Arturo y Kike (Artuke), el futuro de La Rioja alavesa en manos de jóvenes viticultores empapados de la tradición e historia familiar
Pese a ser una familia vitivinícola ‘reciente’, si la comparamos con grandes históricos del panorama nacional, la bodega Artuke ha conseguido posicionarse en un mercado más que competitivo gracias a la calidad de sus vinos. Sus inicios se remontan a 1991, cuando Roberto de Miguel decidía dejar de vender las uvas cultivadas en los terrenos de Baños de Ebro (comprados por su padre Miguel Blanco en 1950) para empezar con la preparación de sus propios vinos. Una andadura profesional a la que se sumarían en pocos años sus hijos Arturo y Kike (los ‘culpables’ del nombre de la bodega, resultado de la unión de ambos nombres).
A día de hoy, la bodega cuenta con 31 hectáreas de cultivo distribuidas en 70 parcelas diferentes repartidas entre su tierra natal Baños de Ebro (en La Rioja alavesa), viñas viejas en Samaniego y San Vicente de la Sonsierra; e incluso en Ábalos. Esta nueva generación de viticultores riojanos (pioneros del movimiento ‘Rioja’n Roll’, con un férreo compromiso por el terruño y la elaboración de vinos con identidad), mantienen la filosofía de trabajo tradicional heredada de sus ancestros, pero con un especial cuidado del entorno a través de la elaboración ecológica.
Sanar lo viejo y sumar lo nuevo
Arturo y Kike decidieron hace más de una década reinventar la bodega y sus cultivos, incorporando a los viñedos de plantación en copas (un tipo de cultivo tradicional que ofrece una elevada resistencia a sequias y condiciones climatológicas extremas) una importante innovación biodinámica. Una apuesta ecológica, dando una nueva vida a ‘viñedos abandonados’.
Fue un trabajo sacrificado, al suponer una mayor atención y cuidado (han de visitar los viñedos cada cinco días en lugar de los plazos de 15 días que imperan en los calendarios de los viticultores), pero que da resultados muy dulces y permite a Artuke elaborar los ‘vinos más borgoñones’ de La Rioja.
La tradición y el respeto por la tierra son más que palpables en cada acción, desde el tratamiento de la vid hasta la recogida a mano de la uva. Tras su traslado a la bodega en pequeñas cestas, los racimos de uvas pasan a la mesa de selección para ser despalillados y transportados a los tanques de acero inoxidable para comenzar la fermentación con levaduras autóctonas. Posteriormente, estos caldos son depositados en grandes barricas de madera en un periodo de maduración que puede oscilar entre los 13 y 16 meses.
Artuke apuesta por lo ‘desechado’ mientras suma y sigue creciendo. La bodega cuenta con viñedos de 1913, a los que se suman las nuevas cepas que se plantan cada año con variedades tradicionales como Tempranillo, Garnacha, Graciano, Viura o Palomino fino. Los hermanos mantienen una elaboración con siglos de historia, sabiendo que el consumidor final valora ese trabajo artesanal transferido de padres a hijos.
Vinos personales
La distribución de los viñedos, como en toda bodega con historia, determina la calidad del vino que se elabora. En el caso de Artuke, la disposición geográfica de las viñas, pese a llevar el mismo proceso de cultivo, recolección y elaboración, supone la creación de caldos con características diferentes.
Como vinos de pueblo, la bodega cuenta con el tradicional Artuke y el vino Pies Negros. Artuke, el vino tradicional de la bodega se continúa elaborando en los viñedos de Baños de Ebro a partir de variedades tempranillo y viura, dando como resultado caldos borgoñones. Mismas características que los vinos Pies Negros (vino cosechero cuyo nombre se debe al pisado tradicional de la uva con los pies desnudos) con variedades de tempranillo y graciano cultivadas en Ábalos.
Por otro lado, están los vinos de la ‘Finca de los Locos’. La historia de este nombre se debe al apelativo popular de ‘loco’ con el que denominaron al fundador Cesáreo de Miguel tras adquirir una finca de suelo muy pobre y arenoso en 1950. La labranza de estos terrenos ha dado como resultado unos vinos apreciados por el público por su acidez y sus notas de balsámico y monte bajo. Artuke siempre ha apostado por la ‘segunda vida’ de vides abandonadas, teniendo también la gama de vinos La Condenada, creados a partir de uvas extraídas de un viñedo abandonado y condenado (de ahí su nombre), elaborado a partir de la mezcla de todas las variedades de vino presentes en la parcela.
Como última variante se encuentran El Escolladero, procedente de la parcela situada a los pies de la Sierra de Cantabria. Este vino es el más personal de la familia, basando su éxito en el proceso de selección del viñedo.
Arturo y Kike son considerados como dos de los grandes nombres de futuro de Rioja Alavesa. Jóvenes viticultores empapados de la tradición e historia familiar, capaces de continuar el legado a través de un cultivo ecológico, responsable con la tierra. De su trabajo han nacido algunos de los grandes vinos de la zona, siendo capaces de crecer sin perder su esencia y patrimonio. Unos ‘sanadores’ de vides que viven un momento de crecimiento y consagración en el mercado desde su región natal.