Este sábado 15 de junio se conmemora el Día Internacional de los Tumores Cerebrales. Su finalidad es la de sensibilizar a la población sobre todos los aspectos de esta enfermedad, así como ofrecer apoyo y solidaridad a los pacientes y familiares.
Una de las neoplasias sólidas más comunes en adolescentes y adultos jóvenes son los tumores cerebrales, siendo los gliomas de bajo grado los más habituales en estas edades. A partir de los 60 años, el glioblastoma multiforme o de alto grado se convierte en el tumor cerebral más frecuente (aunque también se presenta a edades más tempranas, pero con menor frecuencia).
Así lo atestigua la doctora Sara Cristina González, del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Luz de Madrid.
La especialista menciona que, tradicionalmente, el diagnóstico y tratamiento de estos tumores ha sido un reto para la medicina, particularmente para la oncología, debido a su localización cerebral. Esto dificulta el abordaje local por el riesgo de generar secuelas neurológicas y por la dificultad de que la quimioterapia clásica alcance el sistema nervioso central, ya que no todos los fármacos pueden atravesar la barrera hematoencefálica, la cual protege al cerebro de sustancias tóxicas de la sangre.
La Dra. Sara Cristina González resalta que la baja incidencia de estos tumores también dificulta el avance en investigación, ya que se necesita un volumen significativo de pacientes en ensayos clínicos para obtener conclusiones científicamente fiables.
La oncóloga explica que, hasta la fecha, el tratamiento estándar de los tumores cerebrales, siempre que la localización lo permita, es la cirugía de la lesión por parte del neurocirujano seguida de radioterapia del lecho quirúrgico, lo que ha demostrado disminuir el riesgo de progresión local a medio plazo.
Dependiendo del tipo de glioma (alto o bajo grado, o con determinadas alteraciones moleculares), se decidirá si es necesario continuar con quimioterapia posterior o simultánea a la radioterapia. Uno de los fármacos más utilizados es la temozolomida, aunque también se utilizan otros esquemas menos frecuentes como el conocido PCV (procarbacina-lomustina-vincristina).
Como novedades esperanzadoras, la especialista destaca las mejoras en diagnóstico, principalmente gracias a la secuenciación genética de los tumores con las plataformas NGS (Next Generation Sequencing). Esto permite conocer el perfil genético del tumor, identificar mutaciones para realizar tratamientos dirigidos (como la mutación BRAF, especialmente relevante en estos tumores) y clasificar correctamente los tumores en casos de difícil diagnóstico anatomopatológico. La doctora afirma que el uso de NGS en estos tumores ha llegado para quedarse, ayudando en diagnóstico, tratamiento e investigación.
La especialista también reconoce que, como novedad en cuanto al tratamiento, están surgiendo ensayos clínicos innovadores en hospitales punteros con inmunoterapia, vacunas ARN e incluso la terapia con células CAR-T. Esta última consiste en extraer linfocitos del paciente, entrenarlos en laboratorio mediante ingeniería genética para reconocer antígenos del tumor y, una vez entrenados, reintroducirlos en el paciente para que ataquen al tumor y logren una respuesta, concluye la doctora.
