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Economía

Carlos Rodríguez Braun: "Los españoles tienen un grado de sensibilidad fiscal que nunca habían tenido” 

Por Borja Carrascosa

“En los libros de texto que estudian nuestros hijos se demoniza al empresario, al mercado y al capitalismo” 

“El FMI es una institución que se tilda de liberal, pero realmente no lo ha sido nunca” 

Las doctrinas económicas liberales cuentan con férreos defensores, pero parecen adolecer de un discurso que permita contrarrestar, al menos en términos prácticos, la capacidad de penetración de los populismos. En un contexto de fuerte endeudamiento, de gasto público disparado y de hipotéticas subidas de impuestos, la economía sorprendentemente resiste y parece dar la razón a aquellos que defienden políticas económicas de corte socialdemócrata, el Estado frente al mercado. 

Carlos Rodríguez Braun es doctor en Economía, catedrático en Historia del Pensamiento Económico, conferenciante de Thinking Heads y colaborador en diversos medios de comunicación. En su opinión, es el Estado -a través de los bancos centrales- el que crea la inflación, y desglosa en esta entrevista su visión sobre las estrategias de financiación estatal, los modelos fiscales y la actualidad económica de nuestro país. 

En las elecciones del pasado 23 de julio, y a diferencia de otros comicios, no se habló mucho de actualidad económica. ¿Cree que la economía realmente influye en un proceso electoral? 

Las decisiones de los electores siempre son complejas, porque los seres humanos somos complejos, pero sí que hay cierta correlación entre la situación económica y el ‘pulso electoral’. La economía española está aguantando muy bien, los economistas nos hemos equivocado. Y, en plena campaña, la oposición lo que tiene decir es que el otro lo hace todo mal. 

La cosa está regular, pero no tan mal como dice el PP. La campaña de polarización que hizo el PSOE, cuando dijo a los electores que la derecha les iba a quitar su pensión y que iban vivir fatal… La combinación de los dos aspectos es lo que explica el que el resultado no haya sido una fácil continuidad de lo que fueron las elecciones municipales y autonómicas. 

¿La sociedad española tiene suficiente formación en economía y finanzas como para comprender cómo funciona el mundo en el que vive? 

Yo empecé a dar clase en 1972 en Buenos Aires y me inicié en el periodismo en el diario La Prensa, un periódico porteño. He visto un aumento muy considerable de la calidad de la información y del conocimiento económico de los ciudadanos, claramente es mejor. Hay más información económica y más publicaciones de calidad que antes, como Capital. los españoles tienen un grado de sensibilidad fiscal que no habían tenido nunca. 

Felipe González ganó cuatro elecciones generales con mayoría absoluta y en cada una de las legislaturas subió los impuestos. Eso ya no pasa, porque Rajoy, Montoro y De Guindos subieron los impuestos y creyeron que el pueblo español era el de antes. De pronto, millones de personas dejaron de votarles. De pronto, la cuestión de la fiscalidad adquiere un protagonismo fundamental y en estas últimas elecciones ha sido el centro del debate. 

¿Y qué opina sobre el mantra del ‘impuesto a los ricos’ y el ataque a los empresarios? 

El ‘impuesto a los ricos’, con impacto exclusivo en los grandes patrimonios, siempre fue mentira. Pero si la gente se lo sigue creyendo, es culpa nuestra. El empresario está asociado al mercado y a la libertad, y una frase atribuida a Jefferson dice que “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”. Los amigos de la libertad y los amigos del empresario creemos que esa batalla no hay que darla, porque ya la hemos ganado. 

Sucedió después de la caída del Muro de Berlín y hubo gente que creyó que ese triunfo iba a ser definitivo. Pero nunca lo es, hay que insistir permanentemente. La demonización del empresario tiene miles de años. El socialismo, la izquierda o el fascismo, todas las variantes del estatismo, han girado en torno a eso. En los libros de texto sobre economía que estudian nuestros hijos se demoniza al empresario, al mercado, al capitalismo… La batalla es constante. 

Pero también hay mejoras, en los 47 años que llevo yo viviendo en España he notado que hay mucho más aprecio a los empresarios que antes. Cuando apareció Podemos, esta ‘mezcla’ entre fascismo y comunismo, tenía un discurso antiliberal muy claro, contra los empresarios. Amancio Ortega y Juan Roig eran los enemigos a combatir… Ahora, ese partido prácticamente ha desaparecido. Si de verdad los españoles fueran tan enemigos de los empresarios, Pablo Iglesias hubiera sido presidente del Gobierno. 

Gran parte del crecimiento del PIB se está financiando con deuda pública, ¿hasta qué punto puede resistir una economía un endeudamiento tan alto? 

La deuda privada está bajando, la población se está desapalancando en este contexto de tipos altos. En cambio, los políticos en general, endeudan al Estado porque la alternativa para financiar el gasto, que son los impuestos, les resulta políticamente costosa. El gasto público sube hasta que la rentabilidad política del último euro que el político gasta es inferior al coste político del último euro que el político recauda. Ellos están permanentemente haciendo ese cálculo, esa es la lógica de la gestión de la deuda pública. 

La lógica de los propios estados debería ser intentar contener la deuda, por el propio interés de los políticos. En algún momento, les va a perjudicar. En los países nórdicos, ese gran ‘paraíso socialista’, yo siempre le digo a mis amigos socialistas que están llegando tarde con ese modelo. Ellos mismos se dieron cuenta de que se habían pasado y están dando marcha atrás. 

Mi visión ideal es que redujeran el gasto público y que abrieran la economía de tal manera que el PIB empezará a crecer. El propio crecimiento económico iría diluyendo el peso de la deuda sobre el PIB, porque el PIB sería cada vez mayor. Pero eso no va a pasar. 

En cualquier caso, el proceso de reducción del endeudamiento público es mucho más lento... 

Para los políticos, la deuda pública parece un ‘regalo de Dios’. Gracias al proceso endeudamiento, ellos gastan, como grandes gobernantes populares y, al mismo tiempo, no castigan a sus súbditos. Claro, obviamente, esto tiene un límite. La combinación de cierto control del gasto, cierta subida de impuestos y cierta inflación puede generar un escenario interesante. 

No me parece nada casual que esté subiendo la inflación, que ha sido siempre un clásico mecanismo para diluir la deuda pública. No llega por sorpresa. Llega porque los bancos centrales financian la deuda pública y al mismo tiempo tienen que expandir la oferta monetaria. Los modelos de Estado muy grandes, que son los que presiden las democracias modernas, tienden a generar un efecto de freno en el crecimiento. 

¿Cree que los bancos centrales están siendo responsables de la situación de elevado endeudamiento de las economías desarrolladas? 

La banca central es el último baluarte de la legitimidad, los bancos centrales son Estado y, sin embargo, están rodeados de una aureola de seriedad y de responsabilidad. Fueron creados por los estados para poder financiarse y todos los mecanismos que han ido creando los Estados funcionan de la misma manera. El Fondo Monetario Internacional (FMI) se considerado liberal cuando no lo ha sido nunca, su objetivo es que los estados puedan financiarse cuando nadie más les presta. 

El FMI es el que ha permitido a los políticos argentinos gastar irresponsablemente sin necesidad, sin controlar el gasto público, que es lo que deberían hacer. Se dice una y otra vez que el Banco Central Europeo lucha contra la inflación, cuando son ellos mismos los que provocan. Es como decir que Drácula lucha contra los vampiros… Cuando los precios se descontrolan, eso les obliga a reaccionar y entonces estalla el aparato propagandístico. Luchan contra la inflación, pero al mismo tiempo no quieren provocar una recesión, y juegan a esas dos bandas.  

La clave de todo esto, como te digo, es que el público interprete que la inflación no es culpa de los bancos. Los perfiles antiliberales dicen que la inflación es culpa de los comerciantes, de las empresas y hasta de los tenderos. Y no es cierto. 

A los liberales se les ha denostado, se les ha culpado de las crisis y de todos los males de las economías. ¿Qué se puede hacer para mejorar el respaldo social de las doctrinas liberales? 

Un político de la transición, Joaquín Garrigues Walker, que fue ministro de Suárez y que murió muy joven, decía que los liberales españoles “cabemos en un taxi”. Y cuando lo dijo, en el año 1977, parecía exagerado, pero había realmente pocos liberales. Medio siglo después, el crecimiento ha sido impresionante. Todo el mundo nos critica, es habitual augurar el fin del liberalismo. 

Hay instituciones liberales como el Instituto Juan de Mariana, el Círculo de Empresarios o el Instituto de Estudios Económicos (IEE), periódicos liberales como Libertad Digital y revistas como Capital… La presencia de los liberales en los medios de comunicación es muy notable, quizá con la única excepción de la televisión. El mensaje va calando y esos son procesos, es una cosa muy lenta, bueno. 

La generación ha cambiado, pensemos en dos amigos míos, María Blanco o Juan Ramón Rallo, que escribe en esta revista. Los primeros libros los escribió conmigo y es más joven que mis hijos… Por lo tanto, el balance que hago del liberalismo es, desde luego, estupendo. 

El avance del liberalismo no es pan comido, es muy difícil y requiere pues lo que se ha hecho, lo que se ha hecho desde la época de la Transición, ‘machacando’ una y otra vez, tarde y noche, a través de todos los medios desde los que podamos influir. 

¿El enemigo es el Estado? 

Cometemos, en mi opinión, un error, que es pensar que el Estado es una entidad petrificada y que siempre es igual. Y, por lo tanto, tenemos un enemigo perfectamente definido, que va en contra de los empresarios, del mercado y que, por lo tanto, tenemos una estrategia para combatirlo. Yo creo que esto es un error. El Estado es dinámico y cambia. 

Hubo un momento dado en el que los Estados tenían empresas públicas, y nadie las cuestionaba. Me acuerdo de haber discutido con mis amigos socialistas en los años 70, hablando de la necesidad de privatizar empresas. Ellos me decían que no se podía privatizar, pero luego las privatizaron ellos, los socialistas. 

Lo que pasó es que el Estado cambia, y el Estado tiene una relación de transacción con el ciudadano. Felipe González privatizó Iberia porque en aquella época era un monopolio. Era mucho más barato volar de Barcelona a Londres que de Barcelona a Madrid, porque de Barcelona a Londres había competencia y de Barcelona a Madrid, no. Y trataban mal a los clientes, porque no tenían que competir en el servició. 

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