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Pangea Aerospace: El largo camino hacia el despegue de un cohete

Por Redacción Capital

Adrià Argemí y su equipo de Pangea Aeroespace avanzan en el lanzamiento de su primera misión comercial, que podría llegar en el año 2026.

Adrià Argemí es ingeniero industrial por la Universidad Politécnica de Cataluña, pero siempre había querido ser ingeniero aeroespacial. Tras acabar su primera carrera en Barcelona, se fue a Toulouse para licenciarse en la segunda. Al terminar, trabajó un tiempo en propulsión aeronáutica. Pronto vio que quería crear su propia empresa. Hizo un máster en Italia, encontró a otros ingenieros con algo de experiencia y ganas de emprender, buscó algunos perfiles de negocio y se fueron a Barcelona para poner en marcha Pangea Aerospace.

El objetivo de esta iniciativa es crear un cohete eficiente y reutilizable que esté disponible para su uso comercial en el año 2026. A sus 33 años, Argemí se define como un “friki” de la propulsión. Conoce bien el motor que quiere lanzar, y que la NASA empezó a investigarlo en los años 60: “Entonces era imposible desarrollarlo. Ahora puede hacerse por medio de la impresión 3D. Es el momento”, señala.

La compañía está en la actualidad trabajando en la tecnología. El proceso llevará unos cuatro años. Argemí quiere un cohete con dos motores: uno encima del otro. El primero sería el que trataría de reutilizarse, una vez agotada su gasolina en la primera etapa del vuelo; el otro pondría el satélite en órbita. La primera etapa supone el 60% del coste total. En la actualidad, los millones que cuestan los cohetes se queman con su puesta en funcionamiento: en una hora.

Argemí calcula que el lanzamiento puede costar 60 millones de dólares. Poco, teniendo en cuenta que poner de nuevo en órbita al Space Shuttle tras volver costaba 200 millones de dólares. Si todo va bien, el plan de negocio de Pangea contempla enviar al espacio veinticinco cohetes al año y obtener unos ingresos de unos 110 millones de dólares anuales.

Los modelos de negocio están por descubrir. “Puede haber un cliente que nos pida poner en el espacio un satélite de 100 kilos y que quiera ir solo en nuestro cohete porque su misión es secreta. Nuestra idea es poner en órbita un máximo de 150 kilos”, explica Argemí. También puede compartirse el espacio del cohete entre varios satélites de una o diversas empresas. Incluso han empezado a surgir brokers (intermediarios) que lo compran para determinado día con la idea de revenderlo a empresas y hacer así su negocio. En la actualidad hay un solo lanzador de pequeños satélites comerciales: Rocket Lab, ubicado en Nueva Zelanda. En sus primeros lanzamientos cobró a los clientes entre 75.000 y 80.000 euros el kilo. “Los nuevos actores del mercado han dicho que no pedirán menos de 10.000 euros el kilo”, explica el fundador de Pangea.

La ambiciosa apuesta de esta iniciativa requiere de un capital importante. Argemí y su equipo han conseguido 300.000 euros desde que empezaron a andar en febrero del 2018. Los clásicos familia, amigos y locos les proporcionaron parte del dinero inicial. El resto vino de subvenciones públicas de programas como Pyme Fase I, en el que obtuvieron 50.000 euros. Argemí tiene claro que la viabilidad de su camino requerirá de capital público y privado. Ve que entidades como el CDTI trabajan muy bien, y que acaban de subir un 40% su aportación al presupuesto de la Agencia Espacial Europea. Da esperanzas, ya que ese dinero vuelve luego a las empresas de los países que han invertido. Pangea tiene abierta una ronda de financiación de 600.000 euros en la que tendrá un gran protagonismo The Crowd Angel, una firma que es más bien un fondo de inversión de capital riesgo en empresas tecnológicas. La apuesta espacial de Pangea es nueva para esta firma: “Hasta ahora estábamos trabajando con startups de software y aplicaciones. No teníamos ni idea del sector aeroespacial. Es una inversión más a largo plazo, en varias rondas, es hardware… Vimos que era una posibilidad de abrir el abanico. Nuestro inversor pide buenas oportunidades. Tiene sentido en un portfolio diversificado. Si va bien, la rentabilidad será la más alta que hemos visto. El equipo nos encantaba y cada vez veíamos mejor el proyecto. Nos empezó a llegar feedback positivo del sector; los especialistas, incluido uno que había invertido en Space X -empresa de transporte aeroespacial de Elon Musk-, nos hablaban muy bien de ellos…”, señala Ramón Saltor, CEO de The Crowd Angel. Y se lanzaron.

Los inversores que participan en The Crowd Angel se dividen en dos categorías: profesionales junior o middle management, de entre 38 y 42 años y un sueldo mínimo de 50.000 euros, que invierten en tickets de entre 3.000 y 12.000 euros en una cartera de unas diez participadas; y los llamados deep pocket: ex altos directivos como Ángel Cano o un ex director de Riesgos de uno de los bancos más importantes de España. Entre ellos hay algunos dispuestos a invertir en un negocio de alto riesgo y posible alta rentabilidad como es el nuevo espacio, en el que se incluye Pangea Aerospace, y que se calcula que puede llegar a mover tres trillones de dólares en veinte años. En esta futura comercialización se incluyen apuestas como las del fundador de Amazon, Jeff Bezos, que quiere llegar a ver gente viviendo y trabajando en el espacio; la del creador de Tesla, Elon Musk, que quiere llegar a Marte; o la de otros muchos, que quieren lanzar microsatélites para ayudar a las empresas o los gobiernos a vigilar las estaciones petroleras, las fronteras, avanzar en el vehículo conectado o el Internet de las cosas, o el cambio climático. En este contexto se incluye la iniciativa de Pangea Aerospace, que busca centrarse en una tecnología diferenciadora de cohetes reutilizables, y para ello siguen buscando inversores.

Argemí cree que era “el momento de lanzarse a la piscina” y admite que él y su equipo se lo están pasando muy bien. No es de extrañar, viendo la transformación de un negocio como el espacio, en el que una empresa como la citada Rocket Lab está valorada en 1.000 millones de dólares, hay empresarios tan innovadores como Jeff Bezos, Elon Musk o Richard Branson, o se enfrentan estrategias como la de Europa, que tarda siete años en construir un cohete y tiene que reaccionar, o China, que tarda dos, y batallas como la que se libra en los lugares de lanzamiento, por los que los lanzadores de cohetes apostarán o no según los costes. El negocio del espacio está en el escaparate, y cada vez más actores quieren entrar para participar en él.

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