El vigésimo aniversario de Capital me recuerda una fecha para mí fácil de recordar: la de mi vuelta de los Estados Unidos tras cuatro años doctorándome en UCLA, una universidad mítica para todo lo que tiene que ver con la red, desde la que salió aquella primera transmisión enviada utilizando ARPANET hacia el Stanford Research Institute. En mi caso, aquellos cuatro años habían sido mi auténtico bautismo de fuego en la red: aunque comencé a introducir internet en mis programas en IE Business School en 1993, los cuatro años en California, el lugar donde el uso de la red estaba prácticamente explotando, me habían llevado a aprender todo aquello desde abajo, desde los protocolos y los lenguajes de programación. Cuando volví a España en mayo del 2000, me encontré con una curiosa situación: cualquier cosa que dijese relacionada con la red generaba interés, y de hecho, no resultaba difícil publicarla en algún medio. Para redondear la jugada, el despacho que me asignaron a mi vuelta estaba justo al lado del Departamento de Comunicación, así que me convertí en el recurso más a mano cada vez que algún periodista contactaba con el IE para documentar alguna noticia relacionada con internet… que en aquella época, no eran pocas veces. Entre 2000 y 2003, antes de inaugurar mi propia página, escribí algo así como doscientos artículos en distintos medios españoles, muchos de ellos sin firma. Simplemente, me encontraba a gusto explicando conceptos a periodistas que, aparentemente, apreciaban que yo fuese un académico que no intentaba venderles nada. Después de todo, era mi trabajo: tratar de hacer sencillas cosas que a muchos les parecían complicadas.
De todas formas, no fue una época sencilla. Cuando volví a España, el NASDAQ marcaba máximos históricos, con un 400% de ganancia desde 1995, y las valoraciones de las compañías tecnológicas eran lo que entonces calificábamos como estratosféricas. En octubre de 2002, múltiples compañías habían desaparecido, el NASDAQ había perdido más de un 78% de su valor, y había perdido todo lo que había ganado durante lo que dio en llamar “la burbuja de internet”. Capital fue de los pocos medios que, en aquellos
tiempos, mantuvo su fe en que aquella crisis era algo pasajero, y que entendieron que internet realmente aportaba valor. Escribir sobre internet en aquella época no era sencillo: la cohorte de descreídos crecía incesantemente, en una suerte de “back
to basics”, de vuelta al negocio tradicional, que posiblemente se haya cobrado más víctimas que la propia burbuja. Muchas de las compañías que entonces despreciaron internet han desaparecido, con sus productos y servicios sustituidos por unas tecnológicas que alrededor de una década después ya empezaban a escalar en la lista de las más valiosas del mercado. En 2016, por primera vez en la historia, las cuatro compañías cotizadas que lideraban el S&P500 eran empresas tecnológicas: Google, Apple, Microsoft y Facebook. Y Capital estaba allí, y de hecho, mi amigo Jordi Benítez me llamó
para escribir sobre ello.
En veinte años, Capital ha sido testigo de cómo las empresas tecnológicas caían al infierno, ascendían a los cielos, se convertían en sitios donde todo el mundo soñaba con trabajar, o en villanos detestados por muchos. Ha visto mucha historia: a una Apple que resurgió de sus cenizas, perdió a Steve Jobs en 2011, y se convirtió, en 2018, en la primera compañía valorada en un billón de dólares. A una Google que pasó de ser un buscador simpático a convertirse en un auténtico emporio. A una Microsoft que superó la rémora de uno de los peores directivos del mundo, Steve Ballmer, para recuperarse con Satya Nadella y volver a ser una compañía atractiva e interesante. A una Facebook que pasó de ser una simpática red social, a convertirse en un monstruo siniestro devorador de nuestra privacidad y capaz de llevar a Donald Trump a la Casa Blanca. Mucha historia en tan solo dos décadas. Subidas, bajadas, quiebras, fusiones, adquisiciones, escándalos… Es posible que para Gardel, veinte años no fueran nada, pero en internet han sido una auténtica montaña rusa, llena de noticias de todo tipo, de vibrante actualidad, de productos y servicios que nos han cambiado la vida. Gracias a Capital por estar ahí. Y por contarlo bien.
Columna publicada en el número de mayo/junio de 2020 de la Revista Capital.