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Opinión

Redacción Capital

El papel de la tecnología en la lucha por la eficiencia energética

Alcanzando compromisos ambiciosos y transversales lograremos reimaginar nuestra relación con la energía” 

Vivimos un momento sin precedentes. Una coyuntura histórica en la que los principales indicadores climáticos, cada vez más alarmantes, no hacen más que avisarnos de la urgencia de cambiar nuestros hábitos productivos y de consumo hacia alternativas más sostenibles a largo plazo. Asimismo, el contexto económico mundial que vivimos también está suponiendo un elemento realmente disruptivo. Este complejo contexto nos obliga a todos, tanto a empresas como a la sociedad en general, a replantear nuestra relación con la producción y el consumo de la energía de una manera apremiante. 

Y en este camino, la eficiencia energética cada vez cobra mayor importancia. Un concepto que nos estamos acostumbrando a escuchar muy repetidamente en los últimos meses y que está en el centro del debate público.  

Si hablamos del ámbito empresarial, esta capacidad para obtener los mejores resultados en cualquier actividad, empleando la menor cantidad posible de recursos energéticos, tiene dos beneficios claros: el económico y el medioambiental. En relación con el primero de ellos, nos hallamos a las puertas de un invierno incierto en el que las previsiones apuntan a complicaciones en los precios y la disponibilidad de la energía, especialmente en Europa.

En la empresa, el consumo de energía constituye una partida importante del gasto de funcionamiento, derivado de los consumos en climatización, iluminación o equipos informáticos, por ejemplo. Por ello, cualquier solución que nos permita optimizar nuestro consumo energético puede jugar un papel clave en la supervivencia (o no) de una empresa. 

Asimismo, la eficiencia energética debe ser considerada, también, como una política de freno para el cambio climático. Durante la COP27, celebrada en Egipto, se ha reflejado toda la labor que queda por realizar para reducir nuestra huella de carbono en el planeta, además de aliviar el impacto que la acción humana tiene en el calentamiento global. En este sentido, uno de los puntos destacados de las agendas de los líderes mundiales en esta COP27 ha sido la necesidad de apostar por maneras más eficientes de consumir los recursos, incluyendo, también, la energía.  

Esta necesidad urgente de repensar nuestra relación con la energía también está cada vez más presente a nivel legislativo. Únicamente cabe recordar el plan de ahorro energético para invierno aprobado por el Consejo de Ministros de España, que propone un paquete de medidas para facilitar el ahorro y la eficiencia energética, también entre las empresas. 

En este complejo contexto, es importante destacar el papel que puede jugar la innovación y la tecnología en la mejora de la eficiencia energética en ambas vertientes, tanto la económica como la medioambiental. Ejemplo de ello es el reciente estudio de la Universidad de Cambridge, que contó con la colaboración de Epson, en el que se concluye que la energía consumida por los electrodomésticos debe reducirse, de media, un 25% en 2030 (comparado con el año 2020), y un 40% para el año 2050, si queremos alcanzar los objetivos climáticos fijados por la Unión Europea.  

Sin lugar a dudas, la innovación tecnológica debe ser una acompañante indispensable en este viaje hacia un futuro más eficiente. En un momento como el actual, es importante apostar fuertemente por la I+D+I, y continuar desarrollando tecnologías que permitan una producción y un consumo energético más económico y respetuoso con el medio ambiente. Un buen ejemplo de ello es la tecnología Heat-Free de Epson, una innovación que nace fruto de años de investigación, y que permite imprimir sin calor, lo que ayuda a reducir de forma significativa el gasto energético y el impacto en el entorno.  

No quiero terminar sin destacar también la necesidad de que, desde las administraciones, se continúe trabajando en medidas para impulsar la eficiencia energética, promoviendo una cultura de buenas prácticas energéticas, tanto entre empresas como entre consumidores individuales. Esto incluye consolidar un sistema de etiquetado energético de los productos que sea sencillo, claro y transversal, y que permita a los usuarios entender los consumos de energía de cada solución de manera rápida.   

El reto que tenemos por delante es mayúsculo, y requerirá de esfuerzos colectivos de todos los miembros de la sociedad, incluyendo a administraciones, empresas y consumidores. Únicamente alcanzando compromisos que sean ambiciosos y transversales lograremos reimaginar nuestra relación con la energía y hacer de nuestro planeta un lugar más eficiente y sostenible. 

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