El director de pensiones de BBVA, David Carrasco, suele decir que la evolución de las pensiones es como decidir dónde situamos una manta que nos queda corta: si la colocamos en la cabeza, salvamos el dinero total del sistema reduciendo el dinero destinado a cada persona. Si la ubicamos en los pies, mantenemos la cantidad de dinero destinado a cada pensionista, pero el montante total del sistema disminuye y peligra su pervivencia.
La solución no es nada fácil. Las reformas de 2012 y 2013 dieron pasos para que la manta cubriera la sostenibilidad del sistema (la cabeza), pero dejaron al aire libre la suficiencia (los pies). La de 2012 incidió en cuestiones como alargar de quince a veinticinco años el periodo mínimo de cotización en la Seguridad Social, retrasar la edad de jubilación a los 67 años o reducir las prejubilaciones. La de 2013 introdujo el Índice de Revalorización de las Pensiones (IRP), que sustituía a la actualización con el IPC, y el factor de sostenibilidad. Ambas reformas contribuían a equilibrar ingresos y gastos y garantizaban la supervivencia del sistema a medio y largo plazo, pero la presión de los pensionistas ha vencido y las pensiones han vuelto a revalorizarse de acuerdo con el IPC. Ahora la suficiencia ha mejorado y lo que está en duda es la sostenibilidad.
A pesar de ello, Carrasco quiere dejar claro que “todos cobraremos una pensión pública. De eso que nadie tenga ninguna duda”. Otra cosa es la cuantía que obtengamos. El subdirector general de negocio de VidaCaixa, José Antonio Iglesias, constata que “el sistema público va a ser cada vez menos generoso para todos en el futuro. En convergencia con lo que sucede en el resto de los países de la OCDE, se estima que la tasa de reemplazo se reducirá hasta el 46% a largo plazo (pensión vs sueldo de ese trabajador en activo. Actualmente es del 80% en España). Eso significará perder más de la mitad del poder adquisitivo al jubilarnos. Por lo tanto, obtener un complemento a la pensión pública que nos permita mantener nuestra calidad de vida será cada vez más necesario, y lo será para todos”.
Para complementar la pensión hay diversos métodos: los planes de pensiones, que tienen ventajas fiscales; los fondos de pensiones, que aportan más liquidez; incrementar los ahorros a través de acciones, depósitos o activos inmobiliarios que proporcionen unas rentas a partir de los alquileres. VidaCaixa incide también, además de en los planes de pensiones, en una amplia gama de productos de ahorro a largo plazo, como son los PIAS (Plan Individual de Ahorro Sistemático), los Unit Link o los SIALP (Seguro Individual de Ahorro a Largo Plazo).
“Cada persona debe decidir qué vehículo de ahorro escoge, y si quiere o no quiere ahorrar. Hay objetivos que entran en conflicto con ello: facturas, vacaciones, colegios de los niños, regalos... El que decida ahorrar debe hacerlo de una manera sistemática”, sostiene Carrasco. Los propios planes de pensiones son un vehículo que se puso en marcha para complementar a las pensiones públicas. Por este motivo, el regulador los dotó de una serie de ventajas. BBVA tiene un 20% de cuota de mercado en este segmento. Una de cada cinco pensiones privadas en España sale de sus arcas. Para ellos es una gran responsabilidad, aunque Carrasco reconoce que “desde hace bastante huimos de recomendar productos. Puede inducir a error, porque un producto no es válido para toda tipología de clientes. Proponemos una amplia gama, con distintos perfiles de riesgo, y el cliente elige. Sabe que, si el riesgo es mayor, puede obtener una mayor rentabilidad, y si es menor, lo contrario”.
BBVA ofrece una amplísima oferta a los inversores: “Toda nuestra gama apuesta por una gestión activa, diversificada y global que busca compensar los riesgos de los activos por geografías a medio-largo plazo y conseguir la mayor rentabilidad y menor volatilidad posible. Como consecuencia de este modo de actuar, el mercado nos ha reconocido como entidad excelente: como mejor gestora de asignación de activos y mejor gestora de fondos de pensiones. El modo en el que mezclamos esos activos es lo que nos hace diferentes en el sector y no es copiable”.
Entre los productos de los que dispone BBVA, el más aceptado es el Fondo Multiactivos, ya sea en perfil moderado, conservador u otro. Dentro de su oferta destaca el crecimiento de los vehículos de inversión sostenible. Han lanzado el Plan Sostenible Moderado ISR, que incorpora una capa adicional de gestión y los criterios mediambientales y sociales a la hora de decidir en qué se invierte.
VidaCaixa, por su parte, lideraba todos los rankings de planes de pensiones (individual, colectivo y total) en el tercer trimestre de 2019, últimas cifras disponibles al cierre de este artículo. Es la mayor gestora de fondos de pensiones en España, con un volumen de más de 90.000 millones de euros bajo gestión. Ha recibido numerosos premios por sus resultados y, desde hace más de quince años, considera criterios ambientales, sociales y de buen gobierno en sus decisiones de inversión. Gracias a este esfuerzo ha sido reconocida con la máxima calificación posible (A+) por parte de Naciones Unidas por su estrategia y buen gobierno. Uno de sus productos de mayor éxito es la Gama Destino. Incluye planes gestionados que tienen trazada una hoja de ruta de inversión en función del horizonte temporal para la jubilación. Puede contratarse como plan de pensión o PIAS. “En la actualidad se han superado los 7.000 millones de euros en patrimonio bajo gestión de estos productos, tan solo cuatro años después de su lanzamiento. Además, varios de estos planes se encuentran entre los más vendidos del mercado. Acumulan rentabilidades por encima de la media de su categoría, superiores al 20%”, explica José Antonio Iglesias.
Los clientes podrán decidir si invierten o no en planes de pensiones. Lo que Carrasco tiene claro es que el funcionamiento del sistema en España debería ser mejor. “Lo importante es que la gente tome decisiones informadas, y el sistema de pensiones en España es muy complejo”, señala. “Si sales a la calle y preguntas, la gente desconoce prácticamente todo lo relacionado con las pensiones, incluyendo una pregunta tan básica como cuándo voy a poder jubilarme y qué pensión voy a poder recibir”, añade. El Barómetro de VidaCaixa lo confirma: ocho de cada diez encuestados reconocía desconocer cuánto cobraría al jubilarse.
Carrasco sostiene que ocurre lo mismo que hace cuarenta o cincuenta años: sabemos cuánto nos corresponde poco tiempo antes de jubilarnos, y “la jubilación es un hito muy difícil de planificar: es un periodo largo de veinticinco años que requiere una movilización de recursos enorme”.
Carrasco admite que desde Hacienda se han hecho algunos esfuerzos. Por ejemplo, proporcionar simuladores en su web en los que se podía calcular la pensión esperada si se contaba con un certificado digital. El problema es que muchos de los interesados no tienen certificado digital. Otro inconveniente añadido es que la herramienta fallaba mucho en sus cálculos, al menos en sus inicios, y en algunos casos trasladaba la ilusión de una pensión que estaba muy por encima de la máxima posible. VidaCaixa ofrece un completo blog para informarse: www. tuproyectodevida.es.
Frente a las complejidades del sistema, Carrasco recomendaría fijarse en propuestas como la de Suecia si se quiere mejorar en sencillez. Allí el sistema es público, de reparto y solidaridad intergeneracional, como en España. “Pero es mucho más sen- cillo y transparente. Esa es la diferencia”, explica. Cuando empiezan a trabajar, se abre a los empleados una cuenta virtual. En ella se van incluyendo de modo virtual, no real, sus cotizaciones y las de su empresa, y lo que va acumulando para el momento de su jubilación. También se reconoce una rentabilidad virtual vinculada a la subida de salarios del país: si los salarios suben un 2%, la pensión sube un 2%. De este modo se mantiene el equilibrio: las pensiones crecen al mismo ritmo de los salarios. “Se trata de un sistema muy sencillo de entender: es equivalente a una cuenta corriente. También se entiende bien la rentabilidad, que es como un depósito. De este modo se ve además la cotización a la Seguridad Social como un ahorro personal, no como un impuesto, que es como se percibe en España: como un impuesto que destina el dinero a una caja que no sabemos dónde está y que luego llega a un tercero”, señala Carrasco.
Cuando el sueco puede acabar su vida laboral, sabe perfectamente el dinero que ha acumulado. Se divide entre lo que le queda para alcanzar la media de esperanza de vida en ese momento y esa es su pensión; es decir: si acumula 500.000 euros, la media de esperanza de vida es de 85 años y le quedan veinte años para alcanzarla, se dividen 500.000 entre veinte y se obtienen 25.000 euros anuales, que son los que recibirá.
El sistema es sencillo y justo: el sueco percibe que el Estado ni le da ni le quita. Recibe lo que ha cotizado. Además, cuenta con una posibilidad que incentiva la permanencia en el puesto de trabajo. Los suecos pueden jubilarse entre los 61 y los 70 años. Si tienen suficiente a los 61 y quieren retirarse, pueden hacerlo; si necesitan o quieren acumular más, también.
En el mundo hay más sistemas en los que fijarse. Otro de los que ha tenido éxito es el que se implantó en el Reino Unido. Allí las pensiones públicas son muy bajas, y una buena parte de la población no estaba cubierta por las pensiones privadas. Se puso en marcha un plan de autoafiliación por el que a cualquier empleado que empezaba a trabajar en una empresa se le ponía en marcha automáticamente un plan de pensiones: la empresa cotizaba un 3% sobre el salario del empleado; los propios trabajadores un 4% y el Estado un 1% que no se devolvía en el IRPF, sino que se sumaba al plan de pensiones para que el empleado no lo gastara. A los trabajadores se les daba la posibilidad de afiliarse o no hacerlo y no cotizar. Si escogían esto último, a los tres años se les preguntaba de nuevo si querían unirse. El sistema, que favorece el ahorro sistemático y está ba- sado en la economía conductual de Kahneman, precursora del Premio Nobel de 2002, ha triunfado plenamente: de los once millones de trabajadores que podían sumarse, lo hicieron diez millones hasta 2012, con el valor añadido de que se les dio libertad para hacerlo.
Los países idean sistemas para procurar el bienestar social de sus ciudadanos. Es lógico que lo hagan. El inicio de este tipo de protección tuvo lugar con Bismarck en el año 1889, cuando la jubilación se establecía en los 70 años, una edad a la que prácticamente no llegaba nadie. La esperanza de vida ha mejorado hasta el punto de que en España vivimos una media de más de veinte años después de jubilarnos. Es el momento de hacer una reforma de calado, y no faltan ejemplos de los que tomar nota.
Reportaje publicado en el número de febrero de 2020 de la revista Capital.