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Opinión

Redacción Capital

Desarrollar un buen ecosistema emocional

"Si una empresa consigue crear un ecosistema emocional agradable, potenciador y equilibrado, tendrá parte del camino al éxito conquistado” 

Vivimos en un entorno de mucha velocidad y con cambios permanentes. Es normal que, con estos condicionantes, muchas personas estén alteradas emocionalmente. Y son personas que, cada día, trabajan en infinidad de grandes y pequeñas organizaciones a lo largo de todo el territorio nacional e internacional. 

Por otro lado, aunque la inteligencia emocional se ha abierto camino en nuestras vidas y nos ha enseñado cómo podemos gestionar mejor nuestras ideas, nuestras emociones y nuestros hábitos o comportamientos, la realidad con la que me encuentro frecuentemente es que falta mucho camino por recorrer en el desarrollo personal humano. Muchas personas no están acostumbradas a bucear en su interior y mucho menos a realizar transformaciones personales que, en algunos puntos de la travesía del cambio, pueden resultar dolorosas.  

Si tenemos también en cuenta que el nivel de eficiencia de las personas aumenta cuando se encuentran bien, serenas, cuando, en definitiva, se sienten a gusto en su día a día, se puede entender que muchas empresas, en la actualidad, apuesten por desarrollar buenos ecosistemas emocionales en sus organizaciones. Aspectos como la salud (física y mental), ingresos económicos holgados, el reconocimiento a la labor profesional o contribuir a mejoras sociales y medioambientales forman parte de una mejor calidad de vida para las personas.  

Un ecosistema emocional forma parte de la cultura de una organización y se desarrolla, tanto si se le presta atención, como si se genera de manera natural. Un ecosistema emocional se compone de la emodiversidad (diversidad de emociones) que se producen a diario en el contexto de cualquier organización. Es un aspecto que va más allá del clima laboral. Es entender cómo fluyen las emociones dentro de la organización y darles el espacio para ello. 

Las personas llegan, cada día, a su puesto de trabajo con la emocionalidad que le provoca su entorno y su propia gestión emocional. Y aunque la empresa no tiene por qué prestarle atención a cuestiones tan internas de la persona, si lo hace y, además, de manera elegante, pues son puntos a su favor. Es comprensible, ¿verdad? Si yo siento que mi empresa se ocupa de corazón por cómo me siento, es más que probable que mi compromiso con la empresa aumente. Y mi motivación. Y mi eficacia. Y, al final de la cadena… mi rentabilidad. 

Lo comentado en este artículo tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que hoy ya se habla de escasez de talento en todos los sectores. En aquellos donde hay más demanda (tecnología, energías renovables, etc.) aún más escasez. Las pymes tienen, en estos aspectos, una ventaja competitiva muy interesante frente a las grandes empresas en las que, en muchas ocasiones, se está empezando a producir un tipo de esclavitud laboral nunca conocida en las últimas décadas. En función de diferentes estudios de este mismo año, entre un 65 y un 88% de las personas están insatisfechas en su trabajo.

Los factores son múltiples, pero muchas de esas personas se refieren a que el clima laboral en el que viven lo encuentran insano. Estamos hablando de muchas personas. Y esto es una mala y una buena noticia a la vez. La mala es obvia. La buena es que cuando se comienza a trabajar, con honestidad y profundidad, el bienestar de las personas de una organización, esa empresa va a ser muy bien valorada para trabajar en ella. Y esta atracción de talento es muy conveniente en los momentos actuales. 

Dado que las emociones son contagiosas, si una empresa consigue crear un ecosistema emocional agradable, potenciador y equilibrado, tendrá parte del camino al éxito conquistado. No es costoso, ni es complicado. Las estrategias son múltiples y todas tienen un denominador común: el verdadero interés por el bienestar emocional de las personas. Piénsalo: desarrollar un buen ecosistema emocional tiene un ROI muy interesante. 

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