“Debemos formar a mujeres que quieran ejercer su liderazgo desde una posición femenina, con responsabilidad, con preparación y con trabajo”
El feminismo sigue estando en auge, incluso en un país avanzado en derechos sociales como es el nuestro. La lucha por la igualdad de derechos, independientemente del género, abarca múltiples ámbitos en la sociedad, desde el jurídico hasta el político, además de los innumerables espacios que concentra el asunto en todos los medios de comunicación.
Un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ya desvelaba en el año 2020 que casi la mitad de la población mundial sigue creyendo que los hombres son mejores líderes políticos y empresariales que las mujeres. Si analizamos el ámbito del liderazgo político femenino, es un hecho que en poco más de 120 años las mujeres han pasado de no poder votar en prácticamente ningún sistema político moderno a contar hoy con un 5% de líderes de estados o gobiernos. En el ámbito empresarial, actualmente sólo un 8% de las empresas del Fortune 500 tiene a una mujer como CEO.
Pero, más allá de las cuotas para ocupar los puestos de responsabilidad en el mundo empresarial y en el mundo político, hay algo que resulta mucho más peligroso y preocupante: el sistema de creencias asumidas en las que hemos sido educados y bajo el que vivimos. Un informe de la empresa HP revela que -ante una oferta de trabajo-, las mujeres necesitaban cumplir con el 100% de los requisitos para solicitar el puesto; en cambio, a los hombres les bastaba con cumplir un 60% de los mismos. Lo que se deduce es la profunda falta de confianza de las mujeres.
Otro estudio llevado a cabo por LinkedIn apoya las conclusiones del anterior informe de HP y concluye que la posibilidad de que los responsables de personal de las empresas abran el perfil profesional de una candidata es un 13% menor que en el caso de los candidatos masculinos. Además, es más probable que un 16% de las mujeres no postule a la oferta de trabajo después de leerla.
Desde la Universidad somos conscientes de que cambiar todo ese complejo entramado de creencias requiere de la implementación de numerosas medidas desde los más variados ámbitos, contando con un profundo compromiso de todos los agentes implicados. Esas creencias representan los estereotipos de género; es decir, cuáles son las características de los hombres y de las mujeres y qué roles y conductas son correctas y adecuadas para cada uno de ellos.
Entre los tipos de roles por género se representan tradicionalmente como características y comportamientos más masculinos -aunque afortunadamente cada vez menos- el liderazgo y la capacidad de influencia. Son creencias arraigadas y a veces, incluso, inconscientes. Debemos formar a mujeres que se reconozcan como tales y que quieran ejercer su liderazgo desde esa posición, con responsabilidad, con preparación y con trabajo.
Como afirma Nuria Chinchilla en su libro `La ambición femenina’, además del conocido como ‘techo de cristal’, las mujeres debemos luchar por sobrepasar el ‘techo de cemento’, un techo que nada ni nadie puede romper porque ha sido autoimpuesto por nosotras mismas.
Ese es nuestro compromiso y nuestra misión como institución es darles visibilidad, acompañarlas, ofrecerles las herramientas que impulsen su liderazgo y posicionamiento, sobre todo, desde el conocimiento y desde la experiencia a través de programas prácticos que también mejoren su red de contactos o networking.
Desde el ámbito universitario, debemos seguir trabajando para fomentar iniciativas de liderazgo y posicionamiento femenino y difundirlas a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Deben servir hoy de inspiración al mayor número de personas y tenemos que trabajar para que sean estas mujeres que estamos formamos ahora las que se conviertan en modelo a seguir para las futuras generaciones.
