El siglo XXI ha sido una época de retos para la industria del automóvil, si bien nunca nos hemos encontrado con una etapa tan desafiante como la actual. Desde la crisis económica de 2008, con una fuerte caída en la demanda y en la producción, hasta la transformación del sector hacia una nueva movilidad más conectada, autónoma, electrificada y compartida, la industria ha ofrecido siempre un ejemplo de liderazgo, respuesta rápida y adaptación, aportando todo su músculo industrial para dar soluciones a las demandas sociales e impulso a la economía. Y ahora, una vez más, nos enfrentamos a un nuevo reto marcado por la crisis sanitaria del COVID-19, que inevitablemente derivará en una importante recesión económica.
Ya nos hemos visto en crisis de este estilo. La crisis económica de 2008, que se inició con la caída de Lehman Brothers, frenó también el impulso acumulado del sector desde principios de siglo, que alcanzó en 2006 su punto más alto de matriculaciones, con más de 1,6 millones de unidades comercializadas. A partir de ahí, la crisis provocó una caída en picado hasta los menos de 700.000 vehículos nuevos vendidos en 2012, en lo más profundo del pozo. Por desgracia, vamos camino de repetir esta cifra en 2020. Las previsiones apuntan a que el mercado de ventas de turismos caerá entre el 40 y el 45% y esta situación corre el riesgo de agravarse si no ponemos en marcha, de manera urgente, un plan de choque urgente para el sector de la automoción, con medidas específicas para el impulso a la demanda y el mantenimiento de la industria.
El colosal impacto de la crisis económica se sintió entonces en la producción como se está sintiendo ahora. Entonces, se perdieron un millón de vehículos fabricados, dejando las cifras de producción por debajo de los dos millones de unidades. Desde ANFAC, estimamos que este año se dejarán de fabricar 700.000 vehículos. Pero entonces, las automovilísticas apostaron por sus factorías en España y trabajaron denodadamente para recuperar el ritmo de producción previo, posicionándonos como el segundo mayor productor en Europa y el noveno en el mundo. Un verdadero “milagro”, si tenemos en cuenta que en España no se ubica ningún centro de decisión de las marcas, lo que demuestra el alto nivel de compromiso y confianza que los fabricantes depositan en nuestro tejido industrial.
No podemos dejar caer este milagro que supone la industria de la automoción en España. A día de hoy, la industria de la automoción es uno de los principales motores de la economía española. Todo el sector en su conjunto representa el 10% del PIB nacional y genera el 9% del empleo sobre la población activa, cifras significativas que señalan la verdadera importancia de seguir apostando por las 17 fábricas de automóviles ubicadas en España. Sin embargo, es de los más penalizados en esta crisis. Las líneas de producción han parado durante más de un mes, los concesionarios han cerrado en bloque, todos por responsabilidad con la seguridad y salud de sus trabajadores y por las necesidades de la extensión del estado de alarma. Pero hay que revertir esta situación y pensar desde ya en cómo recuperar la industria y el comercio.
El “milagro” de la automoción española se ha de consolidar, pero para ello es fundamental establecer un plan de choque nacional enfocado al impulso de la demanda y de inversión en la industria. En el pasado, el sector de la automoción ha demostrado que puede adaptarse a los contextos económicos, sociales y comerciales para continuar siendo un motor de nuestra economía. Por esto, la primera medida que se ha de adoptar es que desde el Gobierno y las administraciones se reconozca la relevancia económica de la automoción y que supone un importante efecto tractor para otras industrias, como puede ser la química o la metalúrgica entre otras. La rápida recuperación de la economía pasa esencialmente por una colaboración público-privada, donde el sector privado puede aportar mucha experiencia para establecer las herramientas que aceleren la salida hacia la recuperación.
Los fundamentales con los que arrancamos el año, centrados en la renovación del parque en línea con los objetivos de descarbonización, siguen presentes, pero primero debemos trabajar todos juntos para recuperar el breve tiempo perdido, que ha causado un gran daño a la industria. Debemos implantar un plan de choque urgente que acelere la recuperación del sector. Hay que estimular la demanda interna por diferentes razones: para evitar que aumente el número de vehículos de más de 10 años, mucho más contaminantes y menos seguros; para reducir el impacto negativo sobre la recaudación fiscal derivada de la caída de matriculaciones y para ofrecer un mercado fuerte, a pesar de las circunstancias, que permita mantener a España como un polo de atracción de inversión para las marcas de automoción y ser un referente competitivo que nos otorgue las adjudicaciones de nuevos modelos electrificados, que son los que marcarán el camino de la automoción en los próximos años.
Son tiempos difíciles para todos, donde debemos trabajar más duro, si cabe, porque España, en este momento de obligada recuperación, no puede permitirse perder la fuerza y la tracción del “milagro” de la automoción española.
José Vicente de los Mozos es presidente de Renault España y de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC).
Columna publicada en el número mayo/junio de 2020 de la revista Capital.