La pandemia ha sido un reto. No solo para las empresas, sino también para los empleados. Lo nuevo se ha implantado y la llegado para quedarse. Ha cambiado la forma de trabajar en muchos negocios: nuevas adaptaciones, nuevos retos… Y eso supone esfuerzo, nuevos horizontes de adaptabilidad y, en muchos casos, con otro formato, fuera de la oficina, mediante el teletrabajo, algo nuevo también en algunos sectores y marcas. ¿Qué hay, frente a este panorama, del bienestar social y laboral? Se trata de un activo intangible de las empresas que no hay que descuidar y que tendría que estar en su “Top 1”.
Según un estudio, el trabajador promedio dedicará más de 34 h a la semana a trabajar, es decir, casi 1.800 horas al año. Y eso es la teoría. En la práctica, son muchas más horas las que afrontamos para cumplir con los objetivos del trabajo. En este contexto, sentir que la empresa se preocupa por sus trabajadores es clave. Es una inversión, no un desafío, y deriva en rendimiento. Pasamos una gran parte de nuestra vida en el trabajo, eso es una realidad. De este modo, cuanto mejor clima exista y más realizados nos sintamos, mucho mejor, ya que esto se traducirá no solo en un beneficio físico, sino también emocional y laboral. Así, no hay mal que por bien no venga. Las empresas se tienen que poner las pilas y empezar a subir en sus escalas de valores el bienestar laboral. Al fin y al cabo, es primordial para que sean competitivas. Se trata, simplemente, de que los empleados se sientan realizados y, en contraprestación, cumplan con sus objetivos. Está demostrado que la felicidad genera productividad.
El tiempo pasa volando y, sin darnos cuenta, ya hace un año de ese famoso confinamiento: nervios, incertidumbre, qué pasará en los trabajos… ¿Qué papel tiene aquí entonces la empresa para que el empleado esté tranquilo ante tanto cambio? Muchas compañías han tenido que cerrar, y otras, en cambio, han despegado más que nunca. Desde que sufrimos la pandemia, son muchas las incógnitas en las que vivimos y lo laboral obviamente preocupa a la gente más que nunca. Sin embargo, parece que poco a poco van llegando halos de optimismo junto con una lenta recuperación.
La hibernación de la economía del pasado marzo sigue en nuestras cabezas. Se tuvo que, de forma autómata y sin mucho tiempo que perder, redimensionar objetivos y planes de crecimiento, mientras, por dentro, se estaba en pleno estado de shock. Así, valores como la conciliación familiar, el reconocimiento de los logros de los empleados o una mayor formación por parte de la empresa cada vez deben cobrar mayor protagonismo y estar más en alza para un mejor rendimiento y productividad. No va a ser nada fácil ver como muchos sectores pueden pasar por una transformación que dejará a muchos perfiles en situaciones de gran vulnerabilidad, pero de las crisis se aprende y se convierten a veces en un trampolín para mejorar y dar valor a lo importante: las personas. Ahora hay un modelo empresarial más sostenible, más innovador, más inclusivo.
*Lee la tribuna completa en el número de abril de la revista Capital, ya disponible en tu quiosco o en Zinio.