Los autónomos, como sucede con los pequeños empresarios, son los únicos que pueden mirar al sol sin quemarse la retina de los ojos, como hace años se afirmaba en un popular anuncio que basaba esta broma en el insuperable espíritu de sacrificio de este sufridor colectivo. Un espíritu de sacrificio que, años después de esta campaña publicitaria, ha puesto más a prueba nuevos obstáculos como el coronavirus, que ha obligado a cerrar, transformar o a limitar gran parte de estos negocios.
Las pymes engloban alrededor del 97 % de las empresas en España, un porcentaje que marca el predominio de las microempresas, que constituían el 94 % del total del sector privado a enero del 2020, justo antes de la pandemia, con un total de 3.417.000 compañías. Desgraciadamente los efectos de la pandemia han retocado estos números hacia la baja, pero no lo suficiente como para no poder seguir afirmando que siguen siendo el motor más importante de nuestra economía por mucha presencia mediática, política y gubernamental que tengan las grandes compañías del Ibex 35.
De los efectos de la pandemia poco puedo añadir, pues es algo que aún está ahí y que cada uno va bandeando como puede, pero la transformación digital sí que es un cambio de modelo que el pequeño empresariado debe acometer activamente si no quiere quedar fuera de juego.
Pero con la transformación digital la cosa no termina, porque una vez que un negocio se ha digitalizado, al igual que sucede con el local físico, hay que protegerlo; hay que buscar el equivalente al sistema de videovigilancia y a la alarma si se quiere evitar que los ladrones nos “entren” y abran la puerta de la red de par en par.
En el pasado año, en España se registraron 40.000 ciberataques al día, una cifra que supuso un incremento del 125% respecto al previo ejercicio y que en este 2021 va a batir todos los récords. Las pymes, en las que el Incibe estima daños por un valor medio de entre 2.000 y 50.000 euros, son las más perjudicadas y las que padecen el mayor número de intentos de sabotaje.
Frente a esto, las pequeñas empresas deben protegerse de la mano de compañías especializadas -afortunadamente hay muchas y buenas- que les asesorarán y protegerán de esta nueva lacra que incluso ha puesto en situaciones muy delicadas a grandes países como EE.UU y Rusia, tensionando sus relaciones hasta puntos inimaginables. Y, además de protegerse, deben formarse y concienciarse, ya que los empleados son una gran puerta de entrada para muchas amenazas, y más ahora a causa del teletrabajo.
Una reciente encuesta realizada por ThycoticCentrify, un proveedor de soluciones en la nube, evidencia que los trabajadores suelen adoptar comportamientos que ponen en riesgo la seguridad digital de su empresa, y, en muchos casos, incluso a pesar de saber cuáles son los peligros. Lo de mezclar la vida personal con la profesional en el propio equipo es una constante difícil de erradicar y una invitación al hackeo.
Uno de los datos más preocupantes que refleja este estudio es que el 79% de los encuestados se involucró en, al menos, una actividad de riesgo el año pasado. Además, un tercio (35%) almacenó contraseñas en su navegador en dicho intervalo, un 32% usó una misma contraseña para acceder a varios sitios y alrededor de uno de cada cuatro (23%) conectó un dispositivo personal a la red corporativa. Prácticas todas estas que han de evitarse según todos los manuales de ciberseguridad.
Pero estas actividades no se deberían al desconocimiento, ya que el 98% de los encuestados reconoció saber cuáles son los riesgos para su empresa al realizar ciertas acciones, como pinchar en enlaces de origen desconocido. Sin embargo, pese a ello, únicamente un 16% percibía que su organización pudiera tener un riesgo muy alto de sufrir un ciberataque. En defensa de los trabajadores hay que señalar que, según la encuesta, únicamente el 44% de los encuestados recibió formación en ciberseguridad en 2020, lo que supone que más de la mitad de los empleados tuvieron que enfrentarse solos al temible panorama de amenazas creado como consecuencia del teletrabajo.