casi un millar de compañías de ámbitos tan variados como el transporte, turismo, agroalimentación, energías renovables, y gestión de aguas y servicios urbanos han ‘aterrizado’ al otro lado del Estrecho. “Pocos españoles saben que la principal exportación de Marruecos nos son tomates, que nunca lo fueron, sino productos del sector automovilístico y electrónico integrados en redes industriales europeas con importante participación española”, resalta Gonzalo Escribano, director del Programa Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano (RIE). Dicho de otra manera, ha pasado de ser competidor en sectores de bajo valor añadido a socio integrado en la cadena de valor. Si nos centramos en las cifras, es el primer destino tanto de las exportaciones como de la inversión española en el mundo árabe; el segundo socio comercial, con 9.890 millones de euros en exportaciones e importaciones en 2014; y el tercer proveedor. “Estos intercambios no se encuentran dominados por los hidrocarburos lo que pone de manifiesto la profundidad e intensidad de los lazos económicos entre ambos países”, añade el director general de Casa Árabe. Los picos de conflictividad (Perejil, Ceuta, Melilla…) han quedado atrás, haciendo que las relaciones sean ahora más extensas, profundas e interdependientes. “Están en un momento muy bueno”, resalta Alejandro del Valle, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Cádiz. Muchos son los factores que han confluido para que se viva una especie de ‘luna de miel’. “La causa principal está en la decisión del gobierno de Rodríguez Zapatero de apoyar a Marruecos en el proyecto de regularización del Sáhara. Y Mariano Rajoy ha seguido en la misma línea”, subraya el catedrático de la Universidad de Cádiz. Eso se ha traducido en una mejora de la cooperación policial antiterrorista, una colaboración migratoria positiva, y una mayor estabilidad política, entre otros aspectos.
En el campo económico, que Marruecos se haya convertido en un punto de concentración fuerte para las inversiones españolas se ha debido a diferentes circunstancias. “Ha lanzado proyectos de gran envergadura para mejorar infraestructuras como el puerto de Tánger-Med con capacidad para tres millones de contenedores”, resaltó Leila Hayat, presidenta de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Marruecos en España durante la presentación del libro ‘Marruecos 2020’. También han descendido los costes de transacción, sin olvidar la ‘europeización’ del reino alauita. El Tratado de Libre Comercio, firmado en 2012 entre la UE y Marruecos, ha dado ‘paz’ a la relación bilateral. “Abrió oportunidades que antes no existían”, manifiesta Manuel Gómez Galán, director general de la Fundación Cideal. Y es que el reino alauita tiene una vocación europeista clara. “La UE será el marco de referencia en la relación con nuestro vecino. Está en las cadenas de valor de nuestras empresas y de las europeas”, indica Luis Tejada, director de Cooperación con África y Asia de la AECID. Algo que ya se deja sentir en el ambiente. “A diferencia de lo que ocurre con países como Argelia o Libia, la UE sí proporciona incentivos adecuados para las preferencias marroquíes que buscan sobre todo poder exportar, recibir inversiones y turistas, y obtener mejores condiciones de movilidad de la mano de obra”, indica Gonzalo Escribano. Eso no quiere decir que España se haya quedado cruzada de brazos. “Ha utilizado vectores económicos no, o poco europeizados, como la cooperación al desarrollo o la inmigración, para proyectar sus preferencias económicas allí donde los instrumentos comunitarios no las recogían de manera suficiente”, indica Escribano. Un camino también allanado por las reformas y los cambios regulatorios introducidos en Marruecos en el mundo de los negocios que no solo han facilitado la llegada de inversiones sino que han reafirmado su posición como ‘base de lanzamiento’ hacia otros Estados. “A través de ella se puede acceder tanto a Europa como a los países del África subsahariana”, manifiesta el director general de Casa Árabe. De hecho, tiene acuerdos con 55 países, lo que supone el acceso a un mercado de 1.000 millones de consumidores. También ha desarrollado 24 plataformas y zonas offshore gracias al denominado Plan Emergence, y dispone de 51 acuerdos que elimina la doble tasación, por los que solo se paga impuestos en uno de los países. “Las dos sociedades son conscientes de la gran importancia que el vecino tiene para su propio país. Pero la relación está por debajo del potencial de hacer cosas juntos. Falta mucho por armar como quitar imágenes pasadas y estereotipos”, apunta Haizam Amirah, investigador principal del Mediterráneo y del Mundo Árabe del RIE.
Tradicionalmente, la relación económica bilateral ha estado marcada por una serie de conflictos como la pesca o la agricultura. “La liberalización agrícola se ha convertido en un estigma pues los estudios realizados estiman un impacto limitado sobre la agricultura española y un efecto tractor sobre otros sectores como el agroindustrial, transporte o distribución”, mantiene Gonzalo Escribano. Marruecos aspira a convertirse en la nevera que abastezca tanto a su mercado interno como a los europeos. Un terreno de juego en el que las inversiones españolas pueden tener un papel destacado. “Buena parte del valor añadido de la agricultura mediterránea reside en servicios incorporados al producto como logística y transporte, semillas y fertilizantes, o técnicas de cultivo y empaquetado. Y ahí España es muy competitiva”, añade Escribano. Otro punto caliente, quizás no tan conocido, tiene que ver con las cuestiones energéticas. Importamos gas de países como Argelia. Pero al vecino del sur le vendemos el 10% de la electricidad que consume. Allí hay un importante desarrollo eólico además de un plan para potenciar la energía solar (2.000 MW hasta 2020). Para ese año, los objetivos del gobierno marroquí se centran en proveer el 40% de su capacidad gracias a las renovables (en su explotación participan empresas españolas). Además, en 2013 se desarrolló el Plan Solar Mediterráneo de la UE cuyo fin era exportar energías de este calibre de los países del norte de África. “Pero la Primavera Árabe y el bloqueo de España frenaron esas expectativas”, señala Gonzalo Escribano. Lo que ha habido, en resumen, es una voluntad por parte de ambos países de usar un enfoque más práctico y realista que ha permitido incrementar la cooperación económica. “Ese pragmatismo no está garantizado de cara al futuro. Aún falta bastante para que las relaciones sean más sólidas y provechosas en el tiempo, y habrá que protegerlas de las fricciones del pasado”, advierte Haizam Amirah. Si así fuera, podría ser el detonante que abriera los ojos a las grandes empresas españolas, cuya ausencia es latente por el momento. Una relación que se prevé duradera en el tiempo. “Ahora le exportamos más a Marruecos que a China, o que a la suma de Brasil y México. Pero incrementar mucho esas cifras lo veo difícil”, advierte Gonzalo Escribano. Una ´luna de miel’ que no estárá exenta de posibles roces y desamores. “Hay que aprovechar el buen momento para resolver cuestiones de fondo espinosas. Ciudades, islas y peñones son un peligro para las relaciones estables”, indica Alejandro del Valle. La reclamación sobre Ceuta y Melilla, convertida en objetivo nacional, estará siempre latente. “Complementariedad mejor que competencia o fricción”, sintetiza Haizam Amirah.]]>