Con una previsión para el año 2030 de 8.500 millones de personas en el mundo, de las que el 60% vivirá en grandes metrópolis, conseguir ciudades compactas, sostenibles y resilientes será la única manera de evitar los desequilibrios económicos, sociales y medioambientales que acarrea el crecimiento descontrolado y desmedido de cualquier urbe
La urbanización del planeta es una tendencia irrefrenable. El gran problema que se plantea y al que hay que dar solución es cómo proporcionar espacios seguros para del desarrollo humano sin sacrificar ni uno solo de los recursos que la naturaleza proporciona. De acuerdo con los datos publicados por The New Climate Economy, el mundo va a necesitar invertir un mínimo de 10 billones de dólares anuales en infraestructuras sostenibles hasta el 2030 si quiere cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por Naciones Unidas (ONU). Y esto es solo el principio.
La previsión del crecimiento de la población urbana se mantendrá constante llegando en 2050 al 70 % y en 2100 al 85 %, un momento crucial en el que, de no invertirse la tendencia, el número de habitantes en el medio rural podría ser tan escaso que pusiera en peligro la producción de alimentos, llegando a ser insuficiente para atender a las necesidades de los previsiblemente 9.000 millones de personas que habitarán el mundo.
La previsión del crecimiento de la población urbana se mantendrá constante llegando en 2050 al 70 % y en 2100 al 85 %
Ciudades sostenibles
Las ciudades son las responsables del 80 % del consumo de energía, de la emisión del 70 % de los gases de efecto invernadero, de la generación de más del 70 % de los residuos mundiales y concentran a más de la mitad de la población, por lo que conseguir urbes compactas, sostenibles y resilientes se ha convertido en el gran reto a cumplir.
Los servicios de infraestructura de cualquier ciudad son críticos para lograr un desarrollo sostenible que, además de convertirlas en resistentes al cambio climático, les permita impulsar el crecimiento económico y la estabilidad social. Así, la transformación de los servicios de electricidad y gas, de suministro de agua, la gestión de los residuos, las redes de saneamiento, los transportes, la logística, las comunicaciones o la nueva construcción, deben dirigirse hacia la reducción e incluso la eliminación de la huella de carbono.
Y es que solo aquella infraestructura que tenga en cuenta en todas las fases del proyecto la huella ambiental que produce será sostenible. Es decir, en su diseño, tanto de nueva creación como de transformación, deberá contemplar el impacto que va a ocasionar no solo en su construcción y en su vida útil, sino también, y eso es algo que suele caer en el olvido, en la demolición y gestión de sus residuos llegado el caso.
Aprovechar el potencial que aporta el uso del Big Data va a facilitar la construcción de ciudades inteligentes. La información que proporcionan los datos va a permitir elevar la eficiencia de los recursos públicos, perfeccionará iniciativas, eliminará fallos en los servicios, ahorrará costes en el mantenimiento de las infraestructuras… en definitiva, será una herramienta imprescindible para que los gobiernos, ya sean locales, regionales, nacionales e, incluso, supranacionales, puedan tomar decisiones informadas.
Sin lugar a duda, para que el planeta sobreviva, las ciudades deben dejar de ser un polo de contaminación y de despilfarro energético, lo que solo se conseguirá a través de infraestructuras sostenibles.
El 60 % del parque de viviendas españolas fue construido sin tener en cuenta criterios de ahorro energético
La vivienda en España
La cifra de inmuebles energéticamente ineficientes en España alcanza el 80 %, ya que tan solo el 20 % restante dispone de una certificación energética comprendida entre los grupos A y D. Si tenemos en cuenta estos datos y de acuerdo con las recomendaciones europeas, será necesario rehabilitar energéticamente alrededor de siete millones de viviendas.
Conforme a los datos publicados por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, el 60 % del parque de viviendas españolas fue construido sin tener en cuenta criterios de ahorro energético y, de ellas, el 51 % lo hicieron con carácter previo a la llegada de la normativa sobre requisitos básicos de aislamiento térmico en la construcción.
El resultado es que el consumo de la totalidad de los edificios españoles (vivienda + resto de edificaciones) supone alrededor del 30 % del consumo final de energía eléctrica y el 20 % del de gas en España, además de ser los responsables de la emisión de una tercera parte de los gases de efecto invernadero del país.
En esta asignatura pendiente, la colaboración público-privada es absolutamente necesaria ya que, si bien la economía de las familias propietarias de las viviendas no atraviesa su mejor momento, existen varios miles de millones de euros de los fondos de recuperación europeos con destino a España para mejorar la eficiencia energética en edificios públicos y privados, lo que supondría un paso decisivo hacia el cumplimiento de los Acuerdos de París.
En cuanto a la obra nueva, todos los edificios construidos a partir del 31 de diciembre de 2020 debían cumplir con determinados requisitos recogidos en una amplia normativa, además de integrarse estéticamente en el entorno: en cuanto a la energía, un edificio sostenible debe consumir únicamente la energía que necesita, sin desperdicios ni fugas, energía que, además, debe provenir de fuentes renovables en su mayor parte.
Para ello se trabajan no solo los materiales, que deben ser respetuosos con el medio ambiente, reutilizables o reciclables, y sin componentes tóxicos o peligrosos, sino también la orientación de la vivienda y las características climáticas del entorno. En cuanto al agua, los edificios deberán fomentar un consumo responsable, instalando sistemas de aprovechamiento del agua de lluvia, y contar con un sistema adecuado de gestión de las aguas residuales.
La revolución tecnológica también ha llegado a la edificación con el uso de materiales reciclados en su diseño y construcción, como el hormigón traslúcido que permite iluminar y calentar viviendas, y, sobre todo la impresión 3D que, manteniendo los requisitos sobre sostenibilidad, ofrece una opción más económica en cuanto a su construcción.
Problemas con las infraestructuras del agua en España
El principal problema de la red de abastecimiento de agua en España gira en torno al número 40: el 40 % de la red cuenta con más de 40 años de antigüedad. Entre otras deficiencias, el nivel de pérdidas entre reales y aparentes es equivalente al 25 % del consumo, algo inadmisible en un país en el que las precipitaciones son cada vez menos numerosas. Además, padece un alto estrés hídrico (bajo nivel de recursos renovales disponibles + alto nivel del consumo por habitante) y tan solo cumple con el 40 % del objetivo de depuración terciaria en grandes ciudades que marca la legislación europea, por lo que la construcción de nuevas infraestructuras que además realicen una gestión inteligente del agua se torna urgente.
Movilidad y transporte
Tradicionalmente el transporte ha sido motor de cambios económicos y sociales y su transformación hoy va a traer consigo el cambio radical de las ciudades.
La proliferación de servicios municipales de bicicletas, con y sin motor, las nuevas formas de movilidad compartida, las plataformas de multimovilidad o la llegada del vehículo eléctrico están planteando estrategias nuevas en el dibujo de las ciudades. Calles con plataformas diferenciadas para la circulación de cada tipo de vehículo, recuperación de espacios verdes, reducción del parque móvil, todo ello está contribuyendo a reducir la contaminación no solo del aire sino también la acústica.
Por otra parte, la entrada en vigor de la normativa sobre las zonas de bajas emisiones también provoca el replanteamiento de la logística de las ciudades. Conceptos como última milla, vías inteligentes, hubs urbanos o electrolineras forman ya parte del vocabulario urbano.