“Raquetear la pelota de la vida por la digitalización nos lleva al filo de lo imposible en un juego dual en jaque mate con la estabilidad”
Hace tiempo que dejamos de ser la medida de todas las cosas, y, si bien es cierto que el antropocentrismo tuvo su momento, ahora sabemos acumular espacio concibiendo la vida más allá de nuestros propios límites, un justo lugar para todos los seres vivos, comenzando por nuestra propia madre: La Madre Tierra.
Sin embargo, también hace ya tiempo que, cuando pensamos en materia de sostenibilidad, ya no sólo pensamos ‘en verde’, sino que la sostenibilidad se promulga en formato de equilibrio, lo que representa otro gran tanto a favor.
Bajo estas bonanzas andábamos satisfechos e ilusionados en el camino que marca la empatía equitativa, cuando, casi sin darnos ni cuenta, nos hemos topado de bruces con la era de la infoxicación: el fenómeno que consume información viral como si fuera oxígeno, y, a veces, ya saben que respirar demasiado rápido puede provocar un ahogo generalizado.
Los humanos habíamos pensado que con descifrar los estratos que formaban la corteza terrestre teníamos suficiente, lo cual demuestra que seguimos viendo el mundo desde el mismo ombligo antropocéntrico. ¡Benditos inocentes! Lejos estábamos de intuir que íbamos a tener que comenzar a descifrar un nuevo genoma, pero, en este caso, el digital.
Decir que el cambio siempre ‘revuelve’ es igual que decir nada. Ahora bien, en el vertiginoso océano digital que habitamos asoma por igual la gran disyuntiva de la red. Pero no de la red digital, no, sino de la red de la cancha de tenis, porque nos sumerge en un estado de suspense, al no saber si la pelota va a caer hacia un lado o hacia el otro.
Esa sensación de suspense interpretó el gran Woody Allen, ahora denostado, Woody Allen, en su magistral película ‘Match Point’. Lo malo del símil con Allen es que jugar a doble banda con nuestro futuro nos sume en un gran desequilibrio, y es que esto no va de ficción cinematográfica, raquetear la pelota de la vida por la digitalización nos lleva al filo de lo imposible en un juego dual en jaque mate con la estabilidad.
Por un lado, nos abduce a la gran oportunidad de estar ante el mayor abismo de plenitud como nunca lo habíamos podido imaginar. Recordemos que hemos creado las tecnologías que alargan la vida y se podría decir que somos sujetos activos de nuestra propia cartografía demográfica, especialmente, cuando los nuevos formatos digitales constituían heraldos de conexión.
Pero, por otro lado, asistimos atónitos ante la mayor pérdida de realidad del origen de la fuente. Una ciega densa neblina que nos somete a un ritmo frenético de producción informativa, dejándonos incapaces de discernir ante la rapidez con la que se juega el partido del dato. El vacío del relato del eufemismo es un doble juego pernicioso agitando la ya conocida vulnerabilidad del estado de bienestar.
Las crisis siempre agitan las certezas y esto no debería de tomarnos por sorpresa. Sin embargo, lo que quizás sí nos pilla de pleno es la viralidad y la rapidez con la que se juega en la cancha de la nube o Instagram. Las fake news o la dudosa de credibilidad de algunas imágenes no sólo rompen el servicio, sino que lo pueden estar rompiendo sin ni siquiera ser conscientes de ellos. Y eso sí que puede ser un punto determinante para el definitivo game over.
Los humanos podemos ser torpes viandantes que se topan dos veces con la misma piedra. Sin embargo, cabe recordar que siempre tenemos un fiel árbitro que juega en la cancha de la esperanza, esa que se rige bajo los valores universales que nos unen como sociedad civil.
Hablar de sostenibilidad en puertas del nuevo año es hablar de la recuperación de la confianza en el capital civil. La nueva sostenibilidad viene en clave informativa bajo la batuta del valor de la fuente, la integración de las ciencias, la fiabilidad del conocimiento, aquello que se ampara bajo el buque insignia de la educación que fortalece lo humano afianzando la cohesión social.
En este viaje hacia la sostenibilidad, y sobre todo en estas fechas, toca celebrar que somos una sociedad que no comienza de cero. Nuestro badajee no ha sido tiempo muerto: Somos #SociedadKM0. Celebremos la vida. Esa misma que no comienza de cero.