En Malababa son forma y fondo. Zapatos, bolsos y bisutería atemporales, con un diseño pensado al milímetro y con la convicción de que las cosas tienen que estar hechas para durar. Ana Carrasco es la cofundadora, junto a Jaime Lara, de esta firma que ya ha cumplido sus 20 años, pero que sigue creciendo de forma segura en el mercado nacional e internacional. También en internet, hasta el punto en el que, durante 2020, ha habido un aumento considerable en su e-commerce de compradoras de entre 50 y 75 años. “Se han obligado a digitalizarse”, dice Carrasco.
Y es que ya conocen la firma y saben que su compromiso con la calidad no se queda en promesas. “Yo no concibo hacer un Malababa que esté desvinculado de mis valores personales”, comenta la diseñadora. “No sé si a nivel empresarial esto es lo mejor, pero a nivel ser humano creo que es lo que debemos hacer todos: pensar en conjunto. Tengo claro que tenemos que dejar un mundo mejor y creo que eso se tiene que ver reflejado en nuestra forma de ser empresa”, explica, convencida de que el hecho de apostar por la perdurabilidad, la cercanía y la calidad son fundamentales para crecer de una forma fuerte y sostenible.
“El concepto pasa porque el producto que consumamos mejore nuestra vida”, apunta. “Hay bolsos, por ejemplo, que son para lucirlos, pero por lo general, lo normal es que lo utilicemos sea un bolso que te hace la vida muy cómoda. Buscando la mayor utilidad posible, aunada con la estética, es como desarrollamos nuestros productos y, en concreto, tenemos un bolso cuyo diseño lleva acompañándonos muchos años porque el éxito que tiene en este sentido es indiscutible”.
La historia de Malababa
Malababa empezó siendo un proyecto muy pequeño que ha ido creciendo paulatinamente. “Comenzamos a nivel nacional, y luego pasamos a feria internacional. Abrimos nuestra primera tienda hace 11 años en el barrio Salamanca de Madrid. El retail nos funcionó desde el primer día, y continuamos la expansión internacional”, afirma. Pero llegó la crisis de 2008. Y fue entonces cuando dejaron el mercado mayorista para centrarse en su propio canal.
“Esa primera crisis nos hace tener un nuevo planteamiento de negocio”, añade Carrasco. Empezaron con lo digital y con el flag ship de Serrano, en Madrid. “Creemos que siempre hemos tenido olfato para los locales comerciales. En Serrano fue muy bien, con entre un 60% y un 70% de las ventas a turistas. En paralelo, la web suponía, en 2019, un 20% de nuestra facturación total”, explica.
Pero llegó la pandemia, y, de nuevo, un nuevo planteamiento. “Considero que somos muy ágiles en la toma de decisiones. A los 15 días de que llegase el Covid decidimos cerrar tres tiendas, así que nos hemos quedado con las dos de Madrid y el digital, el cual subió un 30% en 2020, lo cual, teniendo en cuenta que para España estamos en un sector alto y que no tenemos un índice elevadísimo de conocimiento en el mercado, está muy bien”, asevera.
Estrategia de producción
La situación ahora mismo es que se han vuelto a abrir al mercado mayorista y están trabajando con un distribuidor coreano y cerrando acuerdos con China. “Somos conscientes de que necesitamos que más gente conozca la marca, pero, desde que se volvió a abrir el territorio al turismo, las ventas han vuelto a ir estupendamente”, incide Carrasco.
En Malababa todo está diseñado por ellos. “Queremos tener productos que no se encuentren en otros sitios”, apunta. “Decidimos, hace seis años, hacer producciones muy cortas y tener colecciones todos los meses. Es decir, ya no sacamos el 60% de la colección en septiembre, porque en este mes prácticamente seguimos en verano y el uso real que se hace son sandalias y producto de entretiempo”, explica Carrasco.
“Todos los meses metemos producto nuevo para refrescar, que el cliente sepa que estamos actualizados y que seguimos haciendo cosas y porque maduran mucho mejor las piezas. A la parte de desarrollo hay que darle sus tiempos y, hasta que el producto no está perfecto, no sale”. Y eso, para Malababa es, en definitiva, la mejor manera de garantizar la máxima calidad.