Jueves, 17 de Abril de 2025

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Ramón Villa, pintor y escultor: "El arte no imita la naturaleza, la interpreta y la completa"

Con más de 50 años de trayectoria, el pintor y escultor leonés Ramón Villa ha construido un universo artístico donde la naturaleza, la materia y la memoria se entrelazan en un diálogo constante. Desde su refugio creativo en Villamondrín de Rueda, nos habla de su evolución artística, sus influencias, la importancia de la memoria en su obra y su perspectiva sobre el arte contemporáneo

Ramon Villa pintor y escultor
Por Marta Díaz de Santos

El arte de Ramón Villa, anclado en el expresionismo abstracto y matérico, nace de un vínculo profundo con la naturaleza, de una reinterpretación de la tierra, el mar y el cielo que lo rodean. Su casa-taller, situada en un entorno rural leonés, es su centro de operaciones, un espacio donde pigmentos naturales, tierras y materiales reciclados conviven para dar forma a su universo creativo.

A lo largo de su carrera, Villa ha expuesto en múltiples galerías nacionales e internacionales, ha trabajado en proyectos educativos y ha sido reconocido con importantes premios. Sin embargo, para él, el mayor reconocimiento es que su obra sea identificable entre muchas otras. En esta entrevista, repasa su evolución artística, las influencias que han marcado su camino y su visión sobre el arte en la actualidad.

Ha trabajado tanto en pintura como en escultura. ¿Cómo ha evolucionado su estilo y qué influencias han marcado su obra?

Pintura y escultura han ido siempre de la mano en mi trabajo. La pintura es intuitiva, influida por el entorno, la música y las emociones, mientras que la escultura es más reflexiva, considerando el espacio y su naturaleza. Me muevo dentro del expresionismo abstracto, fusionando ambas disciplinas con materiales como maderas, piedras, hierros y papeles artesanales.

Al inicio predominaban tierras, ocres y nogalinas, junto a añiles y azules. Con el tiempo, el color ha ganado protagonismo y he incorporado materiales que aportan textura, como el plomo, el cartón y los papeles. En más de 50 años, he buscado mi identidad artística, evitando modas y explorando casi todas las formas de expresión, salvo performances e instalaciones efímeras.

El mayor reconocimiento es que mi obra sea identificable. Mis influencias incluyen escultores del norte como Chillida y Oteiza, además de Henry Moore, Anish Kapoor y Jaume Plensa. En la pintura, admiro a Antoni Tàpies, Lucio Fontana y Jean Dubuffet.

Ramón Villa: “Valoro las propuestas arriesgadas y visualmente impactantes, aunque algunas sean efímeras”

Su obra mantiene una fuerte conexión con la naturaleza. ¿De qué manera influye este vínculo en su trabajo y qué quiere transmitir a través de él?

Mi casa-taller, en plena naturaleza, es una fuente de inspiración que influye en mi obra, permitiéndome reinterpretarla con formas no reconocibles y una visión más emotiva. Trabajo desde la memoria, creando paisajes donde el cielo, los crepúsculos, las choperas y el mar son protagonistas.

Aunque vivo en León, el mar, vinculado a mis raíces santanderinas y asturianas, está siempre presente en mi vida y obra. No creo que el arte imite la naturaleza, sino que la interpreta y completa. A través de mi trabajo, busco transmitir el asombro y respeto que me inspira su belleza.

Ha participado en un gran número de exposiciones, tanto individuales como colectivas. ¿Hay alguna en particular que haya sido un punto de inflexión en su carrera?

He participado en numerosas manifestaciones artísticas, con especial interés en las exposiciones colectivas, que permiten confrontar obras en torno a un mismo tema, como “Bodegón” (1986) o “El Dibujo” (1988). En León, formé parte de un grupo activo de debate y análisis artístico.

Las exposiciones individuales son el cierre de un proceso creativo y un medio para conectar con el público. Mi primera individual fue en la Casa de León en Madrid (1987), tras años en colectivas. Allí, destacados artistas y escritores leoneses como Manuel Jular y Luis Mateo Díez me apoyaron. Con algunos, mantuve una relación personal, compartiendo exposiciones e ilustrando portadas de sus libros.

Ha recibido importantes premios a lo largo de su carrera, como la Medalla de Oro en el X Certamen Nacional de Pintura de Luarca. ¿Qué significado tienen para usted estos reconocimientos?

Los premios actúan como una validación de la calidad artística. Pueden significar un antes y un después en nuestra trayectoria. Una forma de aliento o apoyo al trabajo realizado. En los inicios de todo artista es imprescindible participar en certámenes y concursos en los que, por ser seleccionado, ya te consideras premiado y confirma la aceptación de tu obra.

No todos los concursos son iguales y destacaría la importancia de quien los otorgue. Para mí, la Medalla de Oro del Certamen de Luarca, en la que la valoración corrió a cargo de renombrados artistas asturianos, fue muy importante y me aportó difusión y reconocimiento en Asturias.

En sus años de formación, pasó por las Escuelas de Artes y Oficios de Oviedo y La Coruña. ¿Qué le motivó a dedicarse al arte y cómo fueron esos primeros pasos en el mundo artístico?

Desde niño, disfrutaba creando maquetas y dibujando. Mi primera “obra mural” fue un tren en las paredes de casa, lo que llevó a mis padres a inscribirme en clases de dibujo y pintura. Destacaba en concursos escolares y pintaba los Belenes navideños. Empecé en la escultura con madera del taller familiar, creando formas geométricas y orgánicas, y luego exploré la forja y soldadura, incorporando hierro y color rojo en mis primeras obras.

Aunque quería estudiar Bellas Artes, mis padres me enviaron a Burgos a estudiar Aparejadores, pero mi pasión por la pintura los hizo cambiar de opinión. Los inicios fueron difíciles, combinando múltiples trabajos con exposiciones que captaron el interés de galeristas y coleccionistas. Finalmente, decidí dedicarme por completo al arte, y al registrarme como artista, fui inscrito en la categoría de “curas, monjas y otros”.

Ha pasado temporadas en el extranjero que han enriquecido su lenguaje artístico. ¿Qué experiencias fuera de España han dejado una mayor huella en su obra?

Viajar te permite conocer otras culturas y desarrollar nuevos proyectos. En Panamá ilustré un álbum educativo para niños cuando aún no se trabajaba con ordenadores. En Cuba me impactó el uso ritual del color en la santería. En Uruguay participé en exposiciones y actividades literarias. También expuse en Colombia con la Fundación Philippe Cousteau, dentro del proyecto “Pintores de la Mar”, que luego viajó a Montevideo, Washington y España.

Ramón Villa: “El mayor reconocimiento es que mi obra sea identificable”

Además de su trabajo como pintor y escultor, ha desarrollado una importante labor en la edición e ilustración de libros artísticos. ¿Cómo se complementan estas disciplinas en su proceso creativo?

La base de mis trabajos es el dibujo. Siempre hago bocetos y pequeños dibujos que me dan las pautas para futuras obras tanto pictóricas como escultóricas y aunque me muevo en el expresionismo abstracto parto de la figura, de siluetas más o menos definidas y sobre todo durante los largos inviernos de León aprovecho para hacer lo que denomino “pintura de camilla”.

Numerosas y variadas ilustraciones sobre papel que en algunas ocasiones son destinadas a carteles y portadas e ilustraciones de libros de poetas y escritores. Cuando he participado en el proceso total de la edición de libros, sobre todo en los artísticos de gran formato con grabados o serigráficos, el proceso es como el del escultor.

Se escogen los papeles artesanales, las pieles para las portadas, sedas, las ilustraciones y las imágenes para ejecutar los grabados o serigrafías. Destacaría el “Gran libro de la Pesca”, “El Vino” Premio Nacional de Gastronomía en 1994, “Las Cocinas de España” Mención especial de la Academia de Gastronomía en 1996. Y en este mismo formato de libro artístico edité los del poeta leonés Victoriano Crémer “Poesía en llamas” e “Historia pequeña de León”.

Su rol como director cultural de la Fundación Philippe Cousteau y presidente de la Academia de Gastronomía de León añade una dimensión distinta a su carrera. ¿Cómo logra equilibrar estas responsabilidades con su faceta artística?

Estos cargos surgieron de mi trayectoria artística y de mi pasión por el mar y la gastronomía. Mi exposición ‘Asturias y la Mar’ impulsó mi colaboración con la Fundación Philippe Cousteau, llevando a proyectos culturales en Hispanoamérica. En gastronomía, el lema “Arte y Gastronomía” me permitió colaborar con cocineros y recorrer España, Francia y América Latina tras recibir el Premio Nacional de Gastronomía.

Gracias a mi relación con Isabel Mijares y Rafael Anson, fundé y presidí la Academia Leonesa de Gastronomía durante 17 años. Ambas experiencias ampliaron mi proyección artística internacional.

¿Cómo es su proceso creativo desde que surge una idea hasta que la materializa en una obra?

Soy un artista de la memoria, más interesado en interpretar que en imitar. Me enfrento al lienzo sin una idea concreta, guiado por sensaciones de paisajes, lecturas y música. Las estaciones del año influyen en mi trabajo. Prefiero los grandes formatos, pintando en el suelo con arenas y pigmentos, y desarrollando series hasta que la idea se agota.

A veces, las formas evolucionan hacia la escultura. El momento más complejo es iniciar una obra, pero tras el primer trazo, todo fluye. No siento angustia, sino disfrute; lo difícil es saber cuándo una obra está terminada.

¿Qué opinión tiene sobre la situación actual del arte contemporáneo en España y qué consejo daría a los artistas emergentes?

La pintura sigue vigente, como demuestran las ferias de arte y el interés de los coleccionistas por los soportes tradicionales. Valoro las propuestas arriesgadas y visualmente impactantes, aunque algunas sean efímeras. Sigo con interés a los artistas emergentes, aunque los percibo individualistas y poco dispuestos a explicar su proceso creativo. Es clave que no abandonen el dibujo, visiten talleres, conozcan otras obras y participen en certámenes para comprender mejor su lugar en el panorama artístico.

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