FOSSA Systems es la primera empresa española en poner en órbita seis picosatélites que pretenden democratizar el espacio y ofrecer conectividad IoT de baja potencia a pequeñas y grandes compañías
Mirar al cielo y lanzar hipótesis al aire sobre qué habrá más allá del campo de la visión es cada vez más posible con el avance de la tecnología. Tanto, que el propio espacio ha dejado de ser un vecino desconocido para convertirse en terreno por conquistar, pero también por aprovechar. Además, en este nuevo paradigma ya no es necesario un despliegue tan voluminoso como en misiones de gran envergadura en las que se juega la carrera espacial de continentes o incluso países. Al contrario. Cada vez son más las empresas privadas y startups que apuestan por utilizar esta amplia localización para posicionarse y evolucionar. Por eso casos como el de FOSSA (Free Open Source Software and Aerospace) Systems, una empresa aeroespacial nacida en un principio como una organización sin ánimo de lucro que en cuestión de 18 meses se ha convertido en la primera compañía nacional en desplegar seis picosatélites y la segunda del país con más satélites en órbita. Pero, ¿de qué se trata exactamente el término ‘picosatélite’?
La denominación se refiere a un satélite de pequeño tamaño que tiende a pesar menos de un kilo, por lo que los costos se reducen considerablemente a la hora de lograr ponerlo en órbita. Los de esta startup, en concreto, pesan 500 gramos y ofrecen conectividad IoT (Internet de las cosas) para industrias en zonas sin cobertura terrestre a escala global mediante estos dispositivos de baja potencia. Para ello, una vez en órbita, estos picosatélites orbitan a unos 500-550 km de altura y dan “quince vueltas a la Tierra, lo que en sentido espacial genera cobertura global”.
Así lo revela a Capital el CTO y cofundador de FOSSA Systems, Vicente González, que explica que es vital “medir cada cuánto tiempo voy a revisarlo”, de tal forma que “si queremos que nos den datos cada 15 minutos necesitaré desplegar muchos más satélites en muchos más puntos. Por eso queremos desplegar al menos 80 antes de 2024 para dar cobertura en todos los puntos y con unos tiempos de revisión de cero”.
Porque ese es el objetivo: tener monitorizados todos los datos de relevancia para el cliente a través de unos sensores que recogen, encriptan y extraen de forma autónoma la información más valiosa para la empresa. En ese punto, estos sensores, ubicados en nodos, envían los datos cifrados al picosatélite correspondiente, el cual reenvía la información a una estación terrestre donde se almacenan en el servicio cloud de FOSSA Systems. Ya ahí, un dashboard online transcodifica la información al cliente para hacérsela accesible y que actúe en consecuencia a los datos recibidos.
Una revolución que de momento pretende ayudar a sectores como la agricultura, la ganadería, las infraestructuras e industria, la energía y la logística, y que destaca, entre otros, por la accesibilidad y su sostenibilidad. En concreto, en este último punto, “porque el tipo de servicio que damos ayudamos al usuario final a que sea sostenible gracias a una información sobre sus actividades que les dota de una mayor inteligencia para tomar acciones locales”.
No obstante, estos datos son también de una gran valía en un momento en el que la información es el bien más preciado. Por eso, ¿cómo garantizar su seguridad? González reconoce que “somos plenamente conscientes de que el dato es el oro del siglo XXI y nosotros lo que aportamos es un grado de cifrado fuera de lo estándar”. Es decir, “siempre vamos a ofrecer al usuario final por defecto una serie de opciones de ciberseguridad, pero también ese plus de implementación en este tipo de tecnologías”. Y es que, “los satélites son ciegos a los datos que reciben, actúan como transmisor, de tal forma que estos datos se cifran en tierra y solo el usuario final tiene la llave para desencriptarlos”.
La cuestión en este punto es si en un país en el que el 99,8% de las empresas son pymes este tipo de soluciones pueden ser viables. Más aún si se tiene en cuenta que lanzar un satélite de un kilo al espacio cuesta alrededor de 30.000 euros. Gonzalez, conciso, lo afirma.
“Ahí entran los dos modelos de negocios que tenemos. El primero es el que surge con la compañía, que es el de infraestructura de sistemas delicados en el que empresas o entidades públicas puedan desplegar sus propias constelaciones, vienen a FOSSA y compran una constelación o un número de satélites”, argumenta el CTO de la compañía, que recuerda que “no es lo mismo desplegar para monitorizar un activo para el que se requiere un dato al día a monitorizar 150 activos en diferentes partes del mundo y tener el dato cada media hora”. Por eso señala que este tipo de opciones están más enfocadas a “grandes corporaciones que pueden justificar la inversión para sí mismos”.
Sin embargo, no es la única opción. También está el otro modelo en “el que estamos evolucionando ahora mismo que es convertirnos en un operador de servicios de telecomunicaciones y vender la capacidad de la constelación de FOSSA. Ahí aparecen los 80 picosatélites que queremos lanzar para 2024 de tal forma que en función de los activos que tú quieras monitorizar pagarás una tarifa mensual que puede estar por debajo de los cinco euros por dispositivo”. Es decir, la fórmula mediante la que dar valía al fin último de la compañía: “democratizar las constelaciones de baja potencia”. Y es que, tal y como argumenta éste, “un agricultor no se puede gastar 250.000 euros por dos satélites, pero igual sí 200 al mes para monitorizar sus activos y que luego esto le repercuta positivamente en sus ingresos”.
Esta alternativa para el empresario del presente podría derivar en una sobresaturación del espacio en el corto plazo. Por ello, ¿cómo poder mantener una buena convivencia entre tantos proyectos que en los últimos años están poniendo su foco en el espacio? En este punto entra en juego las diferentes autoridades internacionales, que impiden desplegar constelaciones si no se cumplen con determinadas normas. Esto para González es determinante porque “permite identificar y monitorizar bien los satélites para evitar que haya un riesgo de colisión”. Aunque sus picosatélites, detalla, “cuentan con cierta capacidad de maniobra”.
El problema es que “cada vez se habla del espacio como algo a explotar y son más las constelaciones que salen, por eso la regulación va a tener un gran reto por delante para minimizar los riesgos”. De hecho, varias de esas empresas son españolas, aunque, como FOSSA Systems, nacidas en los últimos años. Por eso la cuestión es clara: ¿Son las compañías aeroespaciales nacionales valoradas por las instituciones?
González resopla, se pausa y argumenta: “Creo que por el tipo de tecnología que desarrollamos somos cada vez más interesantes, pero es un mercado en el que España no estaba tan desarrollada. No es tanto la cara que tenemos hacia las instituciones, sino cómo empresas como la nuestra pueden ayudar a esa evolución en la Administración en temas de regulación para facilitar el acceso al espacio a otras empresas y de alguna manera ayudarnos a ser competitivos con empresas de otros países”.
Sin embargo, a nivel personal, el CTO de esta startup entiende que “todavía queda mucho camino por recorrer”. Ahora bien, algo tiene claro: “La industria aeroespacial requiere de una inversión importante en términos económicos porque está sujeta el desarrollo en innovación y es muy difícil en Europa y en España encontrar financiación privada para este tipo de proyectos”. Por eso solicita que “se ayude a promover e impulsar la parte de investigación en I+D en empresas técnicas porque es lo que va a permitir diferenciarnos”.
“Ser el primero es muy importante y que estén funcionando los picosatélites estableciendo la cadena bidireccional es un objetivo cumplido, pero lo importante es mantenerse y para eso necesitamos una apuesta continua por el desarrollo y las mejoras en un mercado en el que cada vez hay más competencia y el coste es una barrera muy frágil”, remarca González. Es por tanto que el CTO de FOSSA Systems concluye: “Hay que diferenciarse de los demás, pero no solo por el coste, también por un buen servicio que complete la cadena de valor”.