Bahamas, playas de postal, barcos sin presupuesto y la sensación de navegar por el Caribe más deseado
Hay nombres que invitan a la acción pasiva….y Bahamas es uno de ellos. Playas de postal, barcos sin presupuesto y la sensación de navegar por el Caribe más deseado. Islas que encadenan emociones porque cada atardecer es más bello que el anterior.
Los colores aquí rompen con lo convencional. Azul y más azul. Después de una tormenta de verano, el fondo de escenario es más irreal. Bahamas es el país de los colores intensos. Su bandera refleja su espíritu. El amarillo del sol, el azul del mar y el negro de su población. El mestizaje es un reclamo más para un espacio natural que ha hecho del ocio su gran patrimonio. Son 700 islas, aparentemente perdidas en la inmensidad del Atlántico, que conforman un país conocido como Bahamas. Sólo su nombre, ya refleja otra forma de entender la vida. La posibilidad de navegar con la compañía española Aproache es una manera de entender el Caribe.
Lo que no mucha gente sabe es que Bahamas fue descubierta por los españoles. Fue el mismo Cristóbal Colón quien hizo su primera escala en las islas en su viaje a América y uno se pregunta cómo pudo continuar el viaje habiendo pisado sus playas. Los españoles le dieron su nombre “Bajamar”, que por obra de los ingleses incapaces de pronunciar nuestra jota derivo en el actual Bahamas.
Los amantes de los barcos están en el paraíso. Aquí también funcionan los tópicos. A las Bahamas viaja el que tiene dinero, y lleva hasta las chanclas de playa de marca. Johnny Depp. Bernard Arnoult o el mago David Copperfield y muchos más famosos poseen islas privadas o grandes mansiones en las Bahamas y eso siempre encarece los lugares. Son más de 700 islas e islotes casi 2.500 cayos y rocas, que se prolongan a lo largo de 1.200 kilómetros desde la punta sudeste de Palm Beach, en Florida, hasta una punta del extremo este de Cuba.
Si a esto unimos la capacidad ensoñadora del cine, podemos cerrar el círculo. Gran parte de la promoción se la debemos al mismísimo James Bond. . Fue el mismísimo agente 007 quien puso de moda, a finales de los 60, el archipiélago de las Bahamas. Parte de la película Operación Trueno, con un jovencísimo Sean Conery de protagonista, se rodó en las Bahamas y la audiencia se quedó cautivada por el encanto colonial de Nassau, unas playas de cine y fondos marinos de New Providence.
Curiosamente, fue también por aquel entonces que los ingleses no tuvieron otro remedio que declarar la independencia de una de sus más preciadas joyas de la corona, pero fueron muchos los que decidieron quedarse y sigue siendo hoy en día de lo más “British”.
Bahamas es la imagen perfecta del “dolcefarniente”: hamacas a la sombra, suaves brisas meciendo palmeras, cocktails al atardecer y un tranquilo mar azul turquesa. La influencia inglesa se deja notar por los cuatro costados, desde los “Gin & Tonics” del aperitivo hasta el famoso té de las 5, pero sobre todo en un cierto orden y eficiencia poco usual en otras islas del Caribe.
A tanto llega esta influencia inglesa que se puede ver, al estilo Buckinham Palace, el cambio de guardia. La ceremonia tiene lugar en sábados alternos en frente de la Casa del Gobernador, protagonizado por jóvenes guardias negros, vestidos con el mismo uniforme utilizado por el antiguo ejército colonial británico en Hong Kong, Nairobi o Nueva Delhi. Incluso el salacot adornado con banda de seda roja y un chaleco de piel de leopardo, que el imperio de la reina Victoria todavía deja su huella.
Parte del pasado más oscuro de Bahamas tiene su representante en Vendu House, en Nassau, el antiguo mercado de esclavos y otras mercancías, el edifico construido a finales del siglo XVIII es hoy el museo Pompey, en honor a un famoso esclavo. La primera renovación del edificio, según se lee en una placa conmemorativa, fue llevada a cabo por la compañía de ron Bacardi para conmemorar el paso de Colón por la isla en 1542.
El museo muestra a través de objetos y documentos lo que fuera la esclavitud en las plantaciones de las islas durante años, hay que recordar que hasta los años 60 la misma Paradise Island donde se encuentra Nassau eran campos de cultivos. Los fortines del siglo XVIII son interesantes de visitar para aprender un poco más las historias de piratas quienes desde el siglo XVI, que se marcharan los españoles, convirtieron las islas en su refugio, hasta sus playas llevaban los botines confiscados sobre todo a los españoles que volvían de las Américas cargados hasta la bandera, siempre hubo oportunistas…
Hoy los colores de la calle asaltan al turista. Aquí, la sobriedad puritana de los colonos ingleses parece haber desaparecido. Su austeridad se viste de rojo, de azul, de verde, y sobre todo de blanco y rosa, como un gigantesco helado de nata y fresa.Ser llamativo parece una obligación…
Esa componente “kisch” es un buen escenario, para su cargado trasfondo histórico. Estas islas caribeñas a las que llegó Cristóbal Colón hace más de cinco siglos, han sido colonia británica hasta los años setenta. El toque British se hace evidente. El recuerdo de su pasado colonial se prolonga en sus calesas, en su conducción por la izquierda, en su pasión por la navegación y en su orgulloso pasado pirata.