“El ego es una cualidad transversal y se puede encontrar a todos los niveles”
El aprendizaje es fundamental en un mundo tan cambiante como el actual. En una organización es necesario potenciar el aprendizaje de las personas que conforma el equipo humano para facilitar la adaptación a los continuos cambios a los que están sometidas las empresas en la actualidad.
La actitud marca una diferencia fundamental en el aprendizaje de las personas. En mi habitual trabajo con grupos de formación muy diversos se me hace muy patente el carácter de las personas, tan sólo con su actitud ante el proceso de aprendizaje. Me encuentro con personas que son auténticas esponjas, que cada cosa que se les transmite la absorben e, incluso, incorporan nueva información que da gusto comentar y compartir con ellas. Además, y muy importante, llevan la formación recibida al terreno de juego de su día a día, que es donde verdaderamente hay que ubicar el aprendizaje.
Por el contrario, hay otro tipo que suele ser bastante crítico con lo que se hace, con el contenido, con quien imparte la formación y con quien la organiza. Curiosamente, es observable que estas personas no integran la información fácilmente y, por supuesto, consideran muy complejo llevarla a su terreno de juego diario.
¿Por qué ocurre esto? La actitud ante las cosas va muy ligada a la capacidad de aprendizaje. Una persona, como las del primer grupo, con una actitud humilde y flexible, con curiosidad por aprender, aprovechará todos los resquicios que le presente esa formación y conseguirá cambiar hábitos que le permitan ser más eficiente y más productiva. Sin embargo, una persona altiva o arrogante, que sólo busca el defecto o las cosas que se podrían mejorar, está más centrada, durante el período de formación, en lo que está mal que en el aprendizaje concreto y cómo aplicarlo a su día a día.
La altivez o la arrogancia están relacionadas con el ego. De hecho, son directamente proporcionales: a mayor arrogancia, mayor ego. Una persona con un ego muy elevado no permite ser corregida con facilidad, le cuesta salir de su zona de confort, no escucha y cuestiona todo lo que se le pone por delante. Y da igual el rol que desempeñe en una organización porque el ego es una cualidad transversal y se puede encontrar a todos los niveles.
El ego se convierte, por tanto, en una barrera dura de franquear para el aprendizaje. Y esto es importante tenerlo en cuenta en las organizaciones, tanto para el desarrollo personal y profesional, como para la realización de planes de carrera o promociones laborales. La capacidad de aprendizaje de los equipos es un valor intangible que afecta, directamente, a la cuenta de resultados de la empresa. Para bien o para mal. Conocer dónde está situado el ego de cada persona de la organización va a permitir saber de antemano qué resultados va a obtener esa persona a la hora de realizar un programa de formación.
El ego también es responsable de fabricar creencias, sobre todo creencias limitantes que impiden la fluidez para experimentar cosas nuevas. Una idea interesante consiste en trabajar primero esos aspectos emocionales para que la persona consiga hacer fluir su humildad y, de esta manera, obtener mejores resultados al implementar cualquier programa formativo. Trabajar el ego de las personas para equilibrarlo va a facilitar, no sólo el aprendizaje de esa persona en concreto, sino también otros aspectos como la colaboración o la toma de decisiones, mejorando el nivel de autonomía en el trabajo.
Vivimos en un mundo en el que las empresas también tienen una función educativa de su ecosistema humano. Alimentar los intangibles de una organización (y el aprendizaje es uno de ellos) mejora la competitividad de la organización por un lado y el clima laboral por otro, aspectos imprescindibles, tanto para la consolidación de la empresa, como para la fidelización del talento.
