La siesta, una tradición tan arraigada en la cultura española, parece estar en declive. Sin embargo, esta pausa tras la comida ofrece numerosos beneficios que han sido avalados por la ciencia. A pesar de que seis de cada diez españoles no duermen nunca la siesta, su práctica podría mejorar significativamente la calidad de vida y salud de la población.
El ser humano es uno de los pocos animales que duerme una sola vez al día. La mayoría de las especies tienen patrones de sueño polifásicos, alternando entre periodos de sueño y vigilia. Estudios sugieren que nuestros ancestros también seguían este patrón, pero los ritmos de vida modernos han reducido nuestras horas de sueño diarias en al menos dos horas. Recuperar esta reponedora costumbre podría ayudar a mitigar los efectos negativos de esta pérdida.
Beneficios científicamente comprobados
Dormir la siesta puede reducir el estrés y el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 37%. La falta de sueño incrementa los niveles de cortisol, una hormona que en exceso puede causar intolerancia a la glucosa y a las grasas, debilitar el sistema inmunológico y muscular, y disminuir la hormona del crecimiento, factores que pueden conducir a la diabetes y enfermedades del corazón. Un estudio del Allegheny College en Pensilvania observó que una siesta de 45 minutos a una hora después de un día estresante disminuye la presión arterial y el ritmo cardíaco.
Investigaciones de la Universidad de Berkeley indican que la siesta incrementa la capacidad de aprendizaje en un 10%. Esto se debe a que el sueño permite procesar y fijar nuevos conocimientos, mejorando la productividad y el rendimiento académico. Incluso una breve siesta de seis minutos puede mejorar la memoria a corto plazo, facilitando el almacenamiento y consolidación de recuerdos. Un estudio de la NASA con pilotos demostró que una siesta diaria de 26 minutos reduce los errores laborales y aumenta el estado de alerta.
La Universidad de Georgetown ha demostrado que la siesta puede activar el hemisferio derecho del cerebro, asociado con la creatividad. Según el profesor Robert Stickgold de la Harvard Medical School, alcanzar la fase REM durante la siesta facilita la realización de conexiones entre ideas. Estudios en niños de 15 meses sugieren que la siesta facilita el aprendizaje abstracto, mejorando la capacidad de reconocer patrones generales en nueva información.
La Universidad de Berkeley encontró que las personas que duermen la siesta son más receptivas a las expresiones faciales de felicidad y menos propensas a la ira y el miedo. La siesta aumenta los niveles de serotonina, neurotransmisor que regula el sueño, el apetito y el estado de ánimo, proporcionando una sensación de satisfacción y bienestar.
Consejos para una siesta reparadora
Para disfrutar de los beneficios de la siesta, es importante seguir ciertas recomendaciones como:
- Ubicación: buscar un lugar cómodo, tranquilo, con poca luz y una temperatura agradable.
- Horario: debe tomarse después de comer, idealmente entre las 13:00 y las 17:00 horas.
- Duración: aunque algunos estudios, anteriormente mencionados, estipulaban siestas de más tiempo, lo ideal es que no excedan los 30 minutos para evitar la inercia del sueño y no interferir con el descanso nocturno.
La siesta, lejos de ser una simple tradición cultural, tiene sólidos fundamentos científicos que avalan sus beneficios. Incluir una breve siesta en la rutina diaria podría mejorar significativamente la salud física y mental, aumentando la productividad y el bienestar general. En un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso, redescubrir el valor de esta antigua práctica podría ser una clave para una vida más saludable y equilibrada.