El ciclo político que viene supondrá una enorme exigencia por lo que será necesaria una persona con criterio, que sea prudente en sus actuaciones, con carisma, y que no muestre autoridad a golpes”, afirma Rafael Cabarcos, presidente del Instituto Internacional de Diplomacia Corporativa (IIDC). ¿Más atributos? “Empatía, es decir, que conozca los problemas de las personas y cómo les afectan, buen comunicador, que sepa conformar equipos y que establezca una línea política clara con convicciones firmes”, especifica Juan Carlos Jiménez, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Universidad CEU San Pablo.
Poseer las características reseñadas no presupone ser una especie de superhombre. No se trata de cualidades superlativas. Pero, ¿quién las posee? “Rivera es quien mejor se acomoda a estos requisitos aunque le falta concreción ideológica y desconocemos cuál es su capacidad de gestión”, apunta Jiménez. Considerado como un buen orador, los expertos estiman que es el mejor comunicador de los cuatro. Y, en términos generales, gusta. “Tiene sexappeal, atrae al otro sexo y se ha prestado a ello. Transmite hedonismo, sensualidad, y conecta con la gente joven”, añade Miguel Ángel Violán, director en el Máster de Comunicación Corporativa de EAE. ¿Recuerdan el cartel en el que posaba desnudo?
También posee orientación al aprendizaje (lo que los anglosajones denominan learning agility), es decir, apertura de miras a lo nuevo que entra, así como autoconfianza (se marca un reto y lo persigue), y tolerancia muy alta a la presión. “Comprometido con lo que hace, es cordial, amable y afable tanto comprando el pan como en un debate político”, asegura Alberto Blanco, director general de Grupo Actual. Y ha demostrado que tiene liderazgo y autoridad basados en el poder político de sus ideas, además de una enorme energía. Dicho de otra manera: ha sido capaz de colocar a su partido en el lugar en el que está y posee capacidad para rodearse de gente válida. “Hace nada Ciudadanos era él, y eso era un peligro. Ahora ya está dando el testigo a otros”, manifiesta Juan Carrión, socio director de Be-Up.
¿En qué coincide con Mariano Rajoy? “Ambos manejan los tiempos políticos de igual manera y comparten la capacidad de organización”, relata el presidente de IIDC. Pero el actual inquilino de La Moncloa es un hombre más prudente, pausado, equilibrado, con estabilidad emocional. Conservador y clásico, su sentido del orden es patente. Aunque hay quien lo compara con George Bush padre, al que le pusieron como apodo ‘invisible men’ (el hombre invisible) ya que no llama la atención. Eso no prejuzga que sea una persona docta, preparada y rigurosa. “Es más un administrador de la cosa pública que un líder impactante. Ante el problema utiliza la pausa, el silencio, lo que en situaciones de tensión puede ser positivo”, acota el representante de la EAE. Eso sí, ni es un ilusionador, ni despierta grandes emociones. Tampoco tiene empatía con los ciudadanos. “Inquebrantable en sus principios, es persistente. Y no cambia el guión, caiga lo que caiga”, advierte Alberto Blanco. Un ser ‘don erre que erre’ que es percibido por sus votantes como una muestra de coherencia y firmeza. Se le nota cómodo en el estrado, algo que no sucede cuando se enfrenta a las cámaras. “El Rajoy mediático y presidente debe aprender del Rajoy parlamentario, más directo, y llevando la iniciativa”, aconseja Fran Carrillo, director de La Fábrica de Discursos.
Quien también debe instruirse es Pedro Sánchez. Por ejemplo, debe dar más profundidad a su discurso, poco claro. “Le falta fondo y dimensión. Y tampoco tiene mucho carisma, ya que hasta hace poco no era conocido”, mantiene el socio de Be-Up. Dicho de otra manera, todavía lleva la ‘L’ de prácticas. Su liderazgo se puede calificar como neutro, no levantando ni grandes filias ni tampoco grandes fobias. “Apunta maneras, aunque tiene serios problemas de definición. Necesita saber dónde está, qué quiere, y a dónde quiere llevar al país. Eso no quiere decir que no sea visto de forma agradable”, matiza el profesor de la Universidad CEU San Pablo.
En su contra tiene el lastre de un apoyo de su propio partido con alfileres, las comparaciones con Felipe González e incluso con los comienzos de Rodríguez Zapatero (y ahí sale perdiendo), y un recambio soplándole en el cogote si no consigue buenos resultados. “Es un hombre bien preparado, valiente, arriesgado e impulsivo, con una trayectoria política larga, pero con reacciones autoritarias que demuestran inseguridad. Y busca la frase adecuada que le haga no perder un voto”, apostilla Rafael Cabarcos. También tiende a buscar posiciones híbridas, a no mojarse, a variar sus propuestas en función de las críticas y de sus propios asesores. “Quiere caerle bien a todo el mundo”, subraya Adriana Kaplan”, coach en Comunicación. Todavía no ha exhibido todo lo que lleva dentro.
¿Y Pablo Iglesias? Lo cierto es que no deja indiferente a nadie. Para bien o para mal. Mientras que para algunos su liderazgo es indiscutible, potente, poderoso, otros consideran que carece del mismo, más allá de su presencia mediática. Con fuerte carisma entre los suyos, quienes no comulgan con él lo ven como prepotente y engreído. “Destacaría su pensamiento analítico. Es capaz de descomponer un problema grande en varios pequeños para así encontrar la solución final. En eso es magnífico”, remarca el director general de Grupo Actual.
Su discurso emocional es convincente ya que arma muy bien su relato y endulza los oídos. Pero es inflexible con el capital y con otros agentes y actores de la vida pública. “Sus ramalazos de exclusión son preocupantes en un país que tiene que buscar aliados”, indica el presidente del IIDC. ¿Errores? Realizar unas primarias con trampa. “Ahí perdió mucha gente de entre los suyos”, sostiene Juan Carrión. Quiere ir al centro, pero choca con sus propias bases. Algo similar a lo que le paso a Tsipras y Syriza. Y eso supone un problema. “Ha sido un líder omnipresente y omnipotente y ahora está cuestionado. Los líderes secundarios del partido son conocidos y peligrosos”, añade Carrión.]]>