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Directiva de eficiencia energética: un estímulo obligado

Por Redacción Capital

Vuelve a aparecer 2030 como límite para aumentar la eficiencia energética, tal y como escribe Marta San Román, directora general de la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización (AFEC)

Tras las siglas DEE se esconde un texto que podrá impulsar la descarbonización de nuestra sociedad y alcanzar la ambición climática de la Unión Europea, pero también cambiar costumbres y modelos de negocio: Directiva de Eficiencia Energética.

Recientemente publicada, y largamente esperada, la Nueva Directiva (UE) 2023/1791 del Parlamento Europeo y del Consejo del 13 de septiembre de 2023 relativa a la eficiencia energética, trae algunas novedades con respecto a las versiones anteriores de 2002 y de 2012.

Vuelve a aparecer 2030 como límite para conseguir consumir menos energía, un 11,8% con respecto a 2020, y en España tendremos que contribuir con criterios propios. El sector público tendrá que dar ejemplo, liderando este reto con un objetivo de un 1,9% anual.

Además, habrá que aumentar el ahorro energético una media del 1,5% anual hasta esa fecha.

Pero vamos a dejar de lado las cifras y centrarnos en aquello que nos hará ver las cosas desde prismas diferentes.

Cuando se trate de medidas de ahorro energético, los colectivos vulnerables y las viviendas sociales serán prioritarios para los Estados miembro. Sería importante que esto se formule de manera que dichas medidas sean estructurales, y que existan modelos de financiación público-privados que las impulsen.

En otro orden de cosas, el principio de “primero, la eficiencia energética” adquiere valor jurídico por primera vez y se convierte en un principio fundamental de la política energética de la UE. Esto en la práctica implica que los Estados miembro deberán incluir la eficiencia energética como criterio en las decisiones políticas y de inversión de especial relevancia, tanto en sectores energéticos como no energéticos.

También se pretende que las autoridades regionales y locales elaboren planes de calefacción y refrigeración al menos en los municipios de más de 45.000 habitantes. Para ello se plantea, por ejemplo, que los consumidores pasen a calefacción y refrigeración de fuentes renovables, así como la sustitución de los aparatos de calefacción y refrigeración antiguos e ineficientes en los organismos públicos por alternativas eficientes, con el objetivo de eliminar progresivamente los combustibles fósiles.

La directiva propone medir los consumos de energía, para que empresas y usuarios puedan gestionar su sistema energético y éste pueda auditarse cuando sea necesario. Es imperativo

no sólo medir más, sino también medir mejor. En este sentido, los sistemas de conectividad, regulación y control de los sistemas HVAC (calefacción, bomba de calor, climatización, ventilación, agua caliente sanitaria, etc.) jugarán un papel protagonista, para que la interoperabilidad y comunicación entre los diferentes equipos de las instalaciones térmicas y de climatización puedan optimizar . Con esta medición, también se pueden mantener los sistemas de manera predictiva, asegurando la funcionalidad, eficiencia, robustez y un largo ciclo de vida.

Otra novedad es la monitorización del rendimiento de los centros de procesamiento de datos (CPD), donde una correcta climatización es crítica para la seguridad, prestaciones, eficiencia y productividad de dichos centros. Los CPD se multiplican día a día para cubrir nuestra creciente demanda de Internet, que según algunas fuentes ya supone más del 7% del consumo energético mundial. La Unión Europea busca crear una base de datos que recoja toda información a nivel comunitario. Además los CPD más grandes deberán intentar, siempre que sea técnica y económicamente viable, utilizar el calor residual.

Hay otras exigencias nuevas que pueden suponer un reto mayúsculo para esta industria. Por ejemplo, la rehabilitación. La tasa de renovación de edificios actual es muy baja, de menos del 0,1% anual en viviendas, según el Ministerio de Transporte y Agenda Urbana. En el caso de la Administración Pública, la nueva directiva obliga a rehabilitar energéticamente a una velocidad del 3% anual.

Y por otro lado, será el momento de empezar a ser más conscientes del esfuerzo colectivo y de compartir recursos, pues también se nos indica que habrá que aumentar gradualmente la eficiencia en la generación de calor y frío, especialmente en redes urbanas o de distrito.

Los principales medios de comunicación especializados en energía, y otros periódicos generalistas, se han hecho eco de la directiva, apuntando también que la alternativa para conseguir estos objetivos es la bomba de calor, una tecnología madura, basada en energías renovables, energéticamente eficiente y que contribuye a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

España tiene dos años para trasponer esta directiva, y es importante hacerlo bien, con firmeza y de manera armonizada con otras normativas y otras exigencias, tanto españolas como europeas. Sin dejar de lado aspectos como la ventilación y la calidad del aire interior.

La Directiva de Eficiencia Energética es un estímulo obligado. La mayoría de estas medidas están en los planes de energía de la mayoría de los países. Pero tener (algunos, al menos) objetivos vinculantes y exigencias nacionales y comunitarias ayudará a salir del círculo “autoconformista”. Manos a la obra.

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