La bodega ha registrado un crecimiento del 30% con respecto al año anterior y su objetivo es seguir en esa dirección
La bodega es también una oda a la uva Verdejo, conocida por su piel gruesa y su resistencia a condiciones climáticas adversas
En el corazón de la provincia de Valladolid, en la pintoresca localidad de Serrada, se encuentra una joya enológica que se remonta a épocas inmemoriales, la bodega Diez Siglos. Un rincón vinícola en el que el tiempo parece haberse detenido, un faro que ilumina el pasado, presente y futuro de España, combinando la herencia vitivinícola de la región con la innovación y la excelencia en la elaboración del vino.
Diez Siglos, que pertenece a la zona norte de la Denominación de Origen Rueda, es el sueño de 65 viticultores que supieron rodearse de expertos para elaborar vinos de gran calidad que, a pesar de su corta existencia, han logrado un gran reconocimiento nacional e internacional. Su filosofía es la pasión, tradición por el vino y el respeto por la tierra, señas de identidad que se entrelazan en cada botella. “Nuestra bodega es un proyecto relativamente joven, pero con un bagaje extenso que nace en 2009, ante la inquietud de un grupo de enamorados del vino y la tierra con un claro espíritu de mantener vivo el legado de cientos de años de una de las variedades más apasionantes de España, la variedad verdejo”, afirma Antonio De Íscar Martínez, Presidente y Consejero Delegado de Diez Siglos.
La bodega es también una oda a la uva Verdejo, variedad que ha encontrado en estas tierras su hogar definitivo. Conocida por su piel gruesa y su resistencia a condiciones climáticas adversas, sus atributos la hacen ideal para prosperar en este lugar en el que el tiempo se ralentiza. Esta variedad es autóctona de la región de Rueda y ha encontrado en Serrada su localización perfecta.
La elaboración de sus vinos combina sabiduría con tecnología: la vendimia manual -en la que se encuentran inmersos en estos momentos- y la fermentación o la crianza en barricas de roble demuestran el compromiso de la bodega con la calidad. “En esta ocasión hemos fermentado el verdejo en acero inoxidable, después en barrica de roble francés y más tarde lo depositamos en recipientes de 16 litros de cristal -en las conocidas Damajuanas- para realizar una crianza oxidativa a la intemperie”, informan desde la bodega. Sus instalaciones incluyen la más avanzada tecnología enológica para la elaboración del vino, con los mencionados depósitos de acero inoxidable inertizado y temperatura controlada donde elaboran más de 3 millones de litros. “Gracias a ello podemos presumir de nuestros vinos blancos verdejos y los famosos frizzantes”, aseguran.
Su clima continental, con influencias atlánticas, da lugar a estaciones bien definidas y amplitudes térmicas significativas entre el día y la noche con inviernos fríos y veranos cálidos, ideales para la uva Verdejo. “Aquí los inviernos son muy fríos y los veranos secos y calurosos. Estamos en la meseta, aproximadamente a algo más de 700 metros de altitud y existe muy poca humedad. El clima seco ayuda a que existan pocos hongos y las enfermedades las tenemos muy bien controladas”, añade.
Además, el suelo pedregoso y calcáreo, que aporta mineralidad y carácter a la uva, proporciona condiciones ideales para que ésta desarrolle su carácter distintivo. “Son suelos pobres, arenosos, con piedra y mucho canto rodado, ideales para la vendimia porque ofrecen condiciones que promueven el crecimiento saludable de las vides y contribuyen a la calidad y complejidad de las uvas, lo que se traduce en vinos excepcionales”, indica el empresario. Además, albergan una excelente capacidad de drenaje debido a la presencia de piedras y rocas que permiten que el exceso de agua se escurra fácilmente, mejoran la aireación de la tierra y tienden a ser menos propensos a ciertas enfermedades fúngicas que pueden afectar a las vides.
Sobre la vendimia de este año, matiza que este año la iniciaron “un poco antes de lo establecido porque vivimos una ola de calor muy grande” Sin embargo, la DANA y sus lluvias de 60 litros supusieron una pausa en sus planes. “Tras su paso, hemos vuelto a empezar y llevamos prácticamente un mes de proceso. Afortunadamente, en una semana tendremos todo controlado”, reconoce De Íscar Martínez.
El verdejo Diez Siglos es su carta de presentación, no sólo porque da nombre a la empresa, sino por su calidad. “Es un vino que se ha puesto de moda. Como variedades foráneas, la más importante que hay es la Sauvignon, que se implantó aproximadamente a finales de los años 70 y principios de los 80; y se adapta también muy bien a estos terrenos. Nosotros tenemos aproximadamente un 10% de terreno para esta variedad y conseguimos excelentes resultados, logrando medallas de oro en los concursos internacionales, donde se miden con los más famosos que pueda haber en el mundo, como Nueva Zelanda, Francia por supuesto, Chile…”.
Sin duda, un homenaje al vino que elaboraban sus antepasados y un guiño a sus orígenes. “Esta es una zona que tiene tradición de vinos. Nos llamamos Diez Siglos porque es el tiempo que, estimamos, lleva implantada nuestra variedad autóctona, que es la verdejo, en estas tierras, que forman parte de la repoblación que hubo al sur del Duero hace aproximadamente mil años. Además, desde el siglo XVI ya se servían vinos en la Corte provenientes de estas zonas”, indica su Consejero Delegado.
Pero además de honrar la historia y la excelencia enológica, Diez Siglos abraza la sostenibilidad, que es clave en su filosofía, asegurando que las futuras
generaciones continúen disfrutando de los frutos de estas tierras. Por eso, está comprometida con prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente y la responsabilidad social. “Apostamos por un cultivo mucho más sostenible: casi la mitad de nuestras hectáreas están en cultivo ecológico, intentamos que el suelo se mantenga vivo mediante cubiertas vegetales, que además nos sirven para proteger la temperatura del suelo”, sugiere.
Respecto a sus planes a corto y medio plazo, la bodega ha registrado un crecimiento de aproximadamente un 30% con respecto al año anterior y su objetivo es seguir en esa dirección: “Nuestros planes siempre son seguir creciendo porque las empresas no podemos renunciar a ello. Estamos creciendo en nuestro conocimiento de las marcas, en cuanto a ir adivinando por dónde van a ir los gustos de la gente, lanzar nuevos productos, ser mucho más eficientes, tanto en cuanto al consumo de energía como en la planificación del trabajo… Somos un tipo de empresa con sede en la viña, un entorno por el que tenemos que seguir trabajando, por mantenerlo e incluso mejorarlo. Por eso vamos implantando planes de eficiencia y sostenibilidad con el foco en dos puntos: la energía eléctrica, con la implantación de placas solares; y el ahorro del agua, a la que se da un segundo uso como riego tras su paso por la bodega”.
Por otro lado, asegura que otro de sus objetivos es importar talento en el medio rural. Y, por supuesto, incide en la idea de dejar nuestro entorno igual o incluso mejor del que nos encontramos: “Yo fui un niño del medio rural y conocí un entorno en el que existía mucha agua, en los inviernos subía de nivel y aparecían los arroyos… y luego hubo una serie de años de una explotación de acuíferos tremenda que provocó que esas aguas que se encuentran por encima del suelo desapareciera y se fuera a niveles por debajo de los 100 o los 150 metros para poder ser captados. Eso no puede ser, tenemos que ser capaces de adaptarnos e incluso tratar de ir recuperando todo aquello que fuimos perdiendo”.
Se despide confesando que definiría su trabajo como una vocación. “En mi caso, y creo que en el de la mayoría de los que estamos inmersos en este proyecto, lo que nos une es el profundo amor que tenemos por el campo y por la transformación de ese fruto, que crea una riqueza y nos hace estar presentes en muchos países”, concluye Antonio De Íscar Martínez.
