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Lifestyle

Florac, el poder de saber acabar

Por Redacción Capital

Los aficionados a las carreras ecuestres de Endurance tienen marcado en rojo la fecha del 16 septiembre. Los 160 kilómetros de Florac sigue siendo la prueba más emblemática del Endurance. Caballos, jinetes, preparadores y público se vuelcan en una prueba donde acabar es un reto. Ganar Florac es tocar la gloria

Cada año, la pradera de Ispagnac es el escenario de su ritual anual. Después de pruebas menores y un auténtico festival del caballo. Cuadras, tiendas, jinetes, entrenadores y corceles se preparan para el gran evento Una carrera de 160 kilómetros que pone a prueba la capacidad de resistencia del caballo y el jinete, unidos como nunca han estado, para llegar al final.  

Esta carrera de esfuerzo y resistencia representa una tradición que se remonta a casi cincuenta años atrás, cuando se celebró la primera edición, con la victoria del mítico Persik. Algunos criadores de caballos de la zona cerraban el verano con una competición entre ellos, donde también se invitaba a algunos jinetes y caballos cercanos.  

 Y por eso, grandes nombres de la equitación, tanto nacionales como internacionales, han considerado Florac como lo que es: una prueba de “endurance” capaz de templar los nervios al más pintado. Se trata del raid ecuestre más duro de Europa en, eso sí, un decorado esplendoroso. No sólo es la distancia, también son los desniveles. 

Aunque el recorrido suele ser muy parecido en todas las ediciones, se trata de una competición que es la promoción turística del Parque Nacional de Cévennes, un tesoro francés donde confluyen múltiples ofertas de ocio, deporte o comida. En esta región, los quesos, los embutidos, los vinos, y, por supuesto, el foie, atraen cada año a miles de ansiosos gourmets gastronómicos.  

Jinetes y amazonas como Bégaud, Mileto, Robert Diaz, Simon, Demière o Gastón Mercier han sido algunos de sus protagonistas. Jinetes profesionales que han sudado su estrellato y que consideran Florac, con sus seis etapas, una de las pruebas más duras y definitivas. Pero cada vez más aficionados se atreven a hacer Florac-Ispagnac en su propio caballo o algún animal criado y entrenado en esta zona de Francia, donde consideran las carreras de resistencia como parte de su propia cultura.  

En efecto, los caminos de Florac-Ispagnac son los mismos que Stevenson recorrió en el Languedoc francés con un burro durante sus días de retiro, entre bosques y montañas, para escribir uno de sus libros de viaje más reconocidos. Este episodio cimenta la leyenda de una competición destinada a templar los nervios no solo de sus participantes, sino de aficionados y espectadores. 

El público, pese al madrugón, se agolpa a las cinco de la mañana en la salida dispuesta a aplaudir a los participantes. Y así, cada año. La panadería vende decenas de baguettes y croissants. El café no descansa y los cientos de linternas iluminan el camino para que los caballos circulen de noche esperando las primeras luces.  

No solo es una carrera de resistencia, sino también de técnica, habilidad, tecnología y cultura. Florac impone por su dificultad técnica, con desniveles importantes, pero también -en virtud de su extensión- por su disciplina. El equipamiento técnico, ya sean las plantillas de silicona o las sillas de carbono, son también parte fundamental del éxito o el fracaso de la misión. El tiempo tampoco lo pone fácil y puede oscilar entre el calor y la lluvia abundante.  

Una vez el speaker, el Sr. Herbe, da el pistoletazo de salida a la aventura, los jinetes se adentran en 34 kilómetros iniciales de subida entre Ispagnac y la Barre des Cévennes. Tras esta primera etapa, destinada a quemar la enorme energía de los caballos, se suceden 42 kilómetros de variada pendiente. 

Un enorme esfuerzo consume a los participantes entre subida y bajadas verdaderamente rabiosas. El recorrido va cubriendo míticos lugares de la equitación francesa. Mont Aigoual, la meseta de Cévennes, bosques frondosos, granjas aisladas y superficies colinosas hacen las delicias de los aficionados y espectadores.  

Pero la joya de la corona son tramos como la subida a La Citerne, así como los bosques de Aigoual o el desierto de Causse Méjean. Un cúmulo de lugares pintorescos variados desde la bajada hasta Ispagnac después de cruzar el rio por el viejo puente románico.  

Además, la prueba sirve para rendir homenaje a un caballo mítico, el gran Persik. Pocos caballos pueden presumir de tener su propia escultura en una de las carreteras de la zona y dar nombre a un territorio, conocido como ‘Persikland’. Persik fue un caballo árabe nacido en Tersk, Rusia, en la zona del Cáucaso, en 1969. Pero no fue hasta 1974 cuando comenzó su leyenda. Fue en ese año cuando Yves Richardier decidió que necesitaba un semental árabe. En 1975, Persik fue cruzado con varias yeguas locales, dando como resultado el nacimiento de 49 potros al año siguiente.  

Un año después, comenzaba el mito, con su primera victoria en 160 kms. de Florac. Por si fuera poco, al año siguiente, en 1976, volvió a repetir triunfo. Por desgracia, Persik murió el 24 de agosto del año 2001, pero su leyenda todavía continúa. En la mayoría de los mejores criadores, como Jean Claude Boudon, la genética de este súper atleta se mantiene. 

La huella española cada vez es más importante. Robert Diez Noguera ha ganado en dos ocasiones con un caballo llamado Sunit de Colombier. Su propietario, Jon Koldo Illarramendi Sagarna, también es el dueño de uno de los pocos caballos que ha repetido victoria, como el citado Persik, Melfenik o Krempolis. 

Jon Koldo Illarramendi se emociona cuando recuerda las victorias de Sunit. “Para mí, supuso hacer realidad un sueño. Para los amantes del endurance, los 160 km de Florac son la referencia a seguir, mítica por su exigencia física y psíquica, maravillosa por los grandiosos paisajes de los Cevennes y selectiva por el final durísimo con la ascensión y posterior descenso del Col du Montmirat, auténtico juez de la carrera”.  

No es fácil encontrar un repuesto para este tipo de pruebas. “Lamentablemente, actualmente no dispongo de ningún caballo que pueda competir con garantía en semejante carrera, es un objetivo y ojalá podamos volver a participar con un caballo o yegua y, si es posible, nacido en nuestra yeguada Pagadi Endurance”, añade Illarramendi. 

“Para un jinete es importante, pero para un criador es la consagración. Los criterios de selección que aplicamos en nuestro sistema de cría en Pagadi Endurance son la genética probada, los físicos sin puntos débiles, el aspecto psíquico en muy importante, clave diría yo, tienen que ser caballos trabajadores e infatigables con una moral de hierro”, apunta.  

La zona además cuenta con muchos atractivos para disfrutar sin la tensión de la competición. Les Gorges du Tarn, situadas en el Parque Natural de Grands Causses, es una experiencia y es uno de los destinos ideales una escapada breve. 

En la zona existen varias empresas especializadas en actividades acuáticas y es una forma agradable de conocer la belleza que esconde este bonito parque Nacional de Cévennes. 

También podemos realizar una excursión hasta Millau, famoso por tener en su municipio el viaducto más alto del mundo (343 m. de altura), obra de Norman Foster, que logró un diseño innovador que está considerado como el primer gran proyecto de ingeniería vial europea del siglo XXI. También es una ciudad famosa por la fabricación de de guantes y productos de piel. 

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