"La aprobación de una ley exhaustiva sobre Inteligencia Artificial (IA) marca un hito en el panorama regulatorio global, pero podría limitar nuestra carrera tecnológica”
Europa, con su enfoque centrado en la protección del ciudadano y los derechos individuales, ha demostrado una vez más su defensa del humanismo tecnológico. La inédita legislación sobre Inteligencia Artificial (IA) refleja el compromiso de la Unión Europea (UE) con estándares éticos y responsables en tecnologías emergentes.
En su día sucedió con el Reglamento General de Protección de Datos, que reflejó tres modelos mundiales antagónicos. El europeo, que otorga el poder del dato al ciudadano; el estadounidense, que prima a las empresas; y el chino, que otorga el poder de los datos al Gobierno.
Punto por punto, la ética europea resulta razonable. Sin embargo, implica consecuencias no deseadas para generar riqueza. Al imponer restricciones a las empresas que desarrollan y utilizan sistemas de IA, Europa corre el riesgo de ahuyentar desarrollos e inversiones, o fomentar la fuga de talentos hacia regiones con regulaciones menos estrictas, como las propias Estados Unidos y China, en plena batalla tecnológica.
La regulación debería seguir dos principios clave. En primer lugar, debe establecer códigos de comportamiento claros y transparentes que guíen en la aplicación de sistemas de IA sin sofocar la creatividad y la innovación. En lugar de imponer restricciones al desarrollo, debe promover la responsabilidad y la rendición de cuentas de las empresas en el uso de la IA.
En segundo lugar, la aplicación debe ambicionar enfoques globales. En un mundo cada vez más interconectado, la regulación fragmentada puede crear desigualdades y distorsiones en el mercado. Que se lo digan a nuestros agricultores, que con sus tractoradas han trasladado al debate social la problemática derivada de unas normas europeas muy restrictivas en cuestiones medioambientales, mientras otros países, de espaldas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), compiten en condiciones muy diferentes.
La UE debe impulsar estándares más allá de sus fronteras, trabajando con otros organismos internacionales para garantizar una aplicación global. De lo contrario, Europa corre el riesgo de convertirse en un ‘cordero rodeado de lobos’.
Un buen ejemplo es el código de seguridad vial. No ha impedido la innovación en automoción (los motores pueden superar con creces las velocidades máximas legales), pero las normas de tráfico establecen reglas de circulación para garantizar la seguridad. La ley persigue a quien incumple estas normas, que no son idénticas en todos los países, pero están muy estandarizadas y asumidas.
Los estados han hecho grandes inversiones para enseñar las normas de tráfico. Divulgar es responsabilidad obligada y debería ser compartida entre instituciones y empresas tecnológicas. Estas semanas atrás, las colas de ciudadanos dispuestos a escanearse sus iris a cambio de criptomonedas son síntoma de un desconocimiento digital que nos sentimos obligados a combatir.
Como agencia de comunicación, acabamos de lanzar evercom Tech, un área especializada en ayudar a empresas y organizaciones a comunicar tecnología e innovación, precisamente en reconocimiento de nuestra responsabilidad y compromiso por participar de esta necesidad de divulgar desde las empresas y atender a esta demanda de información en nuestra sociedad. De otro modo, tendremos una sociedad vulnerable, reticente y desorientada en la adopción de las posibilidades de progreso que ofrece la IA, al mismo tiempo que unas empresas que no van a atreverse a hacer frente a los años de ventaja que ya hoy nos llevan las grandes tecnológicas.
Europa está perdiendo liderazgo desde años atrás en su industria, su agricultura, y su papel en el orden mundial. Sus férreos valores deberían ayudarle a sí misma a ambicionar esta vez una posición de liderazgo en la carrera por los primeros puestos de un mundo conducido por la tecnología.
