Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

jose ramon pin

Los retos de Sánchez

La matemática parlamentaria marca pauta. No hay Gobierno posible con la suma de las tres candidaturas del centro/derecha-derecha; tampoco solo con la de la izquierda-izquierda radical nacionales. Ciudadanos o el PSOE pueden hacer una finta que desmienta sus afirmaciones de campaña (entre los dos suman 180 escaños, mayoría absoluta) para gobernar. Pero de esta matemática también puede salir una coalición similar a la que aupó a Pedro Sánchez a la Presidencia de Gobierno en la moción de censura. Aunque, para hacer esto último, bastaría con ERC sin contar con JpC. Si ninguna de estas dos alternativas es posible, la inestabilidad está servida con un Gobierno en minoría del PSOE en solitario que también se podría intentar sacar adelante con solo acuerdos de investidura. Por tanto, hay que esperar que Sánchez decida qué compañeros de viaje quiere para esta legislatura. Estas elecciones han confirmado que España es complicada. Complicada en el eje izquierda-derecha y complicada por la existencia de los nacionalistas/independentistas, que esta vez tienen más peso en el Congreso. Complicada en el eje económico con una economía inserta en la UE y la necesidad de aumentar su competitividad. Si los dirigentes políticos quieren responder a estos retos, se necesitaría imaginación parlamentaria para el bien de los españoles. ¿Serán capaces de hacerlo? En los últimos años no lo han demostrado, sobre todo para resolver el conflicto territorial que es, sin duda, el reto más urgente, sin descartar algo que ha pasado desapercibido en la campaña: el reto de la tormenta económica que se cierne sobre Europa y por ello de aprobar unos Presupuestos Generales. Europa nos ha sacado de la vigilancia por exceso de déficit, pero, después de las últimas decisiones del Gobierno en los llamados “viernes sociales”, es posible que volvamos a esa situación, salvo que el próximo Gobierno sea…
Recuerdo cuando fui diputado en el Congreso, durante la transición (1977/1982). Éramos de diferentes orígenes. Algunos habían sido cargos en el franquismo, los menos, pero influyentes y dispuestos al cambio; otros éramos de la oposición democrática, democristianos, liberales, socialistas, socialdemócratas, nacionalistas, regionalistas, comunistas, republicanos, alguno de la extrema izquierda… Todos teníamos algo en común: buscar la libertad, la democracia, la integración en Europa, el desarrollo económico, social... Una ilusión colectiva, contemplada desde distintos puntos de vista; dispuestos a compartirla a costa de buscar soluciones en las que cupieran todos con espíritu constructivo. Cuarenta años después, como dijo Alfonso Guerra, a España “no la conoce ni la madre que la parió”. Creo que para bien. Los números cantan: el PIB, la renta per cápita, el estado del bienestar, las infraestructuras, la entrada en la Unión Europea, la OTAN... Todos son positivos. No fuimos perfectos, pero sí eficaces. Eficaces a fuerza de ser conscientes de que teníamos que construir entre todos algo nuevo y de futuro. La semana en que escribo este artículo en el Congreso ha habido broncas, no como las nuestras que eran de contraponer ideas, incluso pidiendo dimisiones. Las broncas de esa semana han sido aderezadas con insultos personales. Crispación que se huele en todas las noticias. Falta una visión en la que quepan todos porque a todos ilusione. Lo más difícil es la llamada “cuestión territorial”. Pero no es la única. Parte de los nuevos parlamentarios basan su discurso en el despreció a lo que hicimos en la transición, con afán de destruir el edificio construido sin dejar nada. Una crítica excluyente que impide el diálogo razonable. Lo peor de todo es la arrogancia de quienes se creen poseedores de la verdad y de los que solo saben responder con exabruptos. Lo que pasa es de diagnóstico fácil. Falta…
José Ramón Pin es economista y profesor del IESE-Universidad de Navarra. Lo mismo que Rick Blaine (Humphrey Bogard) le decía a Lisa Lund (Ingrid Bergman) en Casablanca (la película dirigida por Michael Curtiz en 1942), “siempre nos quedará París”, los españoles podríamos decir: “siempre nos quedará UCD”. Fue el partido de la transición, que lideró Adolfo Suarez. Una conjunción de profesionales dispuestos a concitar la democracia en España. Su objetivo: resolver los problemas de España que, además de un estancamiento político, estaba sumida en una convulsión económica derivada de la primera crisis del petróleo de los entonces setenta. "La UCD contribuyó a resolver los problemas de España, ue, además de un estancamiento político, estaba sumida en una convulsión económica" Una inflación desbocada (dos dígitos), un déficit público incontrolable y un azote terrorista que asomaba cada día desde ETA y la extrema izquierda como el GRAPO. El método de UCD para resolver esos problemas: la pericia técnica, la capacidad de diálogo y consenso, la generosidad y la imaginación. La conclusión: 40 años de democracia en España, homologación internacional, entrada en la OTAN, la UE y un crecimiento económico para olvidar la España tenebrosa del siglo XX. También hay que reconocer la aportación de los líderes de los otros partidos que comprendieron que esa era su responsabilidad. Todos arrimaron el hombro, tanto el PSOE, AP, el PCE y unos partidos nacionalistas que adoptaron la moderación como sistema de convivencia. Ahora se quiere poner en cuestión la arquitectura política lograda. El objetivo es destapar viejos recuerdos, agravios históricos, que en esta tierra siempre han llevado a la confrontación estéril. Los tiempos son distintos, el nivel económico de los españoles también. Es como si una generación de “niños mimados” a los que se les ha dado una vida fácil pasaran a convertirse en “rebeldes sin…