La socia fundadora de Moneo Brock asegura que la arquitectura actual atraviesa un buen momento
Las ciudades del futuro serán sostenibles o no serán. Transporte público, energías renovables, construcciones eficientes en gasto energético… Capital analiza con Belén Moneo, arquitecta, socia fundadora de Moneo Brock, el estado actual de la arquitectura y el modelo urbano que configuran los diseñadores de las grandes metrópolis por todo el mundo.
¿Cómo ha influido su trayectoria internacional en su visión sobre la arquitectura actual?
Haber podido vivir, viajar, formarme y ahora trabajar en distintas ciudades me ha permitido ahondar en el conocimiento de nuestro entorno urbano; la movilidad; el urbanismo; la arquitectura y los métodos constructivos de muy distintos países. Cada país tiene una cultura de la construcción diferente, debido a factores económicos, culturales e históricos. Aprender a trabajar con diferentes sistemas constructivos, con muros cortina en Nueva York, mares en Mallorca o estructura de hormigón visto en Bogotá te ayuda a tener versatilidad y flexibilidad a la hora de abordar proyectos propios.
La arquitectura actual pasa por un buen momento, se está haciendo buena arquitectura, pero paradójicamente el arquitecto ha perdido prestigio en la sociedad española. La crisis del 2008 devaluó nuestra imagen, pero también nos ayudó a encontrar un lenguaje ajustado a la realidad social. Ahora, en momentos de crisis como el que estamos viviendo a raíz de la pandemia, surge otra vez la oportunidad de reflexionar sobre las necesidades de nuestro entorno y esa introspección siempre da buenos resultados.
Usted asegura que considera la arquitectura como un idioma, y la contribución de la arquitectura a la sociedad tiene un impacto tanto económico, como de innovación y sostenibilidad. ¿Cómo describiría la arquitectura que viene?
Poder finalmente hacer una arquitectura que contemple su impacto en el medio ambiente, el ahorro energético y que ponga a las personas en el centro, es muy esperanzador. Creo que estamos en un momento de inflexión, en el que la arquitectura se está haciendo más humanista, más local y más artesanal, sin que eso quiera decir más tradicional. La plaza de la Villa de Sencelles es un buen ejemplo.
Nuevos materiales y soluciones, al igual que ya sucede en otras industrias, van a convertirse en una realidad casi cotidiana. ¿Qué tipo de nuevos materiales y soluciones se van a imponer en el futuro?
Es muy importante reevaluar nuestro sistema productivo y pensar en el ciclo de vida de los materiales y en que este sea circular. Es decir, a partir de ahora evaluaremos cuánto cuesta producir un material, no solamente desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista energético, cuánta energía cuesta producirlo y cuál es su huella de carbono. Esta información va a ser indispensable para poder ser responsables con el medio ambiente. Finalmente, evaluaremos cómo es su ciclo de vida. Cuando su uso se agota, cómo me deshago de él, ¿es biodegradable o va a permanecer como basura durante cientos de años?
Si queremos ser verdaderamente respetuosos con los recursos limitados que tenemos en nuestro planeta, aprenderemos a construir solo con materiales reciclables como el vidrio, biodegradables como la madera o el bambú, y con menor huella de carbono en su producción. Estos materiales deberán ser los más económicos, porque habremos penalizado a aquellos que tengan una producción costosa ambientalmente.
“La arquitectura sostenible nos ayudará a reducir enormemente nuestro gasto energético”
La arquitectura implica anticiparse a las tendencias. De hecho, ya se hablaba de edificios sostenibles hace muchos años y ahora ha llegado a la sociedad en general. ¿Considera usted que se deben apoyar más los desarrollos urbanísticos basados en criterios de sostenibilidad?
Si, estoy convencida de que la arquitectura sostenible no solo es posible y necesaria, sino que nos ayudará enormemente a recudir nuestro gasto energético. Acabamos de visitar una casa que construimos en Monterrey, México, donde el clima es muy caluroso, y sus dueños nos han contado que su factura eléctrica es dos tercios menor que la de sus vecinos. La sostenibilidad ha sido aceptada en nuestra sociedad solo cuando finalmente puede ser rentable, ahora que nos importa la factura de la energía. Por eso, las promotoras que antes veían estos conceptos como costosos ahora ya están interesadas en promoverlos.
En las nuevas ciudades y los nuevos entornos empresariales y residenciales, cobran mayor relevancia aspectos como la movilidad, y, a la vez, las nuevas formas de trabajo. Desde su perspectiva, ¿qué tipo de cambios se deben producir de cara al futuro para impulsar ciudades “más cómodas”?
En el último medio siglo ha ganado terreno el concepto americano de ciudad dispersa, casas individuales a las afueras a las que se accede en coche individual. La ciudad compacta se abandona y surge el “sprawl”, una ciudad inabarcable que consume el territorio. Este concepto expansivo choca frontalmente con lo que debe ser la ciudad sostenible. Nueva York es un buen ejemplo de ciudad compacta. A mayor densidad habitacional, mejor es la ratio entre inversión en infraestructuras y servicios (metro; tren; agua potable; servicios de basura, etc…) y su rendimiento. Cuanto más cerca estén los servicios -hospitales, colegios, bibliotecas, cines, tiendas-, más fácil es el acceso a ellos.
La conectividad es otro de los factores que más contribuyen a que las ciudades puedan ser dinámicas y productivas económicamente. Esta se mide según el porcentaje de espacio público que tienen. Una ciudad con una conectividad alta es Nueva York, que tiene un porcentaje del 35% de calles. Otra ventaja de las ciudades densas es que las zonas residenciales, las comerciales y las oficinas están mezclados de tal manera que es fácil llegar a todas partes en transporte público. En el suburbio eso es imposible, la dependencia del coche es total.
Las ciudades europeas tradicionales, densas y compactas, también habían sido ciudades sostenibles. Pero en las últimas décadas las ciudades se han desarrollado pensando, no en los ciudadanos, sino en que estas sean cómodas para el coche. Y desde los años sesenta, aun en las ciudades viejas, se han construido autopistas que las atraviesan y rompen la cohesión de los barrios y las ciudades. En España quitamos los bulevares históricos, con sus paseos centrales y su arbolado, para ampliar el espacio del coche. Hemos reducido en nuestras ciudades las aceras, que en otros tiempos eran generosas, al mínimo imprescindible.
Ahora, podemos revertir esta situación y pensar en ciudades cómodas para el peatón y la bicicleta. Renaturalizar la ciudad, volver a hacer bulevares, volver las aceras a su anchura original y crear una red ciclista segregada y segura. No es solo muy posible, sino que es necesario humanizar el espacio público y devolver nuestras ciudades a las personas.
Para conseguirlo, podemos limitar el uso del vehículo privado, que ahora mismo ocupa más del 70% de nuestras ciudades, y favorecer el transporte colectivo, que incluye también el coche compartido. Las ciudades deben dejar de ser un gran aparcamiento en superficie. Afortunadamente, la Unión Europea (UE) nos empuja en esa dirección y los fondos europeos se usarán en proyectos que nos ayuden a dejar de contaminar con petróleo.
La ciudad para caminar, el barrio donde en 15 minutos encuentras todo lo necesario y donde los niños pueden ir al colegio andando solos y jugar en el parque de al lado de su casa, esa es la ciudad que podemos tener y en la que todos disfrutamos.
Rafael Moneo, embajador de nuestro país por todo el mundo, recibió múltiples reconocimientos como el premio Pritzker. ¿Qué parte de su estilo han heredado los nuevos arquitectos?
Nos ha enseñado a empezar un proyecto analizando su contexto, buscando los condicionantes específicos de cada situación. Cada problema hay que abordarlo desde su propia lógica, con sus propias reglas. No se trata de un estilo arquitectónico especifico.
Usted tiene proyectos y obras por todo el mundo. ¿Cuáles son, a su juicio, las tendencias que se están consolidando sobre todo en lo que a espacios empresariales y grandes espacios comerciales se refiere?
Como ya he mencionado, lo ideal es poder ir a trabajar en bicicleta o andando, no me gusta vivir fuera de la ciudad y tener que conducir 40 minutos cada día metida en un tapón. El lujo es poder hacer la compra en un mercado tradicional o en pequeñas tiendas de barrio, los centros comerciales no aportan carácter a las ciudades, sino que las perjudican con su masividad fuera de escala.
En Monterrey hemos hecho una iglesia en una plaza de un centro comercial que gira alrededor de dos calles arboladas. Un promotor ha creado espacio público de calidad porque ha entendido que era el mejor marco para atraer a los ciudadanos. Y ha sido un gran éxito social y comercial.
“Desde la bicicleta, la ciudad se disfruta enormemente”
¿Cómo cree que nos vamos a mover y vivir dentro de 10 años?
Yo llevo 15 años moviéndome en bicicleta por Madrid, aun sin la seguridad que nos daría tener una adecuada red ciclista. Espero que, dentro de 10 años, tengamos una red extensa y segura y que seamos, no miles, sino millones de españoles los que podamos hacer la mayor parte de nuestros desplazamientos andando o en bici. Para los que no la hayáis probado últimamente os recomiendo que lo hagáis, desde la bicicleta la ciudad se disfruta enormemente.