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Opinión

Redacción Capital

La vacuna del euro 

Por José Francisco Rodríguez, presidente de Capital

El euro ha cumplido 20 años. Parece una eternidad, pero no hace tanto, y seguro que todos recordamos cuando el café costaba 100 pesetas. Sí, 100 pesetas, o, lo que es lo mismo, 60 céntimos de euro. Se acuñaron 50.000 millones de monedas y se imprimieron casi 15.000 millones de billetes, y, ante las colas que se formaron el primer día para conseguir el nuevo euro, se limitó a 600 euros la cantidad de la que podíamos disponer en las sucursales bancarias. 

Según los resultados del Eurobarómetro, el respaldo a la moneda europea ha pasado del 45% en 2007 al 70% en la actualidad, motivado principalmente por las ventajas que ha supuesto a nivel de usuario, como facilitar los viajes o abaratar las transacciones. Y, sobre todo, por lo que ha supuesto la reducción de costes financieros para empresas y los países.  

La percepción más inmediata fue que la nueva moneda provocó un encarecimiento en los precios de productos y servicios. Pero, más allá de la propia inflación, solo hubo un momento en 2002, cuando se produjo un importante repunte al alza en los precios por el efecto redondeo que se aplicó a las 100 pesetas, que pasaron directamente a 1 euro (166,386 pesetas). 

La moneda única ha resultado un éxito en términos globales y ha permitido entre otros, salvar las tres grandes crisis de su corta historia. La primera, en 2008, la quiebra del sector inmobiliario afectó a toda la economía europea y provocó, en 2010, la segunda, provocada por el extremo endeudamiento de empresas y países y afectó a incluso a la deuda soberana. Y la más reciente, de la que aún no sabemos cómo acabará: la de la Covid-19. 

De las crisis hemos extraído importantes conclusiones, sobre todo, teniendo en cuenta la juventud del modelo monetario europeo. Quizá la respuesta más importante ha sido la de acelerar con los Fondos Europeos para acometer la crisis provocada por la pandemia. Esta agilidad no se vio en la crisis del 2008, y ha convertido al euro en un elemento de fortaleza para el tejido empresarial. 

El euro también ha sido positivo para las exportaciones españolas. En 2002 suponían el 18% del PIB, y, en el año 2020, representaban el 24%. Aunque no todo son luces. Hace 20 años, la deuda pública española era del 51% del PIB, y el déficit, inferior al 0,5%. En la actualidad, el endeudamiento soberano asciende al 121 % del PIB, y, lo que también es preocupante, registramos casi un 8% de déficit. Estamos “vivos” gracias al BCE, que nos financia.  

No obstante, este joven euro aún tiene retos por delante, como es la capacidad que tiene el Banco Central Europeo (BCE) de intervenir en el mercado de deuda, muy reducida. El mandato que tiene el BCE es el de priorizar la estabilidad de precios, tal y como señaló la presidenta, Christine Lagarde, recientemente: "La gente puede confiar en que nuestro compromiso con la estabilidad de precios es inquebrantable”. Países como EEUU o Japón, a diferencia de la zona euro, priorizan el crecimiento y el empleo. 

La situación actual es compleja, sobre todo a la vista de cómo la deuda consolidada de todas las empresas, que, según el Banco de España (BdE), ha crecido en 61.280 millones de euros, un 6,9% más en términos relativos. Se habla poco del endeudamiento, y no hay nada social en imprimir y endeudar. Destruir el poder adquisitivo de la moneda imprimiendo por encima de la demanda y aumentar masivamente desequilibrios fiscales no es política económica, y no debemos olvidar que la inflación es siempre nociva.

Hemos vivido varias situaciones desde la desaparición de le peseta y sabemos que los precios distorsionan el sistema económico, especialmente a los perceptores de ingresos fijos. Hay que racionalizar de manera urgente el gasto de los estados, reduciendo sus déficits, antes de que esta inflación se haga estructural y las medidas tengan que ser más drásticas. 

Bruno Le Marie, ministro francés de economía, apunta al respecto que la regla sobre el límite de la deuda pública de los países de la Unión Europea está "obsoleta", y no olvidemos que Francia asume la presidencia de la UE. 

En resumen, la moneda única ha sido un éxito, nos ha dado seguridad y estabilidad a los modelos de negocios empresariales y ha evitado la aparición de profundas cicatrices en la economía, aunque antes una caña costara una media de 100 pesetas, y ahora, 299 pesetas (1,8 euros). 

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