"Adrenalina constate", José Francisco Rodríguez
Adrenalina constante
La competitividad del tejido empresarial español se está viendo afectada de una manera importante. Un escenario de inflación - con costes laborales, de energía y de producción disparados y en continua revisión- y con fondos europeos invisibles, sobre todo para las pymes, no hacen más que incrementar el grado de incertidumbre.
Y a esto se añade el componente del déficit público, que, según ha reconocido el Gobierno, va a provocar que España no estará en disposición de cumplir con Europa hasta 2025. Es como si realmente septiembre no representara el inicio del nuevo curso empresarial. Más bien, al contrario, ya que el inicio del cuarto trimestre sacará a relucir las realidades de la economía española, más allá del marketing.
El problema de fondo es la falta de conexión de las medidas que se adoptan. Asistimos a vigorosos mensajes que no se traducen en realidades. Vivimos la economía como una “matrioska”, según abrimos una, nos encontramos con otra dificultad. Los indicadores son confusos, o, mejor dicho, en función del foro, se dan unos u otros. Pensábamos que septiembre sería el inicio de una nueva etapa, impulsado por la demanda, pero el freno ha llegado por la vía de los costes.
El efecto “matrioska” lo único que hace es ocultar los verdaderos problemas y posponer las soluciones. Estamos ante un horizonte que dibuja, de cara a 2022, una importante reactivación económica. Hemos iniciado la senda de la mejoría con un PIB que, trimestre a trimestre, confirma la senda positiva de la recuperación.
Incluso en agosto hemos conseguido recuperar niveles frente a los países de la OCDE, aunque bien es cierto, que el impacto del turismo nos ha seguido manteniendo alejados del periodo previo a la pandemia. Pero olvidamos que el tiempo sí es importante y que, para las empresas, cualquier lastre en forma de costes adicionales, solo va a suponer una ralentización en su capacidad de inversión y por tanto de recuperación.
En este escenario, nos enfrentamos a dos grandes retos: por un lado, avanzar en la transformación, imprescindible para afrontar un futuro competitivo. Y, por otro, es prioritario poner foco en el apoyo a las empresas, en las grandes y sobre todo en las pequeñas, y este respaldo no necesariamente tiene que venir de fondos económicos. Reducir los niveles de incertidumbres en cuanto a nuevas regulaciones o leyes laborales que implican costes, o facilitar de manera urgente medidas que minimicen el impacto en los costes de producción de la energía, son claves muy prioritarias. No sabemos qué más se esconde en la siguiente “matrioska”, pero, al menos, no las alimentemos nosotros mismos.
Creo que nadie tiene dudas de que se ha iniciado un nuevo ciclo, en el que todos compartimos que es necesario generar riqueza y bienestar en España, pero sin recetas intervencionistas como leemos a menudo en los medios. Quizá estamos asistiendo a una especie de alineación ideológica en bandos para defender políticas económicas. Dudo que esa sea la alternativa, el objetivo común es el mismo, impulsar nuevamente la riqueza del país, con menos adrenalina y más coordinación, con menos ocurrencias y más perspectiva.
La voz de los empresarios debería liderar las iniciativas y las propuestas, asumiendo compromisos que con toda seguridad contribuirían a acelerar la tan ansiada recuperación, también la social.
Nos han quedado aún muchas y graves consecuencias, algunos que probablemente aún ni conocemos, pero creo que todos estamos de acuerdo en que, si no atajamos el impacto de los costes en las cuentas de resultados de este año, el ciclo de recuperación, se va a ver afectado. La comunidad empresarial continúa mirando al futuro con confianza en el apoyo europeo y sobre todo su agenda su agenda comercial. Las respuestas a la implacable realidad tienen que venir del mundo empresarial, no les quepa duda.
