En una reciente comparecencia, el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, ha manifestado que existe un consenso creciente sobre el «nivel excesivo de complejidad regulatoria» en Europa, aunque ha sido claro en afirmar que esto no implica una desregularización del sector. Esta declaración tuvo lugar durante el encuentro titulado ‘Financiando el futuro de Europa, el papel del sector bancario’, organizado por la Asociación Española de Banca (AEB).
Escrivá argumentó que las normas bancarias de Basilea III, implementadas en Europa en 2013, han contribuido a que el sistema bancario europeo actual sea «claramente resiliente», destacando el aumento de las ratios de capital y de liquidez como prueba de ello. Subrayó que, a pesar de las acciones de los bancos centrales, la aplicación de las reformas de Basilea de 2017 «sigue consolidando la estabilidad financiera».
La firme apuesta europea por Basilea III cobra una mayor importancia, si cabe, en el contexto actual
Sin embargo, Escrivá llamó a no ser «complacientes», señalando que la estabilidad financiera requiere un sector «sólido y solvente», así como un marco regulatorio y de supervisión que sea «más simple, estable, predecible y eficiente». Reconoció que la complejidad en la regulación «no solo dificulta la operativa de las entidades financieras, sino que también sobrecarga la función supervisora y podría fragmentar el mercado».
En este sentido, manifestó su apoyo al objetivo de la Comisión Europea de evaluar el marco normativo y supervisor desde una perspectiva holística a través del ‘paquete Ómnibus’, con el fin de racionalizarlo. Escrivá enfatizó que no se trata de disminuir exigencias ni de eliminar normas que garantizan la estabilidad, sino de simplificar el conjunto de ellas para que resulten más efectivas, incluyendo los estándares de nivel 2 y 3 para evitar solapamientos y complejidades innecesarias.
El contexto económico actual refuerza la necesidad de estas medidas
Además, resaltó que la economía europea sigue creciendo, aunque con «una debilidad estructural preocupante» y un déficit histórico en inversión privada. Indicó que la inversión privada productiva en la eurozona representa solo el 12,3% del PIB, comparado con el 15% de EE. UU. y el 27% de China. Para afrontar este déficit, Escrivá instó a impulsar una agenda estructural ambiciosa, que incluya un avance en la integración europea mediante políticas que fortalezcan el mercado único. Esto facilitaría que las empresas europeas alcanzaran la escala necesaria para competir en un ámbito global.
El gobernador concluyó que la prioridad ha de ser la coordinación entre las políticas industriales de los diferentes Estados miembros y los programas de inversión pública, afirmando que «la inversión pública debe servir como catalizador de la inversión privada», siempre bajo un marco de gobernanza que preserve el funcionamiento del mercado único. En su evaluación final, Escrivá reafirmó que el sector bancario se mantiene como un pilar esencial para financiar las elevadas necesidades de inversión de las empresas, señalando que «la economía europea continúa siendo altamente bancarizada».
