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Revista Capital

Educación permanente (lifelong learning) y microcredenciales: ¿Cómo se están transformando los modelos de aprendizaje?

Por Redacción Capital

Por Carlos Pelegrín, socio de Corporate Learning Solutions en Esade 

Hace ya al menos un par de décadas en las que la educación y la manera de aprender han variado de manera muy relevante. Hasta finales del pasado siglo, contar con una determinada titulación garantizaba el acceso a determinadas profesiones o formas de vida en las que uno se enrolaba y podía permanecer toda una carrera. 

El modelo consistía en invertir unos años en formarse y, a partir de ahí, dejar en manos de la empresa actualizaciones puntuales relacionadas con nuevas formas de trabajo o prioridades estratégicas. Algunas personas más ambiciosas o visionarias invertían tiempo y recursos en algún postgrado (o incluso en un segundo título universitario) para reforzar o potenciar su perfil.  

Pero el mundo ha cambiado de manera radical. Si Bill Gates, Mark Zuckerberg o Steve Jobs decidieron abandonar la Universidad para perseguir sus sueños, o nuestro Amancio Ortega nunca pisó sus aulas, parece que no existe una clara correlación entre seguir estudios formales y llegar a las más altas cimas empresariales. Lo que sí parecen tener en común estos líderes es su capacidad para absorber e interiorizar nuevas ideas y modelos de negocio. En definitiva: para estar al día. Bien entrados ya en el siglo XXI, dos tendencias se han consolidado de manera clara.  

La primera es que el aprendizaje ha de acompañarnos durante toda la vida laboral (y también personal), por lo que tendremos que ser capaces de integrar nuevas experiencias y conocimientos hasta el final de nuestros días. Hablamos de “lifelong learning” o de educación permanente, de adquirir habilidades o capacidades que le permitan a uno seguir siendo atractivo para el mercado laboral o aportar a sus clientes un valor diferencial.

Con la revolución digital, muchas empresas han puesto en marcha estrategias de “upskilling” o “reskilling” para sus equipos, con distintos niveles de éxito. Pero también a nivel personal deberíamos ser proactivos y convertirnos en “animales curiosos” (que nunca dejan de aprender) como diría un viejo profesor que influyó mucho en mi carrera. Y no olvidar que para aprender hay que desaprender, quitarse mochilas del pasado para adquirir nuevas competencias.

La flexibilidad de la educación oficial

Otro cambio muy relevante está en cómo consumimos el conocimiento o las experiencias. Hace ya tiempo que las titulaciones oficiales (como las universitarias) han ganado en flexibilidad (especialmente tras el Plan Bolonia). Los programas rígidos y poco adaptados a la realidad cambiante han pasado a mejor vida. El número de titulaciones se ha multiplicado para adaptarse a ese entorno y hoy podemos estudiar un doble grado en Matemáticas y Filosofía, al tiempo que las carreras tradicionales se dividen en titulaciones muy específicas en función de la demanda. 

Lo mismo está sucediendo con la formación de postgrado, así muchos de nuestros títulos clásicos en Esade dan la posibilidad a los participantes de elegir un porcentaje relevante de asignaturas en función de sus intereses y necesidades profesionales. También se ha producido un desarrollo extraordinario de programas de formación de duración media que permiten dar un salto cualitativo en una materia determinada en unas pocas semanas o meses.  

En ese contexto llegan las microcredenciales. Tal y como lo define la Comisión Europea, “una microcredencial es una cualificación que demuestra los resultados de aprendizaje adquiridos a través de un curso o módulo breve y evaluado de forma transparente. Las microcredenciales podrán completarse in situ, en línea o en formato mixto”. 

Este concepto es un reto y una oportunidad para instituciones de educación superior y formación profesional, además de para empresas privadas (como ya se ha generalizado entre las empresas tecnológicas). Las microcredenciales son una forma muy flexible de incorporar conocimientos y capacidades a nuestro currículum sin necesidad de seguir programas formativos completos, y de acreditarlos ante terceros. 

También es una muy buena herramienta para las empresas para optimizar sus procesos de selección, y para los candidatos a la hora de diferenciarse. Confiemos en que las instituciones europeas sepan dotar de la necesaria agilidad a estos procesos de acreditación. Mientras tanto, el mercado ya los ha convertido en una realidad.  

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