Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Economía

¿Debe la Unión Europea ampliar sus fronteras?

Por Pablo Poyo

En el último discurso del estado de la Unión, Ursula von der Leyen llama a "completar" la UE con una nueva ampliación, pero no pone fecha para ello

En los últimos meses, el posible ingreso de Ucrania en la Unión Europea había cobrado fuerza. El convulso contexto geopolítico y la ayuda mostrada por Occidente al Estado ucraniano parecían incluir una declaración de intenciones más que evidente para que el país eslavo se convirtiera en el miembro número 28, tras la salida del Reino Unido.

El propio Zelensky publicitó esta posibilidad en numerosas ruedas de prensa y los políticos de la Unión pusieron en marcha la maquinaria para aceptar al país de Europa del Este. Sin embargo, llegado febrero, la Unión Europea "congeló" esta posibilidad y relegó a Ucrania a una espera indefinida. Por eso, en Capital hemos querido preguntarnos qué hace falta para ser miembro de la Unión y qué líneas rojas no se deben cruzar.

Un proceso largo y burocrático

A día de hoy, hay ocho candidatos oficiales para formar parte de la Unión Europea. Turquía (2004), Macedonia del Norte (2005), Montenegro (2010), Serbia (2012), Albania (2014) y los últimos en llegar, Bosnia y Herzegovina, Moldavia y Ucrania, los tres en 2022. Como se puede ver en los ejemplos de Turquía o Macedonia del Norte, el proceso es lento y está sujeto a largos trámites burocráticos, lo que puede hacer que la candidatura propuesta desde la Unión o la solicitud de adhesión de un Estado no miembro pueda quedarse suspendido indefinidamente mientras se resuelven los flecos necesarios para su incorporación.

Turquía es uno de los países más damnificados por estas trabas institucionales. Los trámites para su adhesión se iniciaron en 2005 y, desde entonces, el presidente Erdogan impulsó múltiples reformas encaminadas especialmente a colocar el Estado turco en sintonía con los parámetros que le impone la UE, para acoger a Turquía como un Estado de pleno derecho dentro de la Unión.

Algunas de estas reformas incluyen la abolición de la pena de muerte y el progreso en el respeto de los derechos de los kurdos que viven en Turquía, tan perseguidos por el Gobierno. Tras esto, la posible membresía turca fue objeto de debate en el seno de la Unión, pero las discrepancias de algunos países como Grecia y la disconformidad de buena parte de la población turca han evitado que el proceso avance.

En 2015, la Comisión Europea publicaba un informe sobre la situación. Al parecer, de los 35 puntos necesarios para aprobar su adhesión, Turquía solo había cumplido 16. Esto, sumado a su negativa de reconocer la totalidad del territorio de la República de Chipre (semi invadida por Turquía), imposibilita su incorporación a la Unión. Este tira y afloja está provocando que una sociedad que hasta ahora se movía a caballo entre Oriente y Occidente, se radicalice de la mano del propio Erdogan.

Los demás casos son similares. Macedonia del Norte, por ejemplo, no pudo adherirse debido a que Bulgaria vetó su intentó de incorporación. El motivo, como casi siempre, las disputas políticas y étnicas. Otro impedimento era el nombre del país, que hasta 2019 era el de Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARY Macedonia o FYROM, en inglés). Esto propiciaba el veto de Grecia, de nuevo por problemas étnicos, que fueron resueltos en 2019 con el cambio de nombre al actual. En junio de 2022, el Parlamento de Bulgaria decidió levantar también su veto, por lo que las conversaciones se iniciaron el año pasado.

De los 35 capítulos necesarios, Macedonia del Norte aún no ha aprobado ninguno, pero tiene al menos 18 puntos que a día de hoy o son imposibles de cumplir o necesitan de "considerables esfuerzos" para cumplirse.

Montenegro, que tiene 33 capítulos abiertos y solo ha cerrado 3, es otro de los candidatos oficiales. Al igual que sus vecinos de Serbia, que solo han cerrado 2 capítulos y tienen otros 22 aún abiertos. Sin duda, el motivo más evidente del rechazo europeo a Serbia es el de no reconocer ni normalizar sus relaciones con Kosovo, territorio de origen de la identidad serbia, pero independiente de facto desde la disolución de Yugoslavia, siendo reconocido por la mayoría de países europeos a partir de 2008. Tampoco ayuda que no hayan estado de acuerdo con las sanciones propuestas contra Rusia.

Turquía es el único de estos países con las negociaciones oficialmente congeladas, mientras que Macedonia del Norte, Albania, Serbia y Montenegro están en proceso de negociación. Por su parte, Bosnia, Moldavia y Ucrania están a la espera de negociar.

Bosnia, Moldavia y Ucrania: la eterna espera

De los candidatos que están sobre la mesa para entrar a formar parte de la UE, solo hay ocho que son realmente "oficiales", es decir, que la Unión Europea considera relativamente preparados y que cumplen "algunos" de sus estrictos estándares de ingreso. Recordemos que las relaciones con Turquía están paralizadas desde 2016, mientras que el resto de candidatos en proceso de negociación aún están muy lejos de cumplir con los preceptos establecidos por Bruselas.

Así las cosas, hay que distinguir entre candidatos oficiales y potenciales. Los oficiales son los que o bien han presentado una solicitud oficial o bien han sido considerados por la UE como relativamente aptos para adherirse a la Unión, tras lo cuál, se han entablado conversaciones. Por otro lado, los candidatos potenciales son aquellos que todavía no han obtenido la condición de candidatos.

En estas lides se mueven Georgia y Kosovo, los dos potenciales nuevos miembros. Además de no cumplir con la mayoría de los puntos establecidos con la UE -igual que les ocurre a casi todos los candidatos oficiales-, estos dos países tienen un problema mucho más grave que imposibilita su entrada en el club comunitario.

En el caso de Georgia, la influencia de Rusia y que dos zonas de su territorio -Abjasia y Osetia del Sur- se hayan declarado de facto independientes del poder de Tiflis, hace imposible su adhesión a corto plazo.

Por su parte, Kosovo es un Estado que se ha desgajado de Serbia, potencialmente conflictivo y que además, no es reconocido por países como España, Grecia, Rumanía o Eslovaquia.

La Unión de los 27. Desde 1990, la UE y la OTAN han ido completando su expansión hacia el este de Europa

Y aquí pasamos a otro de los puntos clave para entrar al selecto club: el reconocimiento unánime de los miembros de la Unión. Si un solo país decide vetar o bloquear el ingreso de otro, nada se podrá hacer para permitir su ingreso. Por ello, aunque Kosovo pudiera siquiera cumplir con los 35 puntos establecidos por Bruselas, podría ser vetado por países como España, que ni siquiera reconoce su soberanía.

Por último, tenemos los casos de Bosnia-Herzegovina, Moldavia y Ucrania. Los tres territorios llevan décadas a la espera de unas negociaciones que de una forma o de otra, siempre se postergan.

En 2005 se iniciaron las conversaciones para empezar a negociar, pero terminaron en punto muerto. Las discrepancias de Bosnia con la reforma policial que se quería imponer desde Bruselas, dieron al traste con las posibles negociaciones.

Moldavia es un caso complejo. Ya en 1994 firmó un acuerdo de asociación con la UE, y lleva varias décadas acercándose a las propuestas europeas, por lo que se ha convertido en el candidato oficial que más cerca se encuentra de alzarse con el premio. De hecho, formalizaron su solicitud de ingreso en marzo de 2022, tras la invasión rusa de Ucrania. ¿El problema? Precisamente su pasado soviético. Moldavia tiene al enemigo en casa, pues el territorio de Transnistria está en disputa desde la misma disolución de la URSS y, sus ciudadanos, están mucho más cerca de Putin que de Ursula von der Leyen.

Ucrania, último ejemplo de esta lista, pidió su adhesión exprés cuando Rusia invadió su territorio, pero a pesar de que se han iniciado las conversaciones, la negociación está aún a la espera, por la disconformidad de los países miembros. Mientras que algunos como Francia y Alemania apoyan la concesión de la adhesión "acelerada" de Ucrania, hay otros como Suecia, España, Dinamarca o Grecia que no están del todo de acuerdo con esta política.

Hay que tener en cuenta que cumplir estos 35 puntos no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Se pueden tardar décadas para transformar un Estado que viene de una etapa dictatorial en un lugar apto, como hemos visto con Moldavia o Bosnia, o con la propia Croacia, que ha sido el último miembro en entrar por la puerta grande a la sociedad europea.

Para la UE, "cualquier país europeo, que tenga una perspectiva europea puede solicitar su ingreso en la UE de conformidad con los principios de la democracia, el respeto de las libertades fundamentales y los derechos humanos , los derechos de las minorías y la garantía del estado de derecho".

Precisamente por eso es tan complicado el tema de Ucrania. Un país que ya antes de la guerra era uno de los más pobres y de los más corruptos de Europa, que tenía problemas étnicos en territorios como Crimea y el Donbás y, que para colmo, ha tenido que lidiar durante décadas con la gigantesca sombra de la ahora independiente Rusia, y con la presión que supone tomar cualquier decisión para no enfadar ni a Bruselas, ni a Washington, ni a Moscú.

¿Debe la Unión Europea ampliar sus fronteras?

Viendo que es evidente que la UE no está dispuesta a tolerar ciertas actitudes que traspasen esas "líneas rojas" de las que acabamos de hablar, habría que preguntarse qué ganamos los ciudadanos comunitarios con la adhesión de nuevos países.

Durante la Guerra Fría, era necesario mantener una Unión fuerte y firme frente al peligro que venía desde el Telón de Acero. La inclusión de países como Grecia (1981), España y Portugal (1986) y Alemania Democrática (1990) le han dieron a la entidad supranacional el marco del que disfruta hoy en día.

Este mecanismo de inclusión, en un principio utilizado para defenderse de una posible agresión soviética y para competir con la poderosa economía estadounidense, parece haber tocado fondo. La expansión europea hacia el Este ha generado tensiones que por otro lado, podrían haberse evitado. Sin embargo, ningún país democrático debería tener el acceso restringido a formar parte de la Unión Europea por estar en la órbita de influencia de Moscú.

Así, fueron importantes las incorporaciones de Estonia, Letonia y Lituania, antiguos Estados soviéticos. La presión rusa para evitar este tipo de movimientos es muy clara, por lo que no es extraño que muchos países de Europa del Este se lo hayan pensado dos veces a la hora de formalizar su solicitud de ingreso. Ucrania, como hemos visto, es el ejemplo más claro de que no es nada fácil ser un país grande pero a la vez demasiado pequeño como para competir con dos mundos enfrentados que están siempre a las puertas de Kiev: Rusia y Estados Unidos.

Y aunque la idea europea siempre ha sido que Ucrania pueda ser miembro de pleno de derecho, hay otro factor clave que irrita sobremanera a Vladimir Putin. Y es que la ampliación de la Unión Europea casi siempre va acompañada de la ampliación de la OTAN, un organismo del que Estados Unidos es el principal benefactor.

Lo que mucha gente desconoce es que la tanto la Unión Soviética como luego Rusia pidieron hasta en cuatro ocasiones poder formar parte de la OTAN. El primero en hacerlo fue Jruschev, en los años 50, seguido de Gorbachov en los 90 y de Boris Yeltsin, quien solicitó exactamente lo mismo en cuanto Rusia se independizó de la URSS.

Y mucha gente también desconocerá que el propio Putin, el que ha propiciado la guerra en Ucrania, fue el último impulsor de esta solicitud para entrar en la OTAN, a principios de los 2000.

En los 50, las potencias occidentales rechazaron la propuesta alegando que era incompatible con sus objetivos democráticos y defensivos. En 1990, el presidente Mijaíl Gorbachov, en plena desbandada soviética, le pidió la entrada en la OTAN al secretario de Estado norteamericano, James Baker. "Usted dice que la OTAN no está dirigida contra nosotros, que es solo una estructura de seguridad que se está adaptando a las nuevas realidades. Le propongo el ingreso". Al parecer, Baker dijo que Gorbachov "debía de estar soñando". Pero, en 1991, Yeltsin –el primer presidente del nuevo Estado ruso– reiteró la propuesta.

En 1994, Rusia se adhirió a la Asociación para la Paz, un programa para fomentar la confianza mutua. El presidente Bill Clinton lo describió como una "vía que llevará a la adhesión a la OTAN". Pero al final, la realidad fue otra.

Al igual que le ha sucedido a Turquía, Rusia ha terminado cansándose de formalidades y ha decidido tomar un camino que nosotros no podemos seguir. Con el giro radical elegido por el gobierno de Putin y la infernal guerra en Ucrania, Rusia ha tirado por la borda sus posibilidades de entrar en la OTAN y en la Unión Europea, si es que alguna vez tuvo alguna.

La pregunta es: ¿debe la Unión Europea tolerar actitudes de democracias disfrazadas como Rusia o Turquía con el fin de evitar las discrepancias?. La respuesta es, evidentemente, no. Lo único que podría haber hecho la Unión es tender la mano a países como Ucrania, Moldavia, Serbia o Rusia, en vez de rechazar constantemente su adhesión.

A pesar de todo, von der Leyen ha señalado que "debemos completar nuestra unión con otra ampliación", y el vicepresidente de la Comisión Europea (CE), Margaritis Schinas, ha defendido una Unión de hasta 30 miembros.

La UE nació como una idea de unidad y paz para todo el continente, pero la Guerra Fría y las dictaduras allende el Telón de Acero impidieron un éxito completo. Pero la Guerra Fría terminó, la URSS se disolvió y los países del Este quedaron a la deriva. Ahí estuvo la oportunidad de Europa, para acercar posturas y evitar las tensiones que como hemos visto, han terminado estallando 30 años después de que el comunismo desapareciera del propio Parlamento Soviético.

Ahora, Europa está en una crisis económica sin precedentes y Ucrania casi abandonada a su suerte. La soberanía de la Unión está en entredicho, en tanto que la hegemonía se disputa entre Estados Unidos y China, con el permiso de Rusia, en un mapa en el que Europa se difumina.

Europa debe seguir cumpliendo con sus valores, basados en la unidad y en la democracia, para permitir la entrada de nuevos miembros. Y sobre todo, a darse cuenta de que solo un continente en paz podrá prosperar en un futuro que se vislumbra cada vez más convulso.

 

Únete a nuestra Newsletter

A través de nuestra Newsletter con Capital te hacemos llegar lo más importante que ocurre en el mundo de la #economía, los #negocios, las #empresas, etc… Desde las últimas noticias hasta un resumen con toda la información más relevante al final del día, con toda comodidad.