El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, presidirá este sábado la misa principal de la festividad de la Virgen de la Paloma en una celebración marcada por las medidas de seguridad para evitar el contagio del Covid-19: con una eucaristía a puerta cerrada y sin procesión.
Así, la parroquia de la Paloma, situada en el barrio de La Latina, limitará sus actos este año en honor a la conocida como patrona popular de Madrid. No obstante, habrá una misa solemne, a las 13.00 horas, que será retransmitida por Telemadrid.
Esta advocación madrileña se realiza con motivo de la celebración católica de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, dogma que proclamó en 1950 el papa Pío XII y que la Iglesia celebra todos los 15 de agosto.
Según asegura el párroco de la Paloma, Gabriel Benedicto, en la web del arzobispado, aunque los protocolos del coronavirus han limitado los horarios de apertura y celebraciones religiosas y no habrá homenajes musicales castizos, ni concurso de chotis, ni limonadas, ni verbena, ni procesión de la Virgen, sí que se mantendrá la bajada del cuadro para que lo veneren los devotos, tradición que justifica por "el sufrimiento que la pandemia ha causado en Madrid".
A pesar de que "no habrá beso ni se podrán pasar estampas, la Madre estará cerca de sus hijos desde que finalice la Eucaristía solemne, sobre las 14.00 horas, hasta las 19.00, cuando el arzobispo de Madrid presida el rezo del rosario".
BAJADA DEL LIENZO
Los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, servicio del que la Paloma es patrona, llevarán a cabo, como es tradición, la operación de bajada y subida de un cuadro que contiene ese lienzo original del siglo XVIII. Mide 1,70 metros de altura y pesa 80 kilos. Un trabajo en equipo para el que se necesitan al menos cinco bomberos.
Esta tradición, explica el arzobispado, nació antes de la Guerra Civil, cuando los vecinos pidieron ayuda al parque de bomberos de Puerta de Toledo para que les descolgaran el cuadro de la Virgen y sacarlo en procesión.
El lienzo que se venera es el mismo que se encontró en un corral a finales del siglo XVIII y que Isabel Tintero, la tía de uno de los niños que jugueteaba con él, rescató a cambio de unas monedas. Decidió colocarlo en una habitación de su casa que daba a la calle y la imagen pronto se hizo popular y milagrosa, especialmente para la infancia y los problemas de fertilidad.
(SERVIMEDIA)