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Lifestyle

Australia, una aventura única

Por Enrique Fernández

Viajar a Australia supone conocer uno de los países más grandes y espectaculares del planeta

Para explorar bien el país, harían falta meses, ya que hay lugares increíbles que visitar en casi cualquier región del mismo. Playas, desiertos, paisajes naturales o ciudades modernas son algunos de los escenarios que los visitantes descubren al adentrarse en esta gigantesca isla.

Melbourne y su fauna

La segunda ciudad más grande del país supone una parada imprescindible en cualquier viaje por Australia. Situada en una ubicación privilegiada, esta urbe goza de un contraste de estilos arquitectónicos formidable. Desde el clasicismo de la estación de tren Flinders y la catedral de St. Paul hasta el toque moderno y vanguardista del Centro de arte Ian Potter (donde se pueden descubrir piezas de arte aborigen y contemporáneo).

Cada calle de la ciudad esconde alguna sorpresa, desde los grafitis que bañan Hosier Lane (donde se puede firmar con los rotuladores que los propios artistas urbanos dejan a disposición de los visitantes), el mercado de la Reina Victoria y su comida local o la metrópolis y la red de tranvías que recorren la ciudad. Además, algunas visitas menos conocidas pero muy interesantes son la biblioteca Victoria (con su sala de lecturas octogonal), la cárcel de Melbourne del siglo XIX o la galería de arte Victoria (la más grande y antigua de Australia).

Dejando a un lado la zona urbana, los mayores tesoros de Melbourne se encuentran a las afueras, en la costa. Próximas a la ciudad, se encuentra la playa Brighton (donde destacan sus famosas casitas de madera pintadas en diferentes colores) y el pueblo de St. Kilda, famoso por las concentraciones de pingüinos que acuden allí.

Las siguientes paradas, adentrándose más en la costa sur del país, son la península Mornington y la isla Phillip. Zonas costeras tranquilas en las que relajarse y disfrutar de playas menos turísticas. En el caso de la isla Phillip, esta excursión permite ver koalas, canguros y pingüinos en su hábitat natural.

La última parada de la costa sur es un clásico de Australia: el Great Ocean Road. Una ruta panorámica espectacular para realizar en coche, con la mágica playa de los Doce Apóstoles como la gran parada del camino.

Entre Melbourne y Sidney se encuentra una dura ruta de 900 km que no merece la pena recorrer en coche (son más de 9 horas) puesto que en ese recorrido la única parada interesante sería Canberra, actual capital del país y ciudad moderna edificada íntegramente a comienzo del siglo XX.

Sídney, la modernidad australiana

Considerada como una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, la ciudad de Sídney consigue guardar una armonía entre modernidad y naturaleza, con la Ópera como pieza cumbre de esa unión. El emblema de la ciudad, declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, supone una joya arquitectónica del siglo XX de estilo expresionista conformada por cáscaras prefabricadas unidas.

La otra joya arquitectónica de la ciudad es el puente de la bahía, vía de comunicación entre el centro financiero de la ciudad y la costa norte. Una gran obra de ingeniería de los años 30 con 1.149 metros de longitud y 134 de altura del arco. Es más, si se quiere capturar una imagen inigualable de la ciudad con sus grandes monumentos como protagonistas, compensa desplazarse hasta el mirador de Mrs. MacQuarie.

Para conocer los edificios más antiguos de la ciudad, nada como dar un paseo por el barrio The Rocks o desplazarse a conocer la catedral de Santa María, la más grande del país y construida en 1821. Para los amantes de la naturaleza, existe una ruta ‘`playera’ con la playa de Bondi, considerada como una de las mejores del mundo; o la playa de Hyams y la Bahía de Jervis, situadas a unas 2 horas de la ciudad. Y, en un viaje hacia el centro del país, se encuentran las espectaculares montañas azules y la ciudad de Bathurst (cuna de la fiebre del oro australiana).

El encanto marino del noreste

El noreste de Australia es famoso por el mar. Desde pequeños pueblos pesqueros como Byron Bay, con sus famosos faros, hasta la paradisiaca isla Fraser. La isla de arena más grande del mundo supone una visita casi obligatoria en cualquier viaje a Australia. Con una escenografía en constate cambio a causa de las mareas, sus lagos y arroyos de aguas trasparentes provocan un efecto visual hipnótico. Además, dentro de la isla se encuentra la última comunidad salvaje de dingos de raza pura.

Y de los dingos de Franges a los ornitorrincos de Atherton, un paisaje de árboles milenarios y cascadas en el norte del país donde se pueden apreciar algunos de los animales más exóticos del continente. Un poco más al norte y acercándose de nuevo a la costa, se encuentra el bosque tropical más antiguo de la tierra, con 135 millones de años: el Parque Nacional Daintree. Las rutas por este paraíso natural permiten apreciar aves y mamíferos autóctonos de la zona, así como conocer cómo era la vida de los aborígenes de la mano de un guía local de la tribu Kuku Yalanji.

Pero si por algo es famoso el noreste de Australia es por la Gran Barrera de Coral. El mayor arrecife del mundo, con una extensión de 2.300 km capaz de apreciarse desde el espacio, supone un tesoro marino de valor incalculable. Realizando esnórquel en sus aguas se pueden apreciar más de 400 asombrosos tipos de coral y una fauna marina con más de 5.000 especies diferentes de peces, cetáceos, medusas y moluscos. Destacan las ballenas, los tiburones, las tortugas o las almejas gigantes. Y, si se alza la vista al cielo, más de 20.000 aves marinas estarán volando en este santuario.

Alrededor de la gran barrera, existen múltiples islas que se pueden visitar siendo, la Isla Magnética y la isla Lagarto las más interesantes. La primera, cuyo nombre fue heredado del explorador británico James Cook al descubrir cómo su brújula se alteraba al pasar por esa zona, destaca por sus paradisiacas playas, los koalas que en la isla habitan y por la fiesta de la luna. En el caso de Isla Lagarto, la actividad principal es el buceo y el esnórquel, siendo playa Tortuga uno de los mejores lugares para ver tiburones, tortugas y almejas gigantes.

Del mar al desierto

Frente al azul de la costa que rodea todo el país, al amarillo de la arena y las zonas rocosas que conforman el gran desierto central, Australia presenta un contraste de escenarios que permite a los turistas disfrutar de experiencias completamente diferentes. El corazón rocoso de la isla se materializa en Kings Canyon, un cañón de piedra arenisca en cuyo desfiladero se pueden apreciar cientos de especies de flora y fauna que han sobrevivido al paso del tiempo. Próximo a él se encuentra el parque nacional Uluru-Kata Tjuta, declarado Patrimonio de la Humanidad y uno de los mejores lugares del país para conocer la cultura aborigen de la mano de los Uluru.

En la meseta norte, otros dos parques naturales destacados: Kakadu y Purnululu. Kakadu es el parque nacional más extenso de Australia (supera los 20.000 km cuadrados) con cascadas de gran belleza y tesoros arqueológicos como pinturas rupestres con más de 50.000 años de historia. Por su parte, Purnululu destaca por su laberinto de montañas de arenisca de pintorescas formas (un territorio venerado por los antiguos aborígenes).

La dorada costa del oeste

Australia cuenta con 35.877 km de costas, lo que se traduce en más de 10.000 playas. En el caso de la costa noroeste, la más destacada es Playa Cable y sus 22 km de arena blanca perfecta. Si se continua la ruta hacia el sureste, alejado de la costa se encuentra el Parque Nacional Karijini. Es el segundo parque más extenso de Australia, famoso por sus cordilleras (destacando el pronunciado desfiladero Hancock Gorge), cascadas y piscinas naturales de color esmeralda.

Y de las cordilleras, a la costa de nuevo para nadar con tiburones ballena en el arrecife Ningaloo. Un enclave perfecto para avistar grandes mamíferos submarinos como las ballenas jorobadas. Siguiendo por la costa se encuentra la bahía del tiburón, un zoológico marino de valor incalculable siendo el hogar de la mayor concentración de vacas marinas del mundo, así como otras muchas especies de mamíferos marinos, tiburones, peces, crustáceos y cetáceos. En estas aguas es donde mayor concentración de tiburones blancos se da en el país y uno de los mayores del mundo.

Llegando al sur de la isla se encuentra otro de los grandes parajes naturales del país: el Parque Nacional Cabo Le Grand. Un ecosistema costero formado por playas paradisiacas de aguas turquesas y grandes acantilados y hogar del emblema del país: el canguro occidental. Del azul turquesa del mar se pasa al sorprendente rosa del lago Hillier en la pequeña isla de Middle. Un lago ‘sin vida’ (por su elevada concentración de sal) famoso por el color rosáceo de sus aguas provocado por las bacterias que en él habitan.

Tasmania e Isla Canguro, tesoros naturales

Al sur del país, se encuentran dos islas imprescindibles de visitar para los amantes de los animales: Tasmania e isla Canguro. En el caso de isla Canguro, la tercera isla más grande de Australia, cuenta con una fauna que va mucho más allá de los mamíferos más famosos del país, ya que en la isla se pueden encontrar otras especies destacadas como koalas, ornitorrincos, equidnas y ualabíes. Y, en sus playas, osos y leones marinos. Un enclave único para disfrutar de la fauna australiana en su propio entorno.

Tasmania suele ser una parada ‘olvidada’ en las visitas a Australia, pero no debería ser así. Una isla situada a poca distancia de Melbourne cargada de naturaleza y belleza. Con parques naturales perfectos para los más aventureros y los amantes del senderismo, esta isla cuenta con paisajes espectaculares que merece la pena visitar. Además, durante las noches, si se tiene suerte, se puede ver al ‘anfitrión’ de la isla: el demonio de Tasmania. No es el escenario ideal para los amantes de las playas (en esta isla hace bastante más frío que en otras partes del país) pero sí es una oportunidad para los turistas amantes de la naturaleza y la aventura. 

Con todo, Australia supone uno de los mayores tesoros naturales del globo terráqueo, siendo una visita que todos deberíamos hacer al menos una vez en la vida. Pese a tener que pasar casi un día dentro de un avión para llegar (el tiempo de viaje desde Madrid es de 21 horas) y suponer la superficie de la tierra con mayor porcentaje de animales que pueden matar al ser humano, Australia es una aventura única e inigualable.

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