José María Sánchez Galera es escritor y consultor.
Por motivos que no hace falta explicar, el PP está repitiendo su habitual estrategia electoral y de comunicación. Torpe y errada. No siempre la torpeza y los errores son los mismos. En esto hay que reconocer innovación y creatividad al PP. Y, como siempre, resulta fácil describir —o, al menos, señalar— los aspectos generales de su equivocado planteamiento. En este caso —y por motivos que los genios de la lámpara de Génova 13 estimarán muy atinados— se trata de contra quién va dirigida la campaña electoral. Da la impresión de que el PP anda más preocupado por Vox y Cs que por el verdadero rival, es decir, Pedro Sánchez y su PSOE, además de sus aliados: desde el fugado Puigdemont hasta el preso preventivo Junqueras, pasando por Pablo Iglesias y Arnaldo Otegi.
Pablo Casado y sus asesores marran por dos motivos. El primero, porque parece que el PP no lucha por la victoria, sino por el segundo puesto. Y la estrategia del perdedor —salir al césped para lograr el empate— suele generar derrotas. Es como si el PP dijera que el PSOE va a ganar las elecciones. El segundo motivo, porque los temas de debate ya no son Cataluña y el golpe de Estado, la economía y el paro, los impuestos y la nueva recesión, la quiebra del Estado de las Autonomías y una deuda pública del 100% del PIB. No se habla de China, de Europa, de Venezuela, de empresas, de familias, de educación, de agricultura, de trabajadores por cuenta propia o ajena. No se habla de nada en lo que el PP podría dejar al PSOE tendido en la lona. Podría decirse que Casado está haciendo el trabajo de Iván Redondo.
El PP ya no se presenta como partido de gobierno, sino de oposición. Es como si estuviera buscando excusas de por qué Sánchez puede seguir en La Moncloa. El PP está ya en el día después de las elecciones, con el dedo índice apuntando a los votantes de Vox y Cs, por no haber depositado la papeleta de la gaviota —o del charrán— en la urna. Aún nadie en el PP ha comprendido que van a obtener, grosso modo, la mitad de votos y diputados que en noviembre de 2011. Y por propia culpa. Aún no han entendido que, si hay millones de personas que prefieren ora Vox, ora Cs, se debe a la deriva del propio PP. La apelación al voto del miedo o los sofismas de D’Hont ya no sirven: son años de aceptar la ideología de género, la memoria histórica, los gürteles, los referendos ilegales en Cataluña. Son años de subidas de impuestos, de creación de nuevos observatorios políticos y de nuevas subvenciones para organismos de todo pelaje. Son años de excarcelación de etarras, de asimilaciones lingüísticas, de consolidación del modelo televisivo de los Lara, Roures, Álvarez-Pallete, Évoles y Maurizios.
Cada esfuerzo que dedica Casado contra Rivera o contra Abascal es un esfuerzo que no empeña contra Sánchez, Iceta o Dolores Delgado y que le agradece Iván Redondo. Porque Casado está resultando más eficaz que Redondo, a la hora de convertir a Sánchez en alguien con aspecto presidencial. Quizá por eso, si quisiera enmendarse, el líder del PP debiera imitar a su compañera Isabel Díaz Ayuso, que ha optado por eludir, en la medida de lo posible, mencionar a Vox y Cs, y que se ha encajado en un discurso de disputa contra el PSOE, asumiendo que los electores obligarán a PP, Vox y Cs a pactar.
Pablo Casado podría transformarse en presidencial hablando como si se hallara ya mismo en el debate de investidura. Mano tendida, gobierno para todos, gobernar sin sectarismos, España es una gran nación, el PP ha cometido errores pero los admite y los va a corregir, el PP cuenta con experiencia de gobierno, la regeneración viene garantizada por una política de pactos con todas las formaciones, el PP encabeza la lucha contra el separatismo, España necesita un liderazgo fuerte que afronte los grandes retos, necesitamos generar más empleo y de más calidad, necesitamos cuadrar las cuentas públicas para que podamos garantizar los servicios públicos y las pensiones, Puigdemont y Junqueras no pueden seguir marcando la vida de todos los españoles, el gobierno no puede ser rehén de quienes pretenden romper España, el PP es el partido del empleo que saca a España del paro que genera el PSOE. Sí, no suena nuevo; pero es una receta que permite situar la lucha electoral directamente entre Casado y Sánchez, oponiendo dos proyectos de manera nítida.
Mientras el PP siga peleándose por el segundo puesto —o el tercero—, los deseos de Tezanos, plasmados en el CIS —e imitados por los mismos sociólogos que hace un mes se reían de sus manipulaciones—, podrán cumplirse. Aunque, ¿quién sabe?, quizá el objetivo del PP no es gobernar ahora, tratándose de tú a tú con Vox y Cs, sino dejar La Moncloa al PSOE mientras intenta que sus nuevos rivales a derecha e izquierda desaparezcan, a fin de poder aspirar a volver a ser lo que fue en 2011. El tibio y eterno retorno.