La UE necesita aumentar su inversión en un 4,7% del PIB, lo que supone 800.000 millones de euros anuales, para evitar un rezago irreversible respecto a EEUU y China en los ámbitos clave de innovación, digitalización y energía. Es el análisis de la consultora Qaracter, que interpreta el llamado 'Informe Draghi', una evaluación encargada por la Comisión Europea que desvela un escenario desafiante para la competitividad de la Unión Europea.
El declive económico de Europa, de acuerdo al documento, es evidente: en dos décadas, la brecha de PIB con Estados Unidos se ha duplicado, pasando del 15% al 30%. Mientras EEUU ha logrado un crecimiento del 72% desde 2007 y China se ha disparado un 270%, Europa apenas ha avanzado un 21%, lo que la coloca en una posición vulnerable ante la reconfiguración de la economía global.
Siguiendo este razonamiento, existen cinco puntos críticos que impiden que la UE compita de tú a tú con las principales potencias:
Innovación insuficiente
La innovación es el motor del crecimiento en la nueva economía digital, y en este aspecto, Europa se está quedando atrás. Mientras que en 2023 las siete grandes tecnológicas estadounidenses (Apple, Microsoft, Amazon, Google, Meta, Tesla y Nvidia) invirtieron 200.000 millones de dólares en I+D, toda la UE apenas alcanzó cifras similares sumando inversión pública y privada. China, por su parte, ha centrado su estrategia en sectores como la inteligencia artificial, los semiconductores y la biotecnología, logrando avances significativos con el respaldo del Estado y un ecosistema emprendedor en expansión. La falta de gigantes tecnológicos europeos y la fragmentación del mercado limitan la capacidad de innovación en la región. A esto se suma la dificultad para atraer y retener talento digital, pues muchos profesionales optan por trasladarse a Silicon Valley o a polos tecnológicos emergentes en Asia.
Energía costosa y dependiente
El coste de la energía es uno de los factores que más afecta a la competitividad de las empresas europeas. Mientras China ha destinado 300.000 millones de dólares en subsidios energéticos para abaratar los costos de producción y consumo, la UE sigue enfrentando precios elevados de electricidad y gas debido a su dependencia de importaciones. Esta situación se vio agravada por la crisis energética de 2022, cuando el conflicto en Ucrania evidenció la vulnerabilidad de Europa ante la volatilidad del mercado de combustibles fósiles. Aunque se han hecho esfuerzos para acelerar la transición a energías renovables, la capacidad de almacenamiento y la interconexión de redes aún son insuficientes para garantizar un suministro estable y asequible.
Sin una estrategia clara para reducir costos energéticos, las empresas europeas seguirán operando en desventaja frente a competidores estadounidenses y asiáticos, donde el acceso a energía más barata mejora la rentabilidad y el atractivo para la inversión.
Regulación asimétrica
El mercado único europeo debería ser una ventaja competitiva, pero la falta de armonización regulatoria entre los países miembros lo convierte en un obstáculo. Existen disparidades significativas en normativas fiscales, laborales y comerciales que dificultan la expansión empresarial y frenan la atracción de inversión extranjera. Mientras que en EEUU una empresa puede operar en todo el país bajo un marco regulatorio unificado, en Europa las compañías deben enfrentarse a múltiples legislaciones nacionales, lo que aumenta costos y tiempos de cumplimiento. Como resultado, muchas startups europeas con potencial global prefieren establecerse en EEUU o en mercados asiáticos donde el acceso a financiación y la expansión internacional son más fluidos.
El sector digital es un claro ejemplo de esta fragmentación: solo el 25% de las grandes empresas europeas realizan ventas transfronterizas online, frente al 50% en Estados Unidos. Esto limita el desarrollo del comercio digital y la competitividad de la región en un mundo cada vez más digitalizado.
Bajo dinamismo inversor
Para recuperar su competitividad, Europa necesita incrementar su tasa de inversión del 22% al 27% del PIB en la próxima década. Sin embargo, el contexto actual no favorece esta transformación. Mientras EEUU y China han desarrollado ambiciosos planes de estímulo y financiamiento para sectores estratégicos, la UE sigue mostrando dificultades para movilizar inversión privada a gran escala. La falta de incentivos fiscales y la burocracia excesiva han frenado la inyección de capital en proyectos clave, desde infraestructura tecnológica hasta el desarrollo de industrias emergentes.
Además, la banca europea ha sido más conservadora en la concesión de créditos a empresas innovadoras, en contraste con el dinamismo del capital riesgo en EEUU, que ha permitido la rápida escalabilidad de startups tecnológicas. Sin un entorno financiero más favorable, muchas compañías europeas con potencial global terminan trasladando su crecimiento fuera del continente.
Desigualdad digital
La brecha digital dentro de la UE es otro factor que ralentiza su crecimiento. Mientras algunas regiones, como los países nórdicos o Alemania, han avanzado significativamente en digitalización e infraestructuras tecnológicas, otros estados miembros todavía presentan un rezago considerable. La falta de acceso equitativo a redes 5G, centros de datos y plataformas de inteligencia artificial limita el desarrollo de ecosistemas tecnológicos robustos en ciertas zonas. Además, la carencia de una estrategia unificada para fomentar la digitalización de pymes y grandes industrias impide una modernización homogénea de la economía europea.
En comparación, China ha logrado una expansión masiva de su infraestructura digital en tiempo récord, conectando incluso zonas rurales con redes de alta velocidad y promoviendo la adopción de tecnología en todos los sectores productivos. Sin una inversión decidida en digitalización, Europa corre el riesgo de ver reducida su competitividad global y su capacidad de innovación.
Tres pilares para la recuperación
Teniendo en cuenta este análisis, la consultora Qaracter propone que Europa adopte una estrategia ambiciosa en tres frentes:
- Liderazgo digital: creación de un fondo europeo específico para digitalización, apoyo a startups tecnológicas y aceleración de la implantación del 5G y la fibra óptica.
- Autonomía energética real: reducción de la dependencia externa con una transición hacia renovables y almacenamiento energético eficiente, con la meta de alcanzar el 50% de energía limpia para 2030.
- Simplificación regulatoria: armonización normativa para facilitar la inversión y la expansión empresarial, eliminando barreras que frenan el desarrollo del ecosistema de innovación.
Si la UE no toma medidas concretas e inmediatas, su influencia económica y geopolítica seguirá debilitándose. Las tensiones internacionales y la nueva configuración del comercio global exigen una respuesta firme y coordinada. Enrique Galván, CEO de Qaracter, lo resume así: "No es momento de diagnósticos, sino de acción. Europa tiene el talento y los recursos para recuperar su protagonismo, pero debe apostar sin titubeos por la innovación, la digitalización y la independencia energética".