Verónica Pascual volvió en el verano de 2003 a Burgos, la localidad en la que creció, con una misión clara: ayudar y reimpulsar la empresa que sus padres habían creado en 1982. ASTI (Automatismos y Sistemas de Transporte Interno) se dedicaba a realizar proyectos a medida tecnológicos y no atravesaba por un buen momento. Pidieron a Verónica, ingeniera aeronáutica, que regresara de París para ponerse al frente y así lo hizo, no sin antes dejar su trabajo en el grupo industrial Bouygues.
La intención era que estuviera solo dos años, pero ya han pasado diecisiete y las cosas van muy bien. Verónica y su equipo apostaron por una nueva línea de negocio que está resultando ser un éxito: los vehículos automáticos para procesos industriales de grandes fábricas y empresas. El acierto se refleja en la evolución de la compañía: cuando llegó Verónica tenía veinte empleados; ahora cuenta con 318 y ha multiplicado su facturación por más de veinte, hasta alcanzar los 37 millones de euros. “El plan era seguir creciendo a un 30% anual, pero los ingresos de este año dependerán del Covid-19. Muchas industrias han parado sus inversiones hasta visibilizar mejor los efectos de la pandemia. Probablemente tengamos que esperar a 2021 para lograrlo”, indica Pascual.
El objetivo es quintuplicar la facturación en 2023, aunque esta meta también se verá previsiblemente afectada por el coronavirus. En cualquier caso, Pascual confía en la estrategia que han trazado.
El panorama de la empresa cambió radicalmente en 2008. Fue el año en el que Verónica compró la compañía a sus padres. Transcurrido este tiempo, ASTI ha pasado de ser una compañía pequeña, centrada en España y en proyectos a medida, a tener presencia en más de veinte países, con filiales en nuestro país, Francia, Alemania y Estados Unidos, y a trabajar mano a mano con los clientes con una visión a largo plazo. Los cambios acometidos hasta conseguirlo no han sido fáciles ni rápidos. Primero, Verónica y su equipo decidieron apostar por una tecnología propia: “El objetivo era crear bricks tecnológicos para generar escala sin tener que desarrollar a medida el 100% de los proyectos. Con ello reducíamos el riesgo por proyecto, generábamos escala a nivel internacional y podíamos desarrollar más proyectos en la misma unidad de tiempo”. Esta transformación se ha realizado mientras se impulsaba un salto muy importante en la compañía: pasar de la automatización tradicional (transportadores, elevadores...) a la robótica móvil.
El segundo gran cambio introducido por Verónica Pascual ha sido la internacionalización: “Teníamos que crecer y lo hemos hecho solos, con mucha humildad, sentido común y vocación colaborativa: buscando en el mundo los mejores aliados, a los que pudiéramos enriquecer con nuestra propuesta de valor, y accediendo a nuevos canales de mercado”. El 70% de las ventas de la compañía son hoy fuera de España.
El tercer gran cambio en la empresa ha tenido que ver con el talento: “La estructura organizativa ha ido cambiando con cada plan estratégico: ha habido que desarrollar el talento dentro de la compañía, adaptarse a nuevas derivadas tecnológicas, a nuevas formas de hacer, también a nivel internacional… Cuando llegué, casi nadie hablaba inglés; ahora somos muy internacionales. Hemos abrazado la cultura del cambio como seña de identidad: sabemos que, aunque en una época hayamos hecho cosas bien, en la siguiente tendremos que cambiar”.
Estas líneas de fondo son las que han ido construyendo la nueva personalidad de ASTI Mobile Robotics, que ha conquistado a clientes como Groupe PSA, Volvo, Nestlé o Campofrío. La primera nueva regla básica es que la relación con ellos sea a largo plazo: “Para nosotros es más importante un cliente que un proyecto. Por eso tratamos de hacer no solo lo que nos piden. Intentamos anticiparnos a sus necesidades. Creemos que los buenos colaboradores son los que te hacen pensar”, explica Pascual. Debido a este modo de trabajar, ASTI no es una empresa que tenga solo tres o cuatro productos de catálogo que ofrece a sus clientes, sino que ofrece soluciones completas. “De ahí que tengamos la gama de soluciones de robótica más extensa del mercado y aportemos nuestra ingeniería para ofrecer todo tipo de soluciones tecnológicas”, indica. Esta apuesta supone invertir mucho dinero: “En las fotos se ven los robots o los vehículos sin conductor, pero no el software de navegación, flotas o conectividad con el entorno que llevan incluidos. Trabajamos con una capa de desarrollo de tecnología digital en cloud muy potente, que nos permite extraer datos de los robots que son muy útiles para las empresas”.
Las compañías lo saben, y por eso les contratan. Por ejemplo, ASTI Mobile Robotics ha trabajado con un gran grupo automovilístico en la renovación de todas sus plantas en Europa y en Iberoamérica; con una gran empresa dedicada a los filamentos metálicos, a la que ha automatizado también las plantas en todo el mundo; y con multitud de empresas de alimentación, cosmética y farma en toda Europa.
ASTI se ha situado bien en el acompañamiento a las empresas hacia la industria 4.0. Visualiza con ellas cómo pueden ser sus fábricas y sus procesos en una época en la que los productos son cada vez más personalizados, los volúmenes de producción son más cortos, hay una mayor conexión con el cliente final y las empresas necesitan que su producción sea más competitiva y más flexible. Su especialización hace que sus clientes les pidan ayuda para transformar tecnológicamente las compañías que compran, pero su actividad se extiende también a otros terrenos. Uno de sus proyectos más interesantes de ASTI en la actualidad es ZenZoe Robot, un robot de desinfección de carga vírica por medio de radiación ultravioleta enfocado a luchar contra el coronavirus. Desarrollado en colaboración con una empresa de Valladolid, Boos Lighting, ha logrado alcanzar un logaritmo de grado cuatro: significa que elimina en un 99,99% la carga vírica de los lugares por los que pasa.
Como explica Pascual, la reducción de la carga vírica depende de la potencia de radiación, la extensión de la superficie y el tiempo durante el que se aplica. Su producto ejerce una potencia de radiación muy elevada por centímetro cuadrado debido a que cuenta con una lámpara de diseño muy específica por dimensión, intensidad y potencia, minimiza las zonas de sombra y permite que se pueda entrar en la estancia desinfectada prácticamente al instante de haberse utilizado. El robot ha realizado múltiples pruebas de validación (diferentes superficies, grado de destrucción de carga vírica) en un laboratorio NDQ clase 3 del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) y ya ha sido utilizado y está en estudio en diferentes sitios: Hospital Universitario de Burgos (planta hospitalaria, UCI, UVI, bloque quirúrgico de Covid) y en hospitales de Dubai, Arabia Saudí, Rusia, Iberoamérica... Están hablando con universidades y empresas con amplio número de oficinas para implantarlo también allí.
De cara al futuro, Pascual es consciente de estar “en un sector que está subiendo como una ola”. El coronavirus ha acelerado tendencias que ya estaban creciendo, como la automatización, la digitalización o el teletrabajo. “Los robots no se contagian. Pueden realizar tareas para que el humano no se contagie y que éste se dedique a tareas de valor añadido y a proteger su salud”. Al mismo tiempo, su experiencia le dice que esta tendencia no tiene porqué significar reducir puestos de trabajo: “Los nuevos proyectos industriales se apoyan en la tecnología y son generadores de empleo; los que ya existen han de ganar en competitividad y flexibilidad por medio de la tecnología, y lo que hacen es transformar las competencias de su talento. Generan empleo siempre que sean competitivos. Deben conseguir el mejor producto en precio y tiempo. Para lograrlo no pueden ir en contra de la tecnología. Han de apoyarse en ella”.
Este ambiente de cambio fascinante es el que entusiasma a Verónica Pascual, que no sabía que tenía el gen de emprendedora hasta que volvió a ASTI. Las posibilidades que ofrece son las que no le hacen pensar en dejar la empresa a medio plazo. Le quedan por delante muchos retos. Quizá entre ellos esté el vehículo autónomo, aunque no sabe predecir cuándo lo veremos: “La tecnología del vehículo autónomo ya está, pero implica un cambio muy profundo en la organización de las ciudades: la gestión, la normativa… No se puede pasar de cero a cien de golpe”.