“El problema nunca ha sido la tecnología en sí, sino el encaje que le buscamos en los propósitos y metas de la sociedad”
Creo que ya he comentado por aquí mi tendencia a acoger con escepticismo toda novedad tecnológica. Tengo algo de “ludista” tranquilo y supongo que, de haber nacido un puñado de milenios atrás, hubiera asistido al invento de la rueda con cierto desasosiego por el varapalo laboral hacia el colectivo de acarreadores de piedra.
La “rueda” actual, en el corto y medio plazo, es la Inteligencia Artificial (IA). Como se viene haciendo de toda la vida de Dios (la rueda, la imprenta, la máquina de vapor…), toca echarse las manos a la cabeza y augurar el fin del mundo tal y como lo conocimos y, particularmente, la desaparición del empleo de todos nosotros.
A lo largo de este mes pasado la gente de la que me rodeo en redes se ha estado entreteniendo con una cosa llamada ChatGPT, una IA que te responde a todo lo que se te ocurra y que, en líneas generales, se expresa mejor y con más criterio que tu vecino del quinto. Todo este lío me ha pillado con el deadline (antaño “plazo”) de este artículo casi vencido. Apurado de lo mío, pensé: ¿por qué no dejar que ChatGPT lo escriba por mí? Lanzarle la idea, hacerme un café entre tanto y añadirle un par de rasgos de estilo.
De modo que, ahorrándome todo tipo de parafernalia en saludos y explicaciones (cosas necesarias y civilizadas entre humanos), me dirigí a él con una encomienda clara: “Haz un artículo sobre los peligros de la IA para el trabajo de los periodistas”.
Sin decirle una palabra, el tipo hasta me clavó el número de caracteres que llenan esta columna. Prueba de mi honestidad brutal, es que he declinado cascarla tal cual y echarme a dormir. No obstante, para que al trabajo de ChatGPT no sea de balde, les resumo la cosa: me cuenta la maquinita que “en el campo de la información y el periodismo, la IA ha sido utilizada para realizar tareas que antes eran exclusivas de los periodistas, como la generación de contenidos y la realización de análisis de datos"
"Sin embargo, esta tecnología también presenta ciertos peligros para el trabajo de los periodistas. A continuación, se mencionan algunos de ellos”. Resumiendo y, en sus palabras: “Desplazamiento del trabajo humano”, “pérdida de calidad”, “pérdida de diversidad” y “peligro de manipulación”.
Por último, concluye: “La IA puede ser una herramienta útil para el trabajo de los periodistas, pero es importante tener en cuenta sus posibles peligros y tomar medidas para minimizar sus efectos negativos. Esto incluye la formación y el desarrollo de habilidades en el campo de la IA para los periodistas, la regulación adecuada de su uso y la promoción de la diversidad y la inclusión en los contenidos generados por la IA”.
Me han resultado tan sensatas sus palabras (con muchos menos circunloquios y florituras de las que yo hubiera gastado) que he decidido no darle una segunda oportunidad a la IA, no sea que acabe yo mismo por delegar y devaluar mi propio trabajo. Al mismo tiempo, he recordado una anécdota de mis primeras prácticas en prensa. Aquel verano propuse algunos reportajes sobre el entorno en el que yo veraneaba.
Uno de ellos, una entrevista con el farero de Chipiona. Por candidez, ya que imaginaba que no tendrían un fotógrafo a mano en esta localidad, propuse hacer yo mismo las fotos, lo que me ganó una reprimenda del jefe de fotografía: “Si todos proponen lo que tú, nos quedamos sin trabajo”.
Aparentemente, si todos tiramos de la IA nos quedamos sin trabajo. Pero, ¿es realmente eso malo? El problema nunca ha sido la tecnología en sí, sino el encaje que le buscamos en los propósitos y metas de la sociedad. Como ven, no soy tan cenizo como aparento. Podría incluso convivir con una IA siempre que ella me deje espacio para hacer otra cosa. Algunos utopistas propugnan que las máquinas trabajen y coticen por nosotros. Podría interesarme esa componenda.