Ya sea vistiendo de traje o con looks más relajados, hay aspectos que marcan la diferencia a la hora de vestir
Nuestra imagen dice mucho de nosotros. En cierta manera, mediante ella proyectamos quiénes somos y reflejamos una parte de nuestra forma de ser. Trasladada al mundo profesional, también habla de la actitud, competencias y objetivos laborales. Tiene una gran transcendencia social e identifica y clasifica a las personas. En definitiva, es nuestra gran carta de presentación.
La vestimenta laboral admite muchas variantes, puesto que todo dependerá del código de vestuario –el famoso dress code– que se imponga en nuestro trabajo. Es cierto que la mayoría de los nuevos empleos no precisan de un patrón tan estricto… pero ya sea vistiendo de traje o con looks más relajados, hay aspectos que marcan la diferencia a la hora de vestir.
El problema es que algunas personas cometen el error de no darle importancia a su imagen, otras en darle demasiada, y otras no saben equiparar el vestuario a la formalidad requerida por la situación. Por eso, y siendo conscientes de que la ropa de oficina siempre es un tema de discusión, te proponemos una guía rápida sobre los aspectos que debes evitar si buscas acertar con tu imagen:
1. No te disfraces, sé fiel a tu estilo
Uno de los errores que solemos cometer es elegir prendas o accesorios que poco tienen que ver con nosotros mismos. La clave está en vestir con naturalidad, siendo fieles a nuestro estilo, y sentirnos cómodos para proyectar esa imagen de seguridad. En definitiva, se trata de vestir acorde a nuestro estilo personal pero adaptándolo siempre al lugar, momento y circunstancia; sin olvidar, por supuesto, vestir de acuerdo al rol profesional y a los valores de la empresa para no romper el estilo común de los compañeros.
Si aún así tienes dudas, lo mejor es acudir al departamento de recursos humanos para que puedan asesorarte sobre cómo vestir (si existe una política interna de la empresa que regule la vestimenta te ahorrarás muchos quebraderos de cabeza).
2. No te olvides del calzado
¿Sabías que un estudio de la Universidad de Kansas determinó que prestando atención al calzado se podía adivinar el 90% de las características de una persona? La realidad es que no existe peor impresión que una persona con los zapatos sucios o mal cuidados. El calzado debe estar impoluto siempre e ir alineado con nuestro vestuario.
Aunque es cierto que todo dependerá del estilo implantado en la oficina y del tipo de trabajo. Para mujer, y siguiendo el protocolo y
opiniones de estilistas, lo más apropiado son los mocasines, stilettos o botines de tacón bajo y colores sobrios para no llamar la atención al vestir.
En el caso del hombre, recomiendan náuticos o mocasines para entrevistas y eventos más formales, y botas de montaña tipo Timberland o zapatillas en colores neutros para un look más informal.
Otro de los aspectos, y quizá el más relevante, a tener en cuenta dentro del calzado es su limpieza. Es prácticamente una obligación:
todo el mundo debe llevar sus zapatos limpios (y más si pretende ser una persona elegante).
3. No y no a la ropa arrugada
Es una cuestión de estética. Vestir ropa arrugada no solo queda mal estéticamente sino que también dice mucho de nosotros. Una camisa, una falda o unos pantalones bien planchados son la clave para dar con una imagen profesional acertada. A primera vista, la imagen que se podría tener de nosotros es de persona descuidada y poco organizada.
4. Cuidado con no elegir bien tu talla
La talla es elemental en la moda. Por eso, la clave está en elegir la talla correcta, llevemos lo que llevemos (aunque la realidad es que en un traje el error es aún mayor).
Los trajes, tanto de hombre como de mujer, son la máxima etiqueta del siglo XXI y por eso nunca pueden ser demasiado cortos, largos o ajustados… por muy en forma que estemos. No favorecen ni son elegantes y así lo aseguran los expertos.
Existe la falsa creencia de que el largo del pantalón perfecto es aquel que no toca el pantalón. Nada más lejos de la realidad. La talla también engloba que la prenda tenga un buen corte, de tal forma que logre la caída perfecta.
5. Evita arriesgar
Ser elegante es una cuestión atemporal que se aleja de las tendencias y así lo han demostrado infinidad de personalidades a lo largo de la historia. Por eso, es recomendable no arriesgar y optar por la sobriedad y la sencillez, al menos en la oficina. De esta manera, el foco se pone exclusivamente en el negocio, en lo que estamos comunicando; y proyectaremos una imagen de confianza hacia nuestros compañeros y clientes.