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Lifestyle

30 años del legado de 'Pulp Fiction' o cómo Tarantino cambió la manera de hacer y ver cine

Tres décadas después sigue siendo una referencia obligada que nos recuerda que el séptimo arte puede ser tan impredecible y subversivo como una charla sobre hamburguesas en mitad de un tiroteo

Por Marta Díaz de Santos

¿Conoces esa sensación de cuando estás viendo algo que se va a quedar contigo para siempre? Los nacidos en los 90’ éramos demasiado pequeños entonces como para poder experimentarlo, pero para muchos fue precisamente eso lo que sintieron en las salas cuando, hace exactamente treinta años, se reclinaron en sus asientos para ver Pulp Fiction.

Era 14 de octubre de 1994 y Quentin Tarantino estrenaba una película que estaba a punto de colarse en la historia del cine. Rompiendo con los moldes tradicionales, Pulp Fiction era una declaración de intenciones, un salto al vacío. El cineasta trajo a primera fila las influencias del cine B, las cintas de artes marciales y el cine negro, de una forma que no se había visto antes. Entrelazó historias de criminales, boxeadores y matones con diálogos afilados y humor negro.

Era fácil quedar atrapado en ese torbellino. Ahí estaban Vincent Vega y Jules Winnfield, interpretados por John Travolta y Samuel L. Jackson, recitando versículos bíblicos mientras despachaban a tiros a pobres diablos. Y Mia Wallace, con el rostro de Uma Thurman, bailando un twist que ya es historia del cine.

Sus personajes se convirtieron en un fenómeno inmediato, en parte gracias a la complejidad de sus personajes y a la manera en que Tarantino les hizo hablar, con reflexiones mundanas y filosóficas (y diálogos que aún recordamos: la escena del "baile de twist" o la famosa conversación sobre la hamburguesa "Big Kahuna" son hoy iconos culturales que han trascendido la pantalla). 

La crítica aplaudió la originalidad de su estructura no lineal y el uso del humor dentro del contexto de la violencia. Ganó la Palma de Oro en Cannes, fue la consagración de Tarantino y el resurgir de John Travolta, que había estado en horas bajas. Además, esa banda sonora, con Misirlou de Dick Dale, todavía nos acelera el pulso. 

De lo que no se dieron cuenta en ese momento, o tal vez sí, fue que esa amalgama de historias cruzadas, diálogos sobre hamburguesas y relojes de oro escondidos donde nadie imaginaría, estaba redefiniendo nuestra forma de ver el cine. Y ahí seguimos cada vez que volvemos a verla, con una sonrisa cómplice, sabiendo que a veces la vida, como en la película, también se vive mejor con un poco de caos y desenfado.

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