Queremos jugar en la champions league de los vinos de la ribera. Llevábamos años dándole vueltas, que si aliarnos con alguien, que si comprar, que si hacer una instalación nueva, hasta que esta bodega se puso a tiro”, señala Marcos Yllera, presidente de Grupo Yllera. De ahí su adquisición, en 2015, con una inversión total de más de 9 millones de euros.
Ese mismo año ya se acondicionó toda la zona de elaboración, y para finales de este, o la primavera de 2017, estará lista para abrir al público. “Es la primera vez que hemos ido a un banco. Nunca habíamos estado endeudados, todo nuestro crecimiento se ha basado siempre en fondos propios”, recalca su presidente.
Treinta hectáreas propias de uva tempranillo y cabernet sauvignon, y varios contratos con algunos viticultores con viñedos de más de 80 años, serán el germen de un vino de alta gama. “Estamos a punto de firmar un acuerdo con un enólogo francés para asesorarnos en la elaboración. Queremos situarnos al nivel de las marcas más prestigiosas de España”, aclara su hermano Carlos, director gerente. De momento, no hay fecha para su puesta de largo. Este año los enólogos desarrollarán una primera experiencia, o toma de contacto, con 400.000 kilos de uva para dar 350.000 litros, con guarda entre 12 y 18 meses en barrica, más otros tantos en botella. Un periodo de tiempo suficiente para poner nombre a la bodega (que no se llamará Entrecastillos) y al vino resultante.
Hitos innovadores. Aunque la bodega, conocida como Los Curros, fue fundada por Jesús y Pepe Yllera en 1970, la ligazón familiar con la tierra, y con el viñedo, se remonta seis generaciones atrás (es decir, más de un siglo). “Mi tatarabuelo elaboraba verdejo y lo vendía a granel en pellejos de cuero por los pueblos del sur de Medina del Campo”, recuerda Marcos Yllera. Y añade: “Entonces el vino formaba parte de la dieta diaria de muchos castellanos”.
Fue en 1972 cuando se produce un salto de calidad en la firma. Elaboran el primer blanco verdejo en la zona de Rueda, lo embotellan y lo mandan a una feria en Milán, donde resultó premiado con la medalla de oro. Tan de moda se puso la marca Cantosán, que hoy sigue siendo el blanco de la casa en establecimientos de restauración de renombre como Zalacaín.
Pero su pasión por el vino, su amor por la tradición, y su decidida apuesta por la innovación les lleva a seguir dando pasos hacia delante. Eso sí, siempre bajo la filosofía de ampliar y expandir la cultura del vino. De ahí que varios miembros de la familia se embarcasen en la creación del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rueda, primera DO creada en Castilla y León en 1980, por ejemplo. Años después la marca se haría más popular cuando se utilizó la misma marca para dar nombre al espumoso de la casa. Y el éxito se debió a una sintonía que se ha convertido en una especie de clásico de la radio: “ni cava, ni champán, burbujas Cantosán”.
Otra revolución enológica y comercial que impulsaron acaeció en 1983: el nacimiento de Tinto Yllera. ¿Por qué? “Porque en la zona no se bebía vino tinto, sino blancos y claretes o rosados”, aclara su presidente. Con una crianza de un año en barrica y otro en botella, los 76.000 envases iniciales se vendieron en pocos meses. Hoy la producción supera las 600.000 unidades.
Y llegó la revolución. Un espíritu, el de buscar nuevas formas para sorprender el paladar de los ‘seguidores de Baco’, que les llevó a estar presentes en las Denominación de Origen Rueda, Vinos de la Tierra de Castilla y León, Ribera del Duero, vinos con carácter Toro, y Rioja, hasta dar el paso en 2010 que supuso una especie de terremoto en el sector: el nacimiento de los frizzantes. “Es un vino para la gente no bebedora de vino. Es mosto parcialmente fermentado que está abriendo el consumo de vino a gente que no le gustaba”, concreta Carlos Yllera. Tanto éxito ha tenido, que este año harán unos dos millones de botellas, muy por encima de las 20.000 iniciales. “Tenemos un acuerdo con la Universidad de Salamanca para desarrollar levaduras para este producto. Más de una veintena de bodegas nos lo han copiado”, especifica
¿Su última apuesta? Un vermú 100% natural y con toques de maceración de más de 30 botánicos. “Es menos dulce, más amargo. El peligro que tiene es que abras la botella y acabes terminándola”, bromea Marcos Yllera.
Aunque están presentes en una treinta de países, el porcentaje de sus ventas allende los mares solo supone alrededor de un 10% del total. “Es un punto a mejorar. Una oportunidad de crecimiento”, señala su director gerente. Con una facturación de 12 millones de euros en 2015 (un 25% superior al año anterior), vendieron más de 4,5 millones de botellas, que abarcan una gran variedad. “Tenemos marcas estratégicas, como Cantosán, Yllera o Bracamonte, y luego otras más tácticas. Puede darse el caso de que en una misma zona tengamos dos distribuidores, y uno venda una marca A y otro una marca B”, aclara Marcos Yllera. También comercializan referencias más destinadas al súper, y otras más orientadas hacia el sector Horeca. Eso sí, lo que tienen muy claro desde el primer día es que el vino se hace en el viñedo, y que si este es malo, no se hace buen vino. “En la bodega lo que hacemos es intentar no estropear lo que nos ha dado la naturaleza. El enólogo, la tecnología, y las barricas, influyen. Pero la clave es la uva”, concluye su presidente.
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