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Lifestyle

Francia, un destino para enamorarse

Por Enrique Fernández

Hablar de Francia es hablar de romance. Es enamorarte en las calles de su capital, la ciudad del amor

Es el romanticismo del medievo plasmado en sus cientos de pueblos y ciudades. Es la mezcla arquitectónica de las ciudades del país, la riqueza gastronómica de sus restaurantes Michelin o sus escenarios idílicos de película. Todo ello ha convertido al país galo en uno de los destinos predilectos de los turistas internacionales.  

Además, noviembre es un mes ideal para visitar a nuestros vecinos, pudiéndose disfrutar de la frescura y tranquilidad del otoño con mayor libertad ante la menor afluencia de turistas y con la puesta en marcha de los mercadillos navideños que tanta vida dan a las calles desde finales de noviembre. 

París, epicentro del amor 

El inicio del recorrido por tierras galas no puede ser otro que su capital. La “ciudad del amor” supone un escenario idílico para viajes en pareja o familiares con un sinfín de actividades. La visita de la capital francesa puede ser un viaje en exclusiva, teniendo puntos de interés como para llenar cuatro o cinco días de vacaciones sin problema. 

La primera parada es su gran embajadora: la Torre Eiffel. La que fuera emblema de la exposición universal de Paris de 1889, se ha convertido en el símbolo más importante del país, siendo el monumento más visitado del mundo con más de 7 millones de personas al año. Esta estructura de hierro de 300 metros de altura cuenta con unas vistas privilegiadas de la ciudad. Eso sí, para acceder a ellas antes hay que subir sus 1.665 escalones o utilizar los ascensores (aunque estos suelen contar con largas colas de espera).  

Si se quiere apreciar la Torre desde un plano panorámico, la mejor ubicación es la plaza de Trocadero. Este conjunto de espacios verdes, estanques y fuentes ‘custodiadas’ por diversas esculturas, une el palacio de Chaillot con el puente de Jena teniendo como protagonista central a la Torre Eiffel en una foto de postal. 

francia

Como cierre de los jardines, se encuentra el Grand Palais Efímero. Una estructura de gran belleza creada en 2021 con motivo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024. Y a poco más de 15 minutos andando, sumergiéndonos en el centro de la capital, se alza el imponente Palacio Nacional de los Inválidos. Este complejo arquitectónico del siglo XVII, construido para albergar a los soldados franceses retirados, cuenta en la actualidad varios museos y monumentos, incluyendo las sepulturas de diversos héroes galos como Napoleón. 

Volviendo al cauce del río Sena, otro de los grandes puntos de interés de la ciudad, en el que todas las tardes se concentran miles de personas para caminar, son los paseos por las orillas. Mientras se contemplan los monumentos arquitectónicos que tanto abundan en la ciudad, se puede recorrer casi todo el centro de París. Siguiendo estos caminos, ante de cruzar las aguas del Sena, merece la pena acercarse hasta el Museo de Orsay. Es una antigua estación de tren en cuyas salas, situadas bajo una formidable bóveda de cristal y acero, se pueden apreciar obras de algunos de los mejores pintores de la historia, como Manet, Van Gogh o Monet.  

Nada más cruzar el Sena, nos encontramos con los jardines de las Tullerías. Un rincón de paz en pleno corazón de París, que conecta algunos de los principales monumentos de la ciudad; desde el propio Palacio de las Tullerías del siglo XVI hasta el Arco de Triunfo de Carrusel.  

Nada más salir de los jardines, nos encontramos con la plaza monumental de la Concordia. La segunda plaza más grande del país ha vivido multitud de cambios a lo largo de su historia, pasando de plaza real (Luis XV) a plaza de la revolución hasta acabar como Plaza de la Concordia en 1795. En la actualidad, la plaza cuenta con un enorme obelisco del antiguo Egipto junto a dos fuentes monumentales de estilo romano. Como edificios destacados, la plaza esta custodiada por los imponentes edificios de la sede del Ministerio de la Marina y el Hotel de Crillon, uno de los más antiguos y lujosos del mundo. 

Desde la plaza, tomamos los Campos Elíseos para continuar el paseo hasta el Arco del Triunfo. Este monumento bélico, construido por mandato de Napoleón Bonaparte, actúa como punto de unión entre el Palacio de Tullerías y el Palacio del Louvre. Recorriendo los Campos Elíseos, una avenida de dos kilómetros, se pueden apreciar sus destacadas tiendas de lujo, restaurantes gourmet y edificios históricos que llenan las dos aceras de la vía.  

Continuando la ruta hacia el norte, toca ir de compras por uno de los centros comerciales más famosos del mundo: las Galerías Lafayette. Siete plantas de tiendas enmarcadas en un edificio de estilo modernista, coronado por una azotea con una de las mejores vistas de la ciudad. 

Como punto a visitar más al norte, se encuentra el barrio de Montmartre, con la Basílica del Sacré-Coeur como protagonista en la cúspide de la colina. Y a los pies de la misma, dejamos atrás la zona eclesiástica para pasar al ‘pecado’ del barrio de Pigalle. El barrio rojo de París supone uno de los grandes atractivos de la noche con sus discotecas y clubes eróticos, arropados bajo el famoso Moulin Rouge

Retomando el camino hacia el Sena, la vista se centra en la imponente fachada de la Ópera Garnier. Un precioso edificio de estilo neobarroco construido por mandato de Napoleón. Una belleza que se incrementa aún más en su interior, con una oda al lujo y la ostentación plasmada en sus mosaicos, grandes lámparas y paredes doradas. Un lugar que uno no se puede perder. 

No muy lejos de la ópera, se encuentra la asombrosa iglesia de la Madeleine. Una arquitectura ‘copiada’ de los templos clásicos de la Antigua Grecia. Y de Grecia, pasamos al Imperio Romano, con la columna Trajana que preside la preciosa plaza Vendome, sede de algunas de las tiendas más exclusivas del mundo: Ritz, Chanel, Cartier, Dior, etc. 

A dos calles del Sena, alcanzamos otra de las paradas imprescindibles de Paris: el Palacio Real. La que fuera residencia del Cardenal Richelieu supone el gran reflejo del poderío francés del siglo XVI. Un edificio de belleza sin igual cuyo interior no se puede visitar. Por otro lado, se encuentran los jardines del palacio, cuya entrada es gratuita y en donde se pueden contemplar esculturas, fuentes y decoraciones florares que permiten a los viandantes sumergirse en la Francia del siglo XVI y sus mosqueteros. 

Desde los propios jardines se puede contemplar otro de los grandes iconos de la ciudad y nuestra siguiente parada: la pirámide del Museo del Louvre. El museo más famoso y visitado del mundo cuenta en su interior con algunas de las obras artísticas más famosas de la historia, como La Gioconda de Leonardo da Vinci o la Venus de Milo. Y, para los amantes del arte moderno, nada como visitar el centro Pompidou y la Fuente Stravinsky, a 15 minutos andando del Louvre. Como últimas paradas en la orilla norte, se encuentran el Ayuntamiento, cuya visita es más que recomendable, y la torre de Saint-Jacques. 

La siguiente parada es en la isla de la Cité. En ese rincón de la ciudad se pueden contemplar ‘los tesoros arquitectónicos religiosos’ de París: la iglesia gótica Sainte Chapelle, una construcción casi sin paredes donde la luz invade el interior atravesando sus miles de vidrieras, y la catedral de Notre Dame. Por desgracia, esta joya arquitectónica de la Edad Media se encuentra en restauración tras el desolador incendio sufrido en 2019. 

Una vez se cruza el segundo puente de la isla, en la orilla sur de París nos desplazaremos hasta los Jardines de Luxemburgo, presididos por su imperial palacio del siglo XVII. Desde ahí, en apenas cinco minutos andando alcanzamos la última parada de París, el Panteón. Imperial edificio de estilo neoclásico en el que descansan los restos de algunas de las mayores celebridades de la historia gala, como Voltaire, Victor Hugo, Pierre y Marie Curie o Alejandro Dumas. 

Alsacia, paisajes de cuento 

El noreste de Francia cuenta con la pintoresca zona de Alsacia. Esta zona montañosa, frontera con Alemania y Suiza, parece sacada de cuentos por sus coloridas casas y entrañables pueblos. Una visita para la que es más que recomendable alquilar un coche. Entre los puntos más destacados, se encuentra Colmar. El pueblo más bonito de Alsacia es epicentro del turismo navideño, gracias a sus barrios de casas de madera y sus suelos empedrados. Una ciudad anclada en el pasado que recibe miles de visitas durante los meses navideños. 

Por otro lado, se encuentra Estrasburgo, la capital de Alsacia. Con un casco histórico Patrimonio de la Humanidad, esta ciudad supone otro de los grandes reclamos de invierno contando con hasta 11 mercadillos navideños. 

Completando la ruta por el valle del río Rin, están los pueblos de Turckheim, Obernai, Ribeauvillé, Riquewihr, Eguisheim, Kaysersberg y el Castillo de Haut-Koenigsbourg. Una fortificación del siglo XII que supone una de las visitas imprescindibles de la zona. 

Normandía y el peso de la guerra  

Adentrándonos por el noroeste del país, con el Océano Atlántico como meta, llegamos a la impresionante zona de acantilados de Normandía. Una región de paisajes impresionistas bordeados por el Canal de la Mancha y el río Sena. De esta zona, destaca sobremanera Mont Saint-Michel. Un pueblo amurallado situado sobre una pequeña isla rocosa, con la abadía en la cúspide de la colina. Esta joya francesa ha sido portada de numerosos catálogos de viajes y escenario de infinidad de películas por la majestuosidad de su paisaje. 

Siguiendo la ruta del Sena, destaca Giverny. En esta localidad se encuentra la casa de Monet y los jardines de nenúfares que tanto inspiraron al pintor en sus obras. Y, continuando el cauce, se alcanza Roue. La ciudad de los cien campanarios es considerada como un museo al aire libre por la belleza de sus casas entramadas. 

Dentro de la misma, la catedral gótica alberga el ataúd de un personaje muy conocido para todos los amantes de la exitosa serie televisiva ‘Vikingos’. Se trata de Rollo, vikingo ‘reconvertido’ en duque de Normandía tras jurar lealtad a la corona francesa asumiendo la misión de defender esa tierra de las invasiones vikingas. Junto a él, descansa el corazón de otro nombre ilustre de la historia, como es Ricardo Corazón de León, Rey de Inglaterra y Duque de Normandía.  

Toda la zona de Normandía fue muy castigada por la Segunda Guerra Mundial, pudiéndose observar ‘cicatrices’ de esta en edificios y ciudades. Como visita diferente, en la ciudad de Fécamp se encuentra el excepcional Palacio Bénédictine donde hoy en día se ofrecen cursos de coctelería y degustaciones del famosos licor benedictino. Y, para los amantes de la naturaleza, los impresionantes acantilados de Etreat ofrecen un escenario único en el que contemplar la fuerza del mar sobre la montaña.  

Nantes y el Valle del Loira, los olvidados 

Para muchos, el Valle del Loira es una zona desconocida, pero, si se tiene la oportunidad de visitarla, es un grandísimo descubrimiento plagada de tesoros arquitectónicos y viñedos. En este valle se encuentran algunos de los castillos más bonitos del país, destacando los castillos de Chambord, de Chenonceau, de Chaumont, y el de Amboise. Una ruta de príncipes y princesas que merece la pena vivir. 

A dos horas del valle, la ciudad de Nantes tampoco suele entrar en los planes de viaje de los turistas, pero tiene infinidad de atractivos turísticos. La ciudad natal de Julio Verne cuenta con una catedral gótica de gran belleza, el Castillo de los Duques de Bretaña o la plaza del Mariscal Foch, en la que se puede apreciar una de las pocas estatuas de Luis XVI que aun ‘conserva’ la cabeza sobre los hombros. 

El encanto del sur 

Como última zona del recorrido, está la belleza del sur, con infinidad de pueblos y ciudades en las que desconectar en viajes que pueden extenderse desde días a semanas. La ruta del sur, trazando un recorrido de oeste a este, empieza en la mágica ciudad de Burdeos. Esta ciudad no solo es famosa por sus vinos sino por su centro histórico Patrimonio Mundial de la Unesco. Un enclave arquitectónico y cultural de gran belleza situado a menos de 3 horas en coche del País Vasco. 

El mejor ejemplo arquitectónico de la ciudad está en la Plaza de la Bolsa. Esta obra del siglo XVIII se encuentra bordeada por el Palacio de la Bolsa (Cámara de Comercio e Industria), el antiguo edificio de la Aduana (Museo Nacional de Aduanas) y una fuente dedicada a las Tres Gracias. Siguiendo el recorrido por las calles, y tras recorrer la puerta de la gran campana, llegamos hasta la imponente catedral románica del siglo XI, reconstruida en estilo gótico entre los siglos XII y XVI. 

Tras ella, la puerta de Cailhau supone un elemento defensivo y a la vez escultural al actuar como arco del triunfo. Para el ocio, el barrio de Saint Pierre goza de una gran vida nocturna teniendo además la rue Sainte Catherine como principal calle de compras de la ciudad (donde además se encuentra el precioso gran Teatro de Burdeos). Como última parada, se halla la vanguardista Ciudad del Vino, el museo de vino más moderno y completo del mundo 

En la región de Midi-Pyrénées, con Toulouse como capital, se pueden apreciar algunos de los pueblos de montaña más bonitos del país. Entre ellos, destaca la pequeña ciudad de Albi declarada Patrimonio Mundial de la Unesco por su centro histórico medieval. Otros pueblos destacados de la región son Castelnau de Montmiral, Cordes sur Ciel, Najac, Belcastel, Estaing o Carennac; unas villas cuya arquitectura guarda gran similitud con los pueblos del Pirineo catalán y aragonés. 

Llegando a la costa mediterránea, nos adentramos en la Provenza con Marsella como primera parada costera. Esta urbe es la segunda ciudad más poblada del país, contando con una población en la que se entremezclan varias culturas al suponer el principal puerto de entrada de emigrantes al país. Es una ciudad costera en la que los turistas combinan playa con cultural, con las visitas a la catedral de la Major (cuya arquitectura refleja la influencia de diferentes culturas en un magistral estilo románico-bizantino); el choque de estilos que conforman la solidez del fuerte Saint Jean, la abadía de San Víctor y Le Panier, con el lujoso estilo barroco del Boulevard Longchamp. 

La mezcla de culturas es más que palpable en esta zona, pudiéndose encontrar elementos históricos de las múltiples civilizaciones que ocuparon esa tierra desde los antiguos griegos. De entre todas las zonas, merece la pena visitas las ciudades medievales de Aviñón, Les Baux, el Luberon y las espectaculares ruinas romanas de Arlés. Y para los amantes de la naturaleza, el parque natural de la Camarga ofrece un escenario de película, con los toros bravos pastando en los campos de arroz y los flamencos surcando los cielos. 

Cada una de las regiones que conforman Francia ofrece disfrute para todos los sentidos. Desde turismo cultural con elementos destacados del medievo y edad contemporánea, pasando por el maridaje de algunos de los mejores vinos del planeta, para terminar llenando el paladar con una gastronomía reconocida internacionalmente. Un viaje para enamorarse. 

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