“En este nuevo paradigma, el éxito empresarial se mide no solo por la capacidad de superar a los competidores, sino también por la habilidad para colaborar con ellos", escribe Ignacio Babé
Cuando iniciamos el estudio de la gestión del futuro (Gestión 5.0), identificamos tres palancas principales: Personas y talento, Innovación y tecnología y Alianzas y ecosistema. Y, dentro de esta última, listamos cinco elementos: Pensamiento estratégico; Trabajo en red; Gestión de la experiencia global; Gestión del impacto de la organización y Sostenibilidad a largo plazo. Pero se nos quedó un elemento clave en el tintero: los ‘coopetidores’.
En un mundo en el que los límites entre competencia y cooperación se desdibujan cada vez más, la figura del ‘coopetidor’ emerge, no solo como una estrategia de negocios, sino como una filosofía fundamental para navegar en los complejos mares de la gestión empresarial moderna. Este término, que conjuga las palabras ‘competidor’ y ‘cooperador’, encapsula un enfoque revolucionario hacia cómo las empresas pueden, y, de hecho, deben, interactuar en el siglo XXI.
Desde mis primeros momentos en el mundo de la consultoría empresarial hasta la actualidad en mi día a día como director general he sido testigo de la evolución de las estrategias de mercado y de cómo las empresas y organizaciones sobresalientes tejen una red de aliados, partners, colaboradores e, incluso, competidores para crear un ecosistema de excelencia.
Esta evolución, observada a lo largo de los años, va desde una competencia feroz hasta un enfoque más matizado que reconoce el valor de la colaboración, incluso con aquellos que podríamos considerar nuestros rivales, en beneficio mutuo. Este cambio no es meramente táctico; es una respuesta adaptativa a un ecosistema empresarial que premia la agilidad, la innovación y la sostenibilidad.
La importancia del ‘coopetidor’ en los nuevos sistemas de gestión no puede ser subestimada. Las organizaciones sobresalientes que promueven ecosistemas de excelencia parten de su propósito, que, si está bien definido, beneficiará a la sociedad en la que opera. Por eso, para los competidores será bueno asociarse si juntos pueden producir más bien para la sociedad.
Las empresas que se atreven a colaborar con sus competidores descubren no solo nuevas vías para el crecimiento, sino también estrategias para afrontar desafíos comunes, desde hacerse entender mejor por el regulador hasta la transformación digital. Esta cooperación estratégica permite una compartición de riesgos y recompensas que, en última instancia, beneficia a todas las partes involucradas.
Pero ¿cómo se cultiva una relación de ‘coopetición’ efectiva sin comprometer los intereses propios de la empresa? La clave está en la transparencia, el establecimiento de límites claros y el compromiso mutuo hacia objetivos compartidos. Es un baile delicado, donde la confianza y el respeto son indispensables. Identificar a un ‘coopetidor’ potencial requiere una inteligencia de mercado sofisticada y una profunda comprensión de los propios puntos fuertes y débiles de nuestra empresa.
Los casos de éxito abundan. Desde alianzas en investigación y desarrollo (I+D) hasta acuerdos de comarketing, las empresas que han abrazado la ‘coopetición’ han accedido a nuevos mercados, acelerado la innovación y, en muchos casos, establecido nuevas normas industriales. Estas historias no solo sirven como prueba del valor de la ‘coopetición’, sino también como una guía para las empresas que buscan replicar estos éxitos.
Mirando hacia el futuro, la figura del ‘coopetidor’ se perfila como una constante en la gestión empresarial. A medida que afrentamos desafíos globales sin precedentes, desde crisis climáticas hasta disrupciones tecnológicas, la capacidad de colaborar con aquellos que tradicionalmente consideraríamos adversarios será no solo valiosa, sino vital.
El concepto de ‘coopetidor’ nos obliga a replantear nuestras estrategias competitivas. No se trata de eliminar la competencia, sino de redefinirla. En este nuevo paradigma, el éxito empresarial se mide no solo por la capacidad de superar a los competidores, sino también por la habilidad para colaborar con ellos en la creación de un valor compartido.
Es una llamada a la acción para todos los líderes empresariales: consideren la ‘coopetición’ no como una opción estratégica, sino como un imperativo para prosperar en el complejo panorama empresarial del siglo XXI.