11 de febrero, la ingeniera que se ha ganado a pulso el calificativo de 'la reina de la robótica' celebra con Capital el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: “Celebraciones como esta son muy importantes. Tanto para reivindicar todo el talento femenino que hay en la ciencia, que es absolutamente extraordinario, como también para que las niñas vean referentes femeninos en este ámbito. Son pequeños gestos que ayudan a un cambio cultural, hacia una sociedad más igualitaria”.
Hija de una doctora en Física y de un catedrático de Electromagnetismo, a sus 51 años, Elena confiesa que la educación sin prejuicios que recibió de su familia fue determinante para formar parte del escaso 30% de las mujeres que se dedican a la investigación científica a nivel mundial.
¿Tener unos padres científicos influyó en su decisión de estudiar una ingeniería como la Robótica?
Yo tuve la fortuna de tener unos padres ejemplares que nunca me limitaron. Y les estoy muy agradecida. He sido una persona de mente creativa, siempre me ha gustado todo lo que fueran juegos de construcciones, arreglar cacharritos que se estropeaban y cosas así. Una vez pedí un garaje a los Reyes Magos y me lo trajeron. Nunca me dejaron una nota diciendo: 'Te vamos a dejar mejor una Nancy que te va a gustar más'. Hoy soy ingeniera porque, cuando llegó el momento de decidir qué era lo que me gustaba, nunca encontré pegas.
Cuando estudiaba su carrera había solo ocho chicas en una clase de cien alumnos. En el doctorado ni una. Hoy, un instituto de bachillerato de Jerez de la Frontera lleva su nombre. ¿Qué le diría a una estudiante atraída por la ciencia, pero que tiene dudas de no ser suficientemente “cerebrito” para seguir sus pasos?
Lo primero, que no es necesario ser ningún cerebrito. Yo nunca he sido un cerebrito. Las mujeres que hacemos ciencia somos mujeres normales. E incidiría en dos ideas: que investigar es divertido, es explotar la curiosidad, descubrir, crear… Y está al alcance de cualquiera. Y, en segundo lugar, que la ciencia y la tecnología no es meterse en un laboratorio y ya está, sino tener la capacidad para cambiar la vida de las personas. Es generar conocimiento para el mundo que resuelve grandes problemas sociales. El verdadero progreso se logra gracias a la investigación y a su aplicación práctica.
Tiene dos hijas adolescentes. ¿Es más difícil ser ingeniera siendo madre?
La maternidad supone una dedicación añadida con la que estoy más que satisfecha. Tienes que buscar el tiempo de otros sitios, principalmente del sueño. Hay que exprimir las horas del día. No me ha ralentizado, me ha enriquecido, pero me ha supuesto mucho más trabajo. Es tener dos jornadas: una fuera y otra dentro. Pero son complementarias y las disfruto todas. No podría prescindir de ninguna de ellas. Eso sí, a veces te tienes que convertir en superwoman.
Sin embargo, la niña que marcó un punto de inflexión en su carrera no fue ninguna de sus hijas, sino una víctima de un accidente de tráfico que conoció en 2009 con una tetraplejia severa. ¿Qué supuso Daniela para desarrollar su exoesqueleto pediátrico?
Supuso pasar de la robótica industrial a utilizar todo ese conocimiento para aplicarlo a resolver los problemas de la marcha de los niños. Daniela fue la chispa que ha permitido que hoy tengamos el primer exoesqueleto pediátrico para niños con enfermedades neuromusculares.
La supervivencia entraña no rendirse nunca. Usted ha abierto un nuevo horizonte en la rehabilitación, pero ha tenido que, sin pararse, saber esperar. Desde que conoció a Daniela hasta que consiguió financiación para que naciera ATLAS, el primer exoesqueleto biónico del mundo, pasaron tres años. ¿Cómo describiría el primer momento en que vio como un niño conseguía estar erguido y moverse gracias a su empeño por mejorar la calidad de vida de otros como Daniela?
Es pura emoción. Ver la sonrisa de un niño que se pone a caminar después de haber estado toda su vida en una silla de ruedas te produce un sentimiento indescriptible. Aún hoy me sigo emocionando viéndolos jugar y progresar.
Para desarrollar ATLAS fundó Marsi-Bionics, una start-up de innovación social ejemplo de emprendimiento con tecnología cien por cien española. ¿Qué fue lo más complicado para que su empresa comenzara a caminar y así otros pudieran hacerlo?
Fue y sigue siendo la financiación. En España es muy difícil conseguir financiación tanto pública como privada para proyectos de I+D. Y, por otro lado, la regulación. Este es un proyecto de transferencia del conocimiento. De una investigación pública, en el Centro de Automática y Robótica del CSIC, a la sociedad a través de Marsi-Bionics. A nivel legislativo, este procedimiento debe mejorarse mucho para que la sociedad pueda beneficiarse de los avances en investigación públicos.
¿Cuándo podrá acceder a su exoesqueleto cualquier niño que lo necesite?
El exoesqueleto ya empieza estar disponible en algunos centros privados. Lo que realmente hará que pueda estar para todo aquel que lo necesite será que la sanidad pública apueste por él. Recibimos muchos premios y reconocimientos, pero necesitamos que el apoyo a este proyecto sea efectivo para que llegue a quien lo necesita.
¿Qué le gustaría lograr antes de acabar su carrera?
Mi objetivo es lograr la democratización de los exoesqueletos. Que puedan ser útiles para mejorar la calidad y la esperanza de vida de las personas, niños y adultos, que tienen patologías que afectan a la marcha. En este campo estamos en la punta del iceberg y la robótica puede marcar el hecho diferencial que cambie el paradigma terapéutico. Ese es el reto.