Las elecciones se producen en un contexto de pérdida de medio millón de votos por parte del PSOE y la visualización de posibles pactos del PP con Vox
El panorama no deja lugar a dudas: el PP venció en las elecciones autonómicas y municipales del pasado domingo y el PSOE apenas conserva poder, más allá del que ostenta en el Gobierno que preside Pedro Sánchez.
Los datos indican que el PSOE obtuvo medio millón de votos menos, más otros 700.000 votantes socialistas que se abstuvieron, según las cifras que maneja LLYC. Tan solo queda Castilla- La Mancha con mayoría absoluta, mientras que en Asturias y Navarra el PSOE necesitará acuerdos con otras fuerzas políticas.
Por su parte, el PP ha absorbido gran parte del voto de Ciudadanos, que pierde un millón y medio de votantes. De ese modo, además de recuperar regiones, gana en cinco de las capitales de provincia más pobladas. No obstante, aunque su victoria es clara, necesitará el apoyo de Vox en muchas autonomías, o bien a través de una coalición de Gobierno, o bien pactando políticas.
Esas razones llevaron a Sánchez a convocar elecciones generales y reconocer la derrota de su partido. De ese modo, los comicios se presentan como un cara o cruz: el PSOE puede verse apeado de prácticamente todo su poder o mantenerse en el Gobierno, si bien las encuestas indican que el PP podría conseguir la mayoría con el apoyo de Vox.
Precisamente esa es una de las bazas con las que juega Sánchez. En las anteriores elecciones, el PSOE agitó el miedo a la ultraderecha para aglutinar sobre sí el voto. Para el 23 de julio es posible que varios de los gobiernos autonómicos estén formándose o a punto de formarse. Ello también puede debilitar el bloque de derechas, por las tensiones que genera la formación de Gobierno, sumado a que se tendría que hacer en vísperas de que se pongan las urnas.
En cuanto a la izquierda, la convocatoria puede suponer varias ventajas. Por un lado, evita el desgaste que podría suponer para el Gobierno continuar hasta final de año. Además, ante posibles disensiones internas por la derrota, esta decisión no deja más opción que unir fuerzas. El propio Javier Lambán llamó este lunes a no precipitarse.
En realidad, aunque el PSOE perdió medio millón de votos, alcanzó el 28% de los sufragios, apenas un punto menos que en los anteriores. Eso significa que, si bien es cierto que redujo sus votos, la pérdida de poder se explica también por la caída de Unidas Podemos.
Es bien conocida la discordia entre Podemos y Yolanda Díaz. Al igual que en el caso del PSOE, no conviene que la izquierda se presente fragmentada, por lo que se puede suponer que Sánchez busca la unión del bloque a su izquierda de cara a las elecciones. El PSOE necesita que su partido consiga un buen resultado el 23 de julio, pero también que Sumar, el proyecto de Yolanda Díaz, obtenga votos suficientes para reeditar la coalición.
Cara o cruz
No obstante, los motivos aparentes de Sánchez para convocar elecciones los explicó en su declaración del lunes. El presidente habló de la recuperación del PIB de antes de la covid-19, la guerra de Ucrania, las reformas de su Gobierno y la próxima Presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea.
Según Sánchez, "todas estas razones, creo, aconsejan una clarificación sobre la voluntad de los españoles y las españolas. Una clarificación sobre las políticas que debe aplicar el Gobierno de la Nación y una clarificación sobre las fuerzas políticas que deben liderar esta fase".
En ese sentido, la victoria del PP podría tener su eco en los siguientes comicios, dado que, como dice Sánchez, "el sentido del voto traslada un mensaje que va más allá" del alcance municipal y autonómico que tuvieron las elecciones del domingo.